Proceso.com: México, como en Vietnam, como en Irak…

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RICARDO RAVELO
Justo a la mitad del sexenio de Felipe Calderón, el actual modelo de combate al narcotráfico –su principal bandera– se revela como un fiasco: el Ejército muestra signos de debilidad, el gabinete de seguridad continúa desorganizado y confrontado, las policías son insuficientes para detener la oleada de violencia y, por si fuera poco, se acumulan evidencias de que los cárteles de la droga siguen enganchados al poder político.

Mientras el gobierno federal insiste en desplegar un mayor número de efectivos militares, ejecutar operativos con retenes y otras medidas obsoletas, los siete cárteles de la droga afincados en poco más de 20 estados de la República se baten con las fuerzas federales al tú por tú, lo que pone en evidencia que los narcotraficantes sí se prepararon para enfrentar la guerra.

A juicio de expertos consultados por Proceso, el combate al crimen organizado por la vía de la represión –fuerza contra inteligencia criminal–es el más atrasado del mundo, pues mostró sus fallas en Colombia, donde la exportación de drogas sigue siendo un boyante negocio, y en Italia, donde el Estado continúa luchando contra la mafia. Lo grave es que en México se sigue aplicando esa estrategia pese a sus nulos resultados, ya que el nervio financiero del narco permanece incólume.

“La del Ejército es una derrota moral”, dice sin cortapisas José Luis Piñeyro, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana y experto en temas castrenses. Afirma que este año han desertado del Ejército entre 30 mil y 40 mil efectivos, buena parte de los cuales se enganchan con el crimen organizado.

“¿De qué sirven las armas si, como ocurrió en Vietnam e Irak, los soldados no quieren pelear? La política de combate al crimen está fracasada, no hay duda, y no veo por dónde el gobierno pueda revertir este embrollo”, señala.

Además de que el patrimonio del crimen organizado “ha sido intocable hasta ahora”, agrega Piñeyro, el gobierno no trabaja en temas torales como la rehabilitación de drogadictos para reducir las ganancias del narco; tampoco reconoce que el desempleo y la pobreza son detonadores de la violencia y el principal “caldo de cultivo del narcotráfico”, y peor aún, no vemos que al presidente le interese estimular a la sociedad para que denuncie, pues “conviene que siga anestesiada”.

Erubiel Tirado, analista en temas de seguridad y defensa, y maestro en ciencia política por la London School of Economics, indica: “Ante la impotencia frente al crimen organizado, el presidente Felipe Calderón no sólo recurre a su retórica gastada, sino a la mentira, cuando habla de que su gobierno va ganando esta guerra. Es claro que nadie le teme al Ejército, salvo aquellos que han sido víctimas de sus abusos, es decir, la sociedad civil”.

–¿El Ejército se preparó para esta guerra? –se le pregunta.

–Por supuesto que no. Y a esto se suma algo peor: un error de cálculo en la estrategia calderonista. El presidente pensó que con operativos y mayor presencia militar en las calles inmediatamente iban a bajar la delincuencia y la violencia. Pensó que nadie se atrevería a tocar y a enfrentarse al Ejército. Ya vimos que no es así: hemos constatado que los narcos cazan a los militares, a los policías, y hasta los decapitan.

“Es más que claro que hay un aprendizaje del crimen organizado para enfrentar al Ejército. En contrasentido, en lugar de haber aprendido de las lecciones del pasado, los militares vuelven a reproducir los métodos de la guerra sucia de los años setenta. El Ejército se ha visto avasallado, y los casos ilustrativos son Michoacán y Guerrero, donde han sido atacados agentes de inteligencia militar y hasta oficiales”.

Este es un extracto del reportaje que publica la revista Proceso en su edición 1707 que empezó a circular este domingo 19 de julio.

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