María Teresa Jardí/Recobrar nuestros ritos ancestrales

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PORESTO.NET:

Como colofón de un evento majestuoso: un concierto, con una cantautora magnífica: “La señora del canto”, que quiere decir servidora, Rosa Martha Zárate, migrante y luchadora incansable por los derechos de los migrantes, luchadora contra el racismo y por el respeto a los derechos de la mujer… compositora de las canciones de protesta que el continente todo, otra vez, necesita.
Como cierre final de ese evento, que fue uno más, entre muchos que a lo largo del año de su jubileo como obispo (celebración de la Iglesia Católica por cincuenta años de servicio) los que culminarán el 25 de enero de 2010, con una magna celebración en la catedral de San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, se le vienen haciendo a Don Samuel, el jTatik, el único Ombudsman verdadero, que tenemos en México, el defensor de los oprimidos y de los reprimidos, de los falsamente acusados y de los presos políticos, de las mujeres maltratadas y de los niños abusados, cuando no quemados en una guardería, convertida en negocio familiar de los gobernantes de turno dedicados a explotarlo todo, condenando al planeta a su desaparición por la respuesta violenta que la naturaleza anuncia que está dispuesta a dar si no se reconsidera su brutal destrucción, defensor incansable de los indígenas, del pueblo pobre que enfrenta a un puñado de familias mafiosas que el poder y el dinero controlan en su propio y único beneficio.
Empezó el rito, que es una de las características que, para bien, se va recobrando, o más bien generalizando también entre mestizos. Los ritos nunca han sido olvidados por los indígenas. Asideros imprescindibles para la construcción de la identidad que, como asignatura pendiente de aprobar, nos falta a los mexicanos construir. Parte de esa cultura inherente que se intuye por los pueblos, porque es lo que al final siempre los salva.
A cargo de un grupo de pobladores de Atenco se dio el rito. Luego de agradecerle a jTatik Samuel su solidaridad inmensa, le hicieron entrega del bastón de mando y del simbólico machete, divinamente pintado por un artista de ese lugar, mientras el auditorio de pie exigía la libertad de los presos políticos.
Pagan inocentes con persecuciones e incluso con sentencias inconcebibles en el país de la impunidad gubernamental como característica del sistema neoliberal impuesto a bofetada limpia por el panismo usurpador, que apenas empieza a sentir en carne propia lo que es el desprecio del pueblo cuando el desprecio se generaliza.
Impunes los crímenes cometidos contra el pueblo de Atenco que por el respeto a sus derechos más elementales se ha visto obligado a defender la razón que le asiste ante la dignidad mil veces pisoteada.
Presente, Alexis Benhumea, brutalmente asesinado, truncándole la vida impunemente.
Castigados los presos por su lucha contra la injusticia que en el México desgobernado por una derecha corruptísima, de nuevo se ha apoderado de la libertad y de la vida de millones tan empobrecidos como los del lugar más pobre de Africa, a cambio de dinero, convertido el becerro de oro en el único dios verdadero de la derecha panista.
Castigados, por dinero, que es lo único que a la derecha, que en la jerarquía de todos los partidos políticos milita, tan podrida por dentro, le interesa.
Cientos de saludos llegados a lo largo del evento de Japón, pasando por España y Francia, hasta Brasil, llegando al entrañable de Don Pedro Casaldáliga, quien le decía a Don Samuel “que se sumaba a la celebración festiva que es de todos los que creemos en la causa del indígena”, enviándole “un abrazo de ternura y gratitud, de fe y de utopía”. Casi por completo la llegada del saludo de todas las Diócesis del país, la de su hermano Don Raúl Vera, pasando por la del rector de la Universidad Pontificia, llegando también la del obispo de Mérida. Cientos de felicitaciones imposibles de ser leídas, todas, por parte de Carmen Montes.
Dejo en el aire muchas más cosas de ese evento mágico para vincular el rito de Atenco con el Maya, que también les tengo ofrecido, realizado, en Dolores Hidalgo, Guanajuato, como inicio de evento. Mágicos, sí, son los ritos, porque a final de cuentas mágico es todo aquello que nos permite recobrar la esperanza de que se va a construir ese otro mundo posible, porque somos muchísimos los que luchamos contra la injusticia, pero, sobre todo, porque la razón siempre acaba por ganar todas las partidas.
El rito Maya se ofreció, a manera de celebración, a los cuatro elementos: agua, aire, tierra y fuego, desde los cuatro puntos cardinales: Norte, Sur, Oriente y Occidente. Representado por cuatro colores: blanco, negro, amarillo y rojo, con una unión al centro representada por el azul y el verde, “como la unión del cielo y de la tierra, del padre y de la madre, de Dios y de la naturaleza, desde la casa superior, donde se reúnen nuestro antepasados y las gentes de las estelas, para que sus danzas lleguen a nosotros, desde la casa interior de la tierra y para que el pulso de corazón de cristal del planeta nos bendiga con su armonía, para que se acaben las guerras internas y externas…”.

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