Monopolio dixit

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La idea original fue la de crear un jarabe, se pensó para la tos, pero terminó siendo la bebida carbonatada más vendida del mundo; hay quien la califica como “el agua negra del imperialismo”.
La Coca-Cola -nos guste o no beberla- es hoy en día la marca global más identificada del planeta me atrevería a decir que no hay rincón que no la expenda.
Su agigantada imagen en medio de un consumismo que tira hacia lo proamericano va derruyendo muchas empresas locales, desapareciendo las marcas autóctonas; recuerdo bien la crisis de la cooperativa de Jarritos o la Sidra Pino en Yucatán.
Donde antes se bebía una agua de horchata, jamaica, tamarindo o agua de limón para acompañar los alimentos en la actualidad se sustituye con una bebida gaseosa.
Este invento que nació en 1886 ha provocado con su paso por el tiempo una metamorfosis en las tendencias y gustos de los consumidores a tal grado de convertirse en la bebida de mayor predilección.
Es más ni su rival Pepsi ha logrado destronarla con una fórmula casi similar. Empero, el saborcillo mayormente edulcorado de una coca hace que una pepsi se sienta desabrida aunque también hay químicos que argumentan que la dependencia deriva del mayor uso de la cafeína en la primera, que en la segunda.
Cuestión de gustos y también de bolsillos. En México, el refresco de cola es el más consumido por los mexicanos: en el último quinquenio disparó el consumo per cápita de Coca-Cola desplazando al realizado por la población estadounidense que además más que duplica en número a la demografía azteca.
Así es, México es el principal país del mundo en consumo anual per cápita con una media de 225 litros por persona mientras que en Estados Unidos es de 200 litros por persona.
El bastión mexicano es tan importante que el 11% de las ventas globales de The Coca-Cola Company provienen del país azteca con su filial Coca-Cola Femsa.
Se trata de la plataforma de la embotelladora estadounidense para surtir al mercado de Centroamérica, Colombia, Brasil, Argentina, Venezuela y Filipinas.
En el caso de otros mercados de habla hispana, en España, recientemente la filial Coca-Cola Iberian Partners SA relanzó la bebida en su mítica presentación de vidrio.
Es una inversión de 50 millones de euros y la apuesta por el mercado ibérico radica en la impronta de una base de consumidores muy acostumbrados a los bares, terracitas, chiringuitos a tal punto que “el 30% de los envases de vidrio de Coca- Cola son demandados en España”.
El consumo per cápita de la bebida de cola en el caso español no alcanza el cénit si se le compara con el mexicano, y es porque esencialmente predomina el consumo de bebidas alcohólicas.
La cañita no logra ser destronada del gusto ibérico por una serie de razones: un fuerte arraigo, no está mal visto tomarse una cervecita con una tapa ni a las diez de la mañana, ni a las doce del mediodía; y en un bar puede encontrarse una cañita por un euro (18 pesos) y una Coca Cola por 2.50 euros (45 pesos).
Hay razones obvias de bolsillo, lo interesante es que la propia hostelería local protege mediante el precio sus marcas y bebidas, una cervecita tirada directamente desde la barra y hasta una copa de tinto o blanco de la casa no superan el precio de “la chispa de la vida”.
A COLACIÓN
Renovarse o morir, más de un centenario de existencia no es óbice para aclimatarse ante los desafíos de cara al futuro inmediato. La maniobra de varias embotelladoras de Coca-Cola pasa por abarcar a una población de más de 300 millones de consumidores.
“Coca-Cola Enterprises Inc, Coca-Cola Iberian Partners SA, y Coca-Cola Erfrischungsgetränke, filial de The Coca-Cola Company, lograron un acuerdo para integrar sus operaciones en una nueva compañía, Coca-Cola European Partners”.
Emerge así un cíclope dominante en los canales de la bebida embotellada. Monopolio dixit.

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