Entre Nos/Carlos Santamaría Ochoa *¡No le carguen la mano!

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Es increíble ver la información que refiere casos de fanatismo religioso que rayan en la incongruencia, llevando a las personas a morir por causa de su misma fe o la de los que les rodean.
La noticia publicada en un diario nacional referente a un individuo de nombre Dale Neumann, estadounidense de 47 años, nos deja ver la manera en que algunas personas prefieren cerrar los ojos ante la realidad, o hacer como los avestruces: esconder la cabeza en el suelo para no apreciar la realidad.
El individuo, quien realizó estudios para ser Pastor en la Iglesia Evangélica Pentecostal no pudo ocultar su fanatismo y provocó según los jueces, la muerte de su hija, enferma de diabetes según relata la nota que hemos tenido que analizar.
Dice la información que el tipo se puso a rezar para que su hija sanara, en lugar de llevarla a un hospital. La pequeña tenía 11 años y murió en marzo de 2008 por complicaciones propias de la diabetes mellitus que no tenía diagnosticada, dado que su padre siempre confió en que Dios la iba a salvar.
La esposa del tipo, de nombre Leiani Neumann fue condenada a principios del presente año por el delito de homicidio en segundo grado y negligencia.
La pena a la que pueden estar sujetos los esposos es de 25 años de cárcel, y el hombre argumenta que “si hubiera ido al médico, habría colocado al doctor por encima de Dios”.
Para leer esta nota la verdad hay que tener la sangre fría y tener en cuenta que nada hay por encima del hombre que el hombre mismo.
Cierto es que la fe mueve montañas, que la ideología de cada quien con respecto a su concepto de Dios es distinto y en muchas ocasiones podemos encontrar la fuerza necesaria que nos permita salir adelante, sin embargo, hay que considerar que la oración tiene su parte prioritaria quizá, pero la infección de algo se quita con antibiótico y no con oraciones.
No tenemos nada contra quien considera que puede arreglar su mundo rezando, pero tampoco podemos dejar de actuar en un caso terrenal. La experiencia nos dice que, cuando tenemos esa inquebrantable fe en un Ser Supremo, tenemos que encomendarnos a su protección sin dejar de ayudarle.
Dice una persona allegada que nunca ha visto a Dios y por eso no cree. Quizá son exageraciones, pero la verdad, cuando un piensa que existe SU Dios, cambian muchas cosas.
Verlo o sentirlo, no es igual.
Un sacerdote de la diócesis de Victoria decía que había que encomendarse a la protección divina, pero haciendo nuestra parte, porque difícilmente Dios iba a bajar a personificarse con nosotros para atender nuestros problemas, ya que tampoco se conoce un milagro en el que el propio Dios tenga una chequera para cuando le pedimos ayuda material.
En el caso de la nota, nos pesa mucho porque es una niña con diabetes. La enfermedad tiene mucho de difícil en su tratamiento: no es fácil enfrentar las complicaciones propias de una falta de control. La verdad, es a veces muy poco comprensible el hecho de querer resolver lo que está en nuestras manos con acciones de fe. Sí, claro que todos queremos lo mejor, que nos aferramos a la parte divina, pero imagine el lector que queremos curar la enfermedad cuando no tenemos ni el diagnóstico ni la medicina.
Es como el caso de los que nos aficionamos al fútbol, que le pedimos a Dios que la selección gane; si los deportistas no ponen de su parte, de plano, no se va a ganar.
Pero el caso de la enfermedad es algo que hay que atender muy seriamente: no podemos o no debemos dejar todo en manos de nuestra fe, porque dicen algunos que precisamente Dios permitió que muchos seres humanos aprendieran medicina, para que él tuviera menos trabajo.
Cierto es que la fuerza que transmite la oración es en muchas ocasiones lo principal para salir adelante en conflictos diversos, pero recordemos los que tenemos una idea de la existencia de un Factor Supremo, que hay manifestaciones que se nos presentan, pero siempre, absolutamente siempre, el ser humano tiene que entregarse en cuerpo y alma a su función, su trabajo, su responsabilidad, y cuando se habla de cuerpo y alma es porque se requiere la fe que nos permitirá sacar fuerza y entusiasmo para hacer las cosas, así como también la fuerza de nuestras piernas para caminar, de los brazos para cargar o del cuerpo entero para hacer presencia.
Y es importante destacar que la diabetes mellitus no es algo que se tenga o quiera dejar a un lado: es una enfermedad que tiene números realmente alarmantes en el mundo entero, y si no atendemos sus síntomas, complicaciones, forma de control y demás, estaremos prácticamente escribiendo nuestra sentencia de muerte.
Es una de las más graves enfermedades del nuevo milenio, y la obesidad está colaborando con ella, así que, si bien es cierto que la oración tiene importancia primordial, no deje usted, entre Padre Nuestro y Ave María, de sacar fuerza, hacer ejercicio, procurar una buena alimentación y ayudar a Dios a que cumpla con el cometido divino que tiene para con nosotros, sus hijos predilectos.
No le dejemos todo, porque si no ayudamos, difícilmente nos podrá apoyar, como en todas partes.
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