Caridad pública: del lucro a la necesidad verdadera

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– Muchos encuentran en la caridad pública su modus vivendi.

– Es necesario no solo darles el pez, sino enseñarles a pescar: Padre Dimas Rangel.

Benny Cruz Zapata/EnLíneaDIRECTA

Victoria, Tamaulipas.- Vivimos tiempos inéditos, la crisis económica cala en el bolsillo de la población en general y en lo particular los más vulnerables están al borde de la desesperación o en la desesperación misma.

Ante este panorama tan solo en Tamaulipas se habla de un millón de pobres, de los cuales en promedio 300 mil padecen pobreza alimentaria de acuerdo a los datos manejados por la Delegación de la Secretaría de Desarrollo Social.

Independientemente de las cifras, en el día a día la pobreza se dibuja a la vuelta de cualquier esquina, en donde hombres, mujeres y niños llaman a la caridad pública, que es la mano inmediata para socorrerlos en sus necesidades más inmediatas.

Para el padre Dimas Rangel, coordinador general y administrativo de Cáritas de Victoria, es desolador el panorama, pues la abundancia de los pobres es cada vez más marcada, y así como crece la necesidad de quienes necesitan el apoyo social para sobrevivir, pues por vejez, enfermedad o discapacidad se enfrentan a situaciones adversas, hay también quienes se aprovechan de la caridad pública y encuentran en esta, el camino fácil, haciendo su modus vivendi en las ayudas institucionales, personales o religiosas que existen para los necesitados.

Con tales antecedentes considera que el socorro al más necesitado debe ir más allá de la ayuda material:

-En Cáritas de Victoria nos guiamos con el objetivo de contribuir con la caridad pública a un mundo más fraterno y solidario… porque es un hecho que pobres siempre han existido al igual que instituciones, manos caritativas para ayudar a quien más lo necesita, el llamado que estamos haciendo porque es lo ideal, es dar los apoyos de una manera más consciente, por ejemplo en Cáritas se daban 300 despensas a todo aquel que acudía pidiendo ayuda, pero sólo eso, no se les daban valores, caímos en consciencia que no eran necesarios tantos apoyos, porque nos encontramos que eran personas que venían de otras parroquias, de otras instituciones, por lo que se instituyó el trabajo social, con el cual estudiamos en lo individual las necesidades de cada cual, para comprobar la necesidad que se tiene de la ayuda y no caer en chantajes.

Relata que al verificar a los demandantes de apoyo social se encontraron que de las 300 despensas que se les requerían, sólo 100 cuando mucho 120 eran necesarias:

“En esta misma dinámica desde hace meses aplicamos estudios socio económicos a los solicitantes de ayuda, que en promedio son entre 40 a 50 personas, las que al entrar en estudio detallado de su situación, sólo de seis a ocho están realmente en pobreza extrema”.

Considera que esto es sumamente grave, porque había quien acaparaba los apoyos que realmente son indispensables para personas que sí están el total vulnerabilidad y no están en posibilidades ni siquiera de acudir a pedir apoyos de este tipo, como pueden ser los enfermos, los discapacitados, las personas de la tercera edad que han sido abandonadas y similares.

¿Qué hacer ante este panorama? Se le pregunta al padre Dimas:

-La situación económica en estos momentos es sumamente difícil, se percibe, se siente, sin embargo si la persona quiere salir adelante puede hacerlo, y quienes de alguna manera estamos involucrados en la caridad pública debemos asumir que es necesario hacer un acompañamiento emocional, de toma de consciencia, que es lo que estamos llevando a cabo con la promoción humana.

Explica que para que se cambie de actitud es necesario que la gente necesitada tome consciencia que en primer lugar tiene dignidad de ser persona, un lugar en la sociedad y que no porque sea pobre está condenado, marginado, que este consciente a través de pláticas de superación, de la honestidad, de caridad, de la familia de valores, de autoestima, de capacidades.

“Es increíble lo que se logra en los individuos a través de la promoción humana, hay testimonios de quienes tenían por costumbre ir con nosotros sólo a pedir, pedir y pedir, cuando les empezamos a cobrar cuotas simbólicas por los servicios, los empezaron a valorar, después al acudir a recibir capacitación en panadería, corte y confección, carpintería, muchos cambiaron su destino, haciéndose útiles para ellos mismos, para su familia y para la sociedad”.

En este contexto María Sánchez Carmona, carga a su pequeño hijo Damían que todavía no llega a los dos años de edad y en un crucero se pone desde las nueve de la mañana y se va hasta las cuatro de la tarde.

Dice que viene desde Chiapas en donde la pobreza es tal, que no tienen ni la comida segura; renuente a la entrevista apenas comparte episodios de su existencia:

“Si estoy casada y mi marido vende muñequitas en la calle, pero con el niño no nos alcanza por eso salgo a pedir, si al cabo que nadie me conoce y no me da pena, me lo traigo porque además de que no tengo con quién dejarlo, con él en brazos, la gente se conduele y me da más”.

A los 35 años que dice tener, no tiene en mente ponerse a trabajar:

-A la gente como nosotras no nos dan trabajo, piensan que somos mañosas, por eso mejor me vengo al crucero, a veces saco hasta 100 pesos diarios.

Ella no sabe ni conoce otras alternativas de ganarse la vida, más que la caridad pública.

Para el padre Dimas Rangel, ahí radica el reto de quienes tienen la voluntad de compartir lo que la vida les ha dado:

“Hasta para dar la moneda hay que hacerlo de manera consciente, porque al socorrer a veces sólo por sentirnos bien con uno mismo no resuelve nada, sino todo lo contrario, no se les permite avanzar; con la moneda, en lugar de ayudarlos a crecer se les apoya para que sigan igual.

Desde su perspectiva…es tiempo de modificar el ejercicio de la caridad pública, porque el dar por dar, no tiene ningún impacto benéfico permanente, es tiempo de ayudar en colectivo….pero no solo dar la moneda sino contribuir desde cualquier trinchera a enseñar a pescar.

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