No siempre amamos a quien deseamos, ni deseamos a quien amamos. Y esto a veces crea un cierto mal de conciencia. Pero, ¿acaso no se puede disfrutar de la sexualidad sin que haya un compromiso de por medio? Las opiniones son muchas, y tan diferentes… Pero la opción ha de ser tuya.
La problemática del sexo, como fuerza irrefrenable, ha pasado del más severo de los controles a la más bella de las satisfacciones. Muchas veces el camino hacia el sexo es lo más parecido a una carrera de obstáculos, pero esta vez, morales. Y es que a veces parece que el amor da al sexo una especie de cubierta ética que hace que la vida sexual pueda vivirse sin culpas. Esa moralidad está constituida por un conjunto de normas que nos dicta lo que está bien hacer y lo que está mal.
“Definitivamente está mal tomar al otro como objeto sexual”, nos dictan las convenciones culturales y sociales. Pero llegado el momento de la intimidad ¿quién podría afirmar si es sujeto u objeto de deseo? ¿No se es, acaso, las dos cosas al mismo tiempo? El deseo por lo que está por venir Dejarse seducir es un pasaporte a la aventura. Como todo viaje a lo desconocido, implica riesgos y limitaciones a las que una se expone.
Abandonar el miedo y dejarse conducir por los territorios inexplorados del erotismo, propio y ajeno, es posible tanto entre un matrimonio como entre un hombre y una mujer que se acaban de conocer. El deseo aparece cuando no se conoce lo que está por venir. Descubrir el secreto que se esconde debajo de los atuendos cotidianos es una invitación al placer. Es tomarse vacaciones de la realidad, y dar lugar a las fantasías.
Cuando se produce un encuentro con un desconocido lo previsible queda absolutamente de lado, nada sabemos de ese otro: sólo que nos resulta atractivo y nos provoca ese “extraño cosquilleo”.
¿Quién pude negar la jovialidad que imprime en nuestro ánimo sentirse deseado por la persona que nos gusta? Se necesita un poco de suspenso, aceptar el desconocimiento de esa “verdad” que será revelada en unos momentos. Esperar con ansias el instante de la revelación, de la experiencia mística de lo extraño
¿DISFRUTAN ELLAS EL SEXO SIN AMOR?
“El sexo sin amor de por medio, te sirve y es de suma utilidad en algunos momentos en que no quería saber de compromisos o líos extraños. Yo después de terminar una relación de seis años, tuve dos encuentros diferentes de sexo sin amor y te digo que los disfrute bastante porque al ser sólo placer como que se intensifica la cosa. Yo lo recomendaría en esas situaciones, te sube hasta el autoestima”, revela Gloria de 26 años, soltera, quien acaba de salir de una relación sentimental estable. En su caso el sentimiento de vacío no existía porque tenía claras las cosas desde el comienzo: “solo placer”.
¿Por qué unas disfrutan y otras no?
La respuesta a las distintas posturas debe tener tantas respuestas como mujeres existen, sin embargo, la reflexión de la diputada socialista española, ex ministra de Cultura y escritora Carmen Alborch, da una luz al respecto. Para ello cita las declaraciones de Carlos Castilla del Pino a El País, en las cuales afirma que en la cultura masculina “el sexo tiene un carácter más compulsivo, quizás porque tenemos erección. Al menos es más visible. La cultura masculina es de exterioridad, la presunción juega un papel importante, mientras que la femenina es de intimidad”. Asimismo, pone énfasis en las confesiones de la antropóloga norteamericana Leanna Wolfe “Mi cabeza no podría admitir sexo sin amor, y si de alguna manera se aproximaba lo rechazaba”.
Pero ojo, Alborch, autora del libro “Solas” asegura que no todas ven las cosas como Wolfe. “Hay mujeres que pueden separar el sexo del amor, piensan en satisfacer sus propios deseos y creen que combinar sexo con amor es una mera construcción cultural y no una práctica universal. Igualmente, hay mujeres que tienen miedo a las emociones y eluden las situaciones o las relaciones que pueden hacerla sentir víctimas de la necesidad de poseer o ser poseídas. Me contaba recientemente una amiga que, cuando hacía el amor y funcionaba bien, se sentía poseída y se venían abajo todos sus planteamientos, porque notaba el poder masculino y ello la convertía en una mujer dependiente, incluso sumisa. Perdía autonomía.
Por el contrario, algunas mujeres declaran que necesitan afecto y conexión emocional, y consideran el sexo ocasional peligroso y no demasiado divertido. Entonces, ¿por qué hacerlo? De una u otra manera llegan a la sublimación por medio del trabajo, el compromiso político o la vida intelectual, descargan energías a través del ejercicio físico”, explica en una teoría bastante lógica.
Lo claro es que las mujeres tampoco piensan igual todo el tiempo. Pasan por etapas en que su autoestima es más o menos buena y de acuerdo a ello actúan, sienten y quieren. Pero, el sexo sin amor –casual- ya es parte de la experiencia femenina, el cómo se sientan frente a él guarda directa relación con la etapa de la vida en la que se encuentran.