POR LA ESPIRAL/Claudia Luna Palencia

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-La eterna crisis
-Un error tras otro
-Prometieron no más crisis

Como hija de la crisis, mi generación no conoce otra cosa más que la de remar a contracorriente: saltar de un puesto de trabajo a otro y del estrés que implica el inicio de cada sexenio donde la pregunta a la vista es, ¿cuándo volverá a caerse la economía mexicana?.
En este proceso, no estoy sola, existimos millones que somos hijos de la generación de la crisis y es curioso pero así como nuestros padres se preguntaron si vivirían para ver el cambio de poder político en México, ahora nosotros nos cuestionamos como padres, si atestiguaremos ciclos largos de estabilidad económica para que, por lo menos nuestros hijos cuando sean mayores, tengan una mejor calidad de vida.
Si hacemos un recuento podemos afirmar que literalmente somos sobrevivientes de cinco cismas económicos: 1976, 1982, 1985, 1987, 1994-1995 y queda por sobreponerse a los desafíos impuestos por la nueva magna crisis global que trastoca a México también y cuyas proporciones son desconocidas y que cimientan 2009 como un año de crisis económica aunque desde el segundo semestre de 2008 la debacle fue anunciándose.
Todavía es temprano para realizar un recuento de daños. Lo que es menester abordar es que aunque cada crisis puede suscitarse por distintos factores, generalmente sus consecuencias son muy similares para los mercados primordialmente para el cambiario y el de tasas de interés.
La falta de confianza que trae consigo provoca fugas de capitales, presiones en el tipo de cambio, un castigo a la moneda local a causa de una mayor demanda de divisas como el dólar, euro, yen o libra esterlina.
Con la crisis se presiona la liquidez del sistema económico por eso se encarece el valor del dinero de allí que las tasas de interés empiecen a ajustarse a la alza; la restricción crediticia también se utiliza con fines de política monetaria cuando la intención por sobre todas las cosas es controlar la inflación.
Menos dinero en circulación implica menos para gastar y para presionar los productos y los precios, lo que arrojará una inflación más controlada.
Al ciudadano le llegan todos los efectos combinados y para él todas las crisis son iguales, no distingue entre una y otra, porque su bolsillo resiente que todo cuesta más, el dinero rinde menos, hay una pérdida del empleo, problemas con el encarecimiento de la hipoteca, la tarjeta de crédito al tope, descontrol en las tasas de interés… acontece todo un “huracán económico” que le toma desprevenido.
Cuando inicié esta columna pregunté a diversas personas con edades entre los 35 y 40 años si sabían que, desde que nacieron, prácticamente en vez de llevar una “torta bajo el brazo” a sus padres comenzaron a llegarles sexenios de mala suerte.
Muchos coincidieron en que una vez insertados en el ámbito laboral en los noventa padecieron las primeras dificultades por encontrar un trabajo estable y bien remunerado, fue así que inició el referente en su vida de vivir en crisis.
Y es que para personas que nacieron en México entre 1970 y 1976, su infancia está salpicada por recuerdos de crisis: la primera en 1976 en el sexenio del presidente Luis Echeverría Álvarez, producto de una serie de factores internos y externos.
Después llegó otro sexenio: de 1976 a 1982 el presidente José López Portillo, a lo largo de su gobierno, recibió la noticia de cuantiosos descubrimientos de petróleo que desafortunadamente no fueron capitalizados para crear una industria petrolera competitiva mediante tecnología de vanguardia e infraestructura con visión de largo plazo.
Por si fuera poco, en septiembre de 1982, durante el Sexto Informe de Gobierno, en su último mensaje como presidente López Portillo anunció la nacionalización de la banca.
Un nuevo colapso avecinó con una dramática devaluación del peso, PIB con crecimiento marginal de 0.6%; inflación cercana al 100%, reducción de las reservas internacionales y una ola de especulación y desconfianza hacia el futuro inmediato del país.
El nuevo lastre llegó como herencia al sexenio del presidente Miguel de la Madrid, 1982 a 1986, el inicio fue prácticamente en crisis con la urgencia inmediata de establecer un rumbo que permitiera corregir los desequilibrios en la balanza de pagos y recuperar la confianza de la inversión privada, nacional y extranjera.
La nueva administración instrumentó el Programa Inmediato de Reordenación Económica (PIRE) a su vez la crisis de la balanza de pagos de 1985 llevó al gobierno a poner en marcha políticas fiscales y monetarias más estrictas y establecer controles sobre el mercado de divisas.
De forma inevitable, nuevamente el peso devaluó, esta vez 30% en medio de un escenario internacional de caídas abruptas en el precio del petróleo afectando directamente a una economía dependiente de las divisas energéticas tanto por el lado de la balanza comercial como para las finanzas públicas.
Los años 1986 y 1987 fueron especialmente difíciles para el nivel de vida de la población. El constante aumento de los precios erosionó la capacidad de compra del dinero. En 1986 la inflación escaló hasta el 105.7% al tiempo que la economía contrajo 3.5 por ciento.
A COLACIÓN
Con la llegada del sexenio del “nuevo milagro económico” presidido por el presidente Carlos Salinas de Gortari, México llegó al primer mundo vía la OCDE y el NAFTA-TLCAN, no sucedió así con el nivel de vida del grueso de la población mexicana.
A pesar de los resultados macroeconómicos y estadísticas rimbombantes 1994 y 1995 nos retornaron a la realidad: el PIB cayó 6.2 por ciento.
De nueva cuenta, con el presidente Ernesto Zedillo Ponce de León enfrentamos el inicio de un sexenio muy duro, para eso los mexicanos ya habíamos probado todo tipo de medicinas económicas a fin de lograr una estabilidad prometida que no cristalizaba.
Y cuando el descontento económico y el afán del cambio político motivaron la transición democrática, el PAN en la Presidencia de 2000 a 2006 durante el gobierno de Vicente Fox tuvo todo a su favor tanto en el contexto macroeconómico nacional como internacional.
Desafortunadamente la falta de visión y pericia política dilapidó los miles de millones de dólares que ingresaron a México durante dicho sexenio por concepto del petróleo y las remesas.
Ellos, los panistas, además prometieron no más crisis económicas como las del pasado priísta.
Pero tampoco lo han podido cumplir. Con el gobierno del presidente Felipe Calderón nos estalla otra crisis de la que somos nuevamente víctimas primero del mercado internacional fundamentalmente de Estados Unidos por nuestra vinculación económica y segundo, por la incapacidad del gobierno actual y su gabinete de haber tomado desde hace un año atrás las medidas necesarias para evitar esta catástrofe que no nos merecemos. Seguimos siendo la generación de la crisis eterna.
*Economista y columnista especializada. Es candidato a doctor por la Universidad de Alcalá, tiene dos libros publicados y participa en distintos foros de radio y televisión con opiniones sobre educación financiera, economía y finanzas personales. Puede contactarla en: [email protected]

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