– “Ni para ir al río…”
Benny Cruz Zapata/EnLíneaDIRECTA
Victoria, Tamaulipas.- Como es del conocimiento público y de acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en el país son seis millones más de pobres en el país, de acuerdo a las cifras oficiales, de 44.7 millones de mexicanos que no tenían ingresos para satisfacer necesidades básicas como salud, alimentación, vivienda, vestido, transporte y educación en 2006, ahora la cifra se elevó a 50.5 millones.
Pero lejos de conocer las estadísticas anteriores, en las que él esta incluido, Don Carlos Torres Márquez, del Ejido Francisco Medrano de Jaumave, sabe desde hace años que la pobreza que lo ha atrapado junto a su familia, se ve más en temporadas como la que se esta viviendo, ya que la ciudad esta sola y viviendo del antojo callejero de los demás, en estos días, con lo que saca de la venta muy apenas le alcanza para tortillas y frijoles:
“Para uno no hay peor temporada que las vacaciones, pues no hay ni gente en la calle, y uno tiene que comer, con la esperanza de sacar cuando menos para las tortillas, como quiera sale a vender, pero es muy escaso el movimiento, así que si no tenemos para lo indispensable, para ir de paseo mucho menos”.
Comparte que aunque no sabe lo que el gobierno dice de la pobreza, al vivir en ella, puede decir que la situación va de mal en peor:
-Con siete hijos a cuestas la vida se dificulta más, por eso para gente como uno no hay ni para ir al río, no conoce de vacaciones, ni de diversión, solo hay necesidad.
Comenta y lamenta que en las vacaciones la gente no salga de sus casas y los que andan en la calle, es porque no traen ni para un atojo callejero:
-La gente anda en sus cosas, de prisas por dejar la ciudad o por retirarse a sus casas al descanso, lo sé, pero como quiera me vengo a la venta, apenas amanece y agarro mi cubeta para llenarla con las bolsitas de gorditas de horno, nopales, pipían y chile que mi esposa desde la noche me deja ya preparados en este tiempo la venta es floja, a veces ni los 100 saco y ni para comerme un taquito, y es que no me gusta regresar a mi casa con las manos vacías.
Don Carlos es tallador de lechuguilla y en la temporada de nopales, chochas o pitayas se viene a Victoria a fin de ganarse unos pesos con los que mantiene a su extensa familia.
Cada vez es más difícil la sobrevivencia…
Ellas y ellos están sumergidos en los laberintos de una sociedad cada vez más empobrecida; sin derechos ni perspectivas de una sobrevivencia digna, donde el alimentarse, el vestirse y el pagar los servicios públicos es un sacrificio enorme.
Ellos son los muchos, la inmensa mayoría que vive al filo de la desesperación porque sus ingresos muy apenas llegan a los 50 pesos diarios-
Son ellos personajes recurrentes de la crisis
No hay dígitos que cuantifiquen con exactitud su existencia. Pertenecientes a los sectores más desprotegidos donde el hambre, el subempleo y la desesperanza se toman de la mano, el comer, el vestir, el pago de la luz, el agua es para ellos y ellas una batalla cotidiana que tienen que librar solo “Porque Dios es bien grande”, pues los 30 o 50 pesos que ganan diariamente muy apenas les alcanza para tortillas, frijoles y sopa.
Son personajes que dibujan en su rostro y en su ánimo, la magnitud de la crisis económica, más allá de los indicadores que dan de la pobreza.
Si alguien lamenta los días de asueto es don José Quiroga, quien a sus 68 años de edad ya no encuentra ni a que santo encomendarse para que los victorenses le compren los dulces que vende. En ello le va la subsistencia, y cada día busca el dinero indispensable para poder llevar a su casa unos cuantos pesos que le permitan comer y empezar a guardar peso tras peso para cuando le llegue el cobro de 100 pesos que tiene que pagar de luz y el recibo de 100 pesos que mes con mes le cobran por el agua potable.
Su oficio de paletero en verano, o vendedor de dulces, en invierno le ha permitido desde hace 10 años sortear los gastos del sustento diario tanto de él, como de su esposa:
-A mí por cada dulce que vendo me dan dos pesos, y por paleta un peso, se puede decir que trabajo de sol a sol, pues me dan la mercancía a las 10 de la mañana y lo que queda lo entrego pasaditas las seis de la tarde, siempre con la esperanza de tener buena venta, recorro las calles de la ciudad, pero a veces por más que grito ofreciendo la mercancía a nadie se le antojan y es cuando empieza el batallar, pues en ocasiones la venta no da ni siquiera para el micro que tengo que tomar para la casa, me da hasta tristeza cuando me va mal, pues mi mujer siempre me esta esperando con la esperanza de tener para comprar la comida, y es que uno de pobre vive al día, lo poco que gana se le va en el alimento, a nosotros la vida no nos ha dado ni para tener una casa propia, vivimos de arrimados en un callejón de la colonia Nacozari.
Agrega:
-Lo único que le pedimos a Dios es que nos dé salud para poder salir a recorrer las calles, que la gente nos compre, pues con sus antojos nos dan a nosotros para irla pasando.
“Hay días que solo me trueno los dedos, nomás de pensar en cómo pagar la luz, pues si lo hacemos no tenemos para comprar mandado”
En este contexto, si a algo le teme don Orlando Cantú a sus 55 años de edad, es a no sacar el día boleando zapatos a la gente que pasa por la esquina del seis Morelos:
-Con dos o tres boleadas yo saco el día, son 30 o 40 pesos con los que mi mujer y mis hijos tendrán la comida segura, pues aunque ellos trabajan de albañiles no acompletamos sobre todo cuando viene el recibo de la luz, no sabe lo que es para nosotros pagar los 150 pesos, esa semana sabemos que nos la vamos a ver bien difícil pues con lo que gano muy apenas alcanzamos para las tortillas, los frijoles y la sopa; cuando no es así y me va mejor, sobre todo los fines de semana, me llevo hasta los 20 pesos de carne, jabones para baño, además paso por el mercado, compró mis tres kilo de plátanos por 10 pesos.
Con más de 10 años en el oficio, don Orlando no se queja, solo le pide a Dios que no se enferme, pues no tiene servicio médico ni dinero para comprar medicinas:
-Cuando me toca la de malas, me voy con la curandera me da mis yerbitas para la calentura o el dolor de estómago y si de plano no veo la mía, voy al dispensario, ahí por 30 pesos hasta mi medicina me regalan.
¿Vacaciones?…esas son un lujo que están muy lejos de alcanzar…