María Teresa Jardí/Importancia capital, para los pueblos tiene, el no olvidar su memoria

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PORESTO.NET:

La historia de Coello para siempre estará ligada a la época del inicio definitivo del desarme ético de las instituciones de la república. Ligada al fin de la policía, que hoy no tenemos, como institución imprescindible prestadora del servicio que propicia la seguridad pública y por poco que le rasquemos entenderemos que también la seguridad nacional ligada a la democracia incluso de las naciones que se sueñan, porque se saben, soberanas.
Policía, que quién sabe si algún día recuperaremos, ni siquiera como la que teníamos antes de López Portillo, con quien inició de manera irreversible la contaminación de la misma, poco preparada desde el punto de vista científico, pero la que se defendía con sus red de delincuentes menores convertidos en chivatos para no llenar las cárceles de inocentes castigados por ser pobres.
Desde Coello Trejo, dando el salto mortal con Fox y suicidada por Calderón, exterminada ha sido la policía como institución al servicio de las mejores causas por vocación de servir al pueblo.
Coello Trejo, tan parecido al Genaro García Luna que lo imita. Coello que para siempre estará vinculado —así es como ya ha pasado a la historia— a la época en la que los comandantes se convirtieron en base de apoyo de los narcotraficantes. Narcotraficantes que aún no escalaban a las alturas, que hoy, como cabeza, en México, tienen. Salto propiciado por la impunidad a la corrupción de entonces tan igual a la impunidad para la corrupción de ahora.
De triste memoria para siempre será Javier Coello Trejo. Y no es que antes hubiera sido mejor persona. Represor, por vocación, siempre fue un individuo impresentable. Recuerdo incluso haber leído alguna vez que de niño era un duro con escasos sentimientos.
Con Coello se puede marcar el inicio del fin de la PGR como institución procuradora de justicia. Como se puede hacer con García Luna por lo que toca a la imposibilidad de recuperación de la policía mexicana como algo más que un instrumento al servicio del poder y de sus propios intereses, los que hoy defiende, García Luna, con operativos a modo, en un intento desesperado para conservar el puesto que le brinda el fuero, por ahora.
Operativos que despiertan la memoria de otras épocas que marcaban, aunque entonces no se haya podido analizar de manera tan diáfana como ahora, el futuro que vendría, el que hoy ya está aquí hecho presente.
Coello viene de la otra época, como la actual con García Luna, llena de violaciones extremas —incluida la brutal tortura— de los derechos humanos de los mexicanos.
La época de Coello es la de los González Calderoni y la de los González Treviño, la de los Larrazolo, etc., de triste memoria todos. Como la de los secuestradores y paramilitares asesinos será recordada para siempre como la época de García Luna.
Coello y sus secuaces también daban golpes espectaculares y también eran felicitados. Como ahora están haciendo con los “desmanteladores” de “La Familia” y con los que hacen la entrega de los asesinos de la hija de Nelson Vargas. Delincuentes de ligas mayores, los felicitados antaño, que la historia puso en su sitio como los canallas que optaron ser a cambio de un poder efímero y de un dinero que, a muchos de ellos, de nada les sirve ni en Almoloya, hoy La Palma, ni en los cementerios. Delincuentes de ligas mayores, los felicitados de ahora, que la historia pondrá en su sitio, con los finales, incluso benévolos, como en el caso de Coello y de Calderoni, dado lo mucho que debían y que sin duda merecían. Documentada por la historia, de la que no se quiere tener memoria, han sido, y están siendo, sus muchas inconcebibles e impunes fechorías.
Asesinos entregados, los de ahora, porque no pertenecen al grupo paramilitar con el que ha decidido mantenerse aliada la usurpación panista. Grupo, el aliado de los de ahora, que, como salta a la vista, es el grupo paramilitar, también, como “La Familia”, que públicamente se encuentra vinculado a lo que se conoce como “Los Zetas”, aunque aún no se haya establecido de manera pública, todavía, quién es el verdadero “Zeta” mayor que ese grupo encabeza. El que, sin ninguna duda, despacha en lo más alto de una dependencia pública encargada del combate a los grupos criminales.
Tan corta que es la vida para desperdiciarla de esa mala manera, por mucho dinero que a cambio se obtenga, convencida estoy de que no vale la pena.

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