Resulta para muchos de nosotros deprimente ver que personajes dignos de una película cómica de antaño estén en posibilidad de dirigir los destinos de un grupo social, arriesgándonos a tener, por su limitada capacidad, un gobierno deprimentemente malo, negligente, obsoleto.
Ver en la televisión a Rafael Acosta, conocido mejor como “Juanito” que se ha envalentonado y amenazado a todos con dirigir Iztapalapa, una de las delegaciones más pobladas del Distrito Federal, resulta preocupante: ¿Qué tipo de personas llevan los partidos políticos a ser candidatos para gobernarnos”.
Imagine el lector, que “Juanito”, con quien no tenemos problema alguno, aspira a gobernar cuando quiere llegar y concluir sus estudios básicos que no ha realizado, quizá por problemas sociales, económicos o familiares, pero que demuestran su incapacidad académica, cultural, social y de servicio.
Que es un personaje que la gente quiere, no hay duda, pero no podemos pensar en gente de este tipo para que llegue a ocupar un cargo; imagine también el lector que si así fuera, seguros estaríamos que un Juan Gabriel o un Luis Miguel o Vicente Fernández ganarían una elección.
La culpa es de los partidos que toman con toda irresponsabilidad su misión … y de nosotros, que votamos por ellos.
Los dirigentes partidistas recurren a cualquier trampa, maña o estrategia para mantener su registro y, por ende, garantizar su salario y “el chivo” para la casa. No tienen idea de lo que es responsabilidad social, al menos eso han demostrado quienes en forma por demás falta de congruencia, postulan a los “Juanitos” y similares para cualquier cargo.
No se trata de hacer llegar al más chistoso, el más folclórico el que sabe mejores chistes: se trata de que lleguen los que tienen capacidad para gobernarnos, los que saben hacerlo, los que conocen no solamente la problemática del pobre, sino de los ricos y los de clase media.
El que tiene capacidad de hacerse escuchar, el que sabe planear y conjugar un buen equipo de trabajo.
Aquí en Tamaulipas también hay uno que otro “Juanito” que pretende llegar por simpático o chistoso, sin el menos ápice de capacidad o sentido político, y eso lo sabemos quienes a diario cruzamos las calles para enterarnos de cómo viven nuestros paisanos.
Y es por esos motivos por los que el PRI ha logrado recuperar mucho terreno del perdido cuando Fox llegó a la presidencia: porque dejaron de pensar en los “chistositos” del pueblo para ubicar a gente que tiene idea de cómo gobernar. Eso se ha reflejado en los resultados electorales de los últimos procesos, aunque en Sonora, aún influenciados por una andanada mediática que pretendió culpar al gobernador Bours de un accidente provocado, como todos los accidentes, es decir, un descuido, y la apatía de autoridades municipales, estatales y federales, por la naturaleza del inmueble siniestrado.
A través de una muy buena campaña mediática se hizo sentir a la población que la culpa era del gobernador priísta, destacando siempre su filiación partidista más que su probable participación en el siniestro. Así se las gastan quienes no tienen idea de qué hacer cuando están allá arriba, en el poder.
Y en ese tenor, habría que imaginar si a alguien se le ocurre postular personalidades populares como el mismo Vicente Fernández o Cuauhtémoc Blanco, convertido en el héroe del tricolor de fútbol. Seguramente ganarían la elección.
Sin embargo, pese a que contamos con la mayoría de dirigentes partidistas irresponsables y vividores, que buscan conservar su registro más que gobernar, una gran parte de culpa –como sucedió en Sonora- también la debemos asumir los ciudadanos que votamos, porque el entregar un voto a personas que hacen de la comedia su “modos operandi” político significa convertirnos en sus cómplices.
Hay que pensar en los miles de ciudadanos de Iztapalapa que apoyaron a Juanito, porque “es buena onda”, o porque siempre “trae su bandita tricolor en el pelo”, y que olvidaron la capacidad que pudiera tener al llegar.
Hemos visto: todavía no toma posesión y ya está mareado de poder. Imagine el lector qué sucederá cuando tome protesta.
Ejemplos claros los tenemos, y hay que observar al que se considera “presidente legítimo”, enfermo de poder y soberbia, pero desgraciadamente, con miles de seguidores.
O el delincuente probado de apellido Bejarano que en un cínico protagonismo no deja de hablar de sus “ligas”, recordando el delito cometido, y que provoca la risa de la gente que no tiene idea de por qué apoyan a un individuo que con todo cinismo se mofa de la ciudadanía
¿Esos gobernantes merecemos?
La respuesta la debemos tomar los que votamos, y es tiempo de evitar que haya más “Juanitos” en el contexto político. Hay que cerrar el paso a los que no tienen capacidad para gobernar.
Y no es limitar la política a ciertos grupos, pero sí es necesario poner límites. Mire usted, el mejor basquetbolista del mundo –Micharl Jordan- nunca fue buen beisbolista y no incursionó en otros deportes: se dedicó a lo suyo, y así deben ser los que aspiran a un cargo.
Llegó el tiempo de no improvisar, de buscar a los más idóneos, sin tomar en cuenta los listones en el pelo en conjunción tricolor, o el que se vean chistosos a la hora de hablar. Los “Juanitos” debemos desterrarlos de la vida pública, esos… esos están buenos para una carpa popular, de esas donde se presentaba Clavillazo, Palillo y otros más. No creemos que puedan dar más.
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