Dice la diputada Magdalena Peraza que se requiere de una ley para regular el contenido de alimentos en las cooperativas. Bien, pero falta algo: la participación de los padres de familia.
El tema está bastante manejado en la opinión pública desde hace poco más de tres años. Recordamos cuando a través de “Vive con Diabetes A.C.” recogimos la idea de que hacía falta un ajuste en las cooperativas, las que titulamos en reciente reportaje “un mal necesario”, haciendo énfasis en que el término no es peyorativo, ya que entendemos la razón de su existencia, aunque es probable que pensemos que lo que se vende puede mejorarse.
También hay voces que piensan que las cooperativas son parte de un mecanismo social que solapa a madres cuya característica es la holgazanería. Nada hay más falso que lo anterior.
Si bien es cierto que hay quien abusa de sus tiempos de asueto, y prefiere dar dinero a los hijos que preparar algo, no es un común denominador.
Quien se encarga de las cooperativas puede ser, efectivamente, porque no quiere estar en casa, pero finalmente, ese es un asunto meramente privado que no debemos tocar siquiera. Debemos conformarnos con saber que hay un grupo pequeño o grande de madres de familia que, como nosotros, tienen a sus hijos en la escuela y dedican horas de su vida para preparar alimentos que consumen todos los pequeños, incluyendo los suyos y los míos, es decir, todos los niños de la escuela, expuestos a cualquier compra.
Consideramos injusto el hecho de que se les califique como chismosas y holgazanas a quienes están ahí, haciendo malabares con los dineros que sacan para poder comprar lo que se necesita. Hemos visto la manera en que surgen necesidades en las escuelas.
Para quien no sepa, en Victoria, capital del estado de Tamaulipas, ayer los termómetros marcaban 39 grados y eso implica no poder estar concentrado en las tareas cotidianas si no se dispone de aparatos que acondicionan el clima.
Eso cuesta mucho dinero, y es parte de lo que paga el dinero de la cooperativa, además, no coincidimos con el sentir de la diputada Magdalena Peraza en el sentido de que se incluya una ley para las cooperativas, porque lo anterior es reconocer que hacen falta, y por consiguiente, la falta de apoyo de la autoridad en gastos que son necesarios.
Todos los seres humanos vamos al baño, y para esto se requiere comprar insumos, tanto para satisfacer las necesidades como para mantenerlos limpios e higiénicos, y eso, probablemente la diputada no sepa que se paga con lo que deja la venta de alimentos en la escuela.
Otra cosa sería, por ejemplo, que personas que sí tienen tiempos muertos y sin qué hacer, -como podría ser un diputado que solo trabaja un día a la semana- preparan los alimentos que ahí se expenden.
Pero más importante quizá, el que cada uno de los padres de familia de cada escuela en todo el país hagamos lo conducente con nuestros hijos y les enseñemos que es mejor almorzar un plato de fruta con yogurt que un par de gorditas o un trozo de pizza.
Enseñémosles que es más nutritivo tomar jugos naturales que refrescos o naranjadas artificiales, que la harina es menos positiva para el organismo que la fibra, que la tortilla de nopal es mucho mejor que la de maíz.
Todo eso tendríamos que incluirlo en la ley que propone la diputada Peraza, y algo más: procuremos capacitar a los padres que estarán en la “tiendita” de la escuela y démosles un salario para poder exigir un estricto cumplimiento de la ley que emane del Congreso en turno.
Resulta muy fácil criticar a quienes hacen un esfuerzo por: a: alimentar a nuestros hijos porque nosotros no lo hicimos con tiempo o deseo, y b: enfrentar las necesidades económicas de las escuelas, y que no son soportadas por gobiernos, ni municipal, estatal o federal, y que permiten que nuestros hijos reciban las clases en un ambiente digno y limpio.
Esa es una realidad. Suponemos que la diputada no tendrá hijos en alguna primaria de la localidad, sin embargo, llegamos a la conclusión de que no se necesita lo anterior para entender que si bien es cierto que preferiríamos que se ofertaran artículos altamente saludables, cuando nos levantamos sin tiempo o porque trabajamos todo el día, podemos solucionar el asunto del desayuno en nuestros hijos con un par de monedas.
¿Que sería mejor algo más nutritivo? Nadie lo duda.
Pero también, si nos ponemos en un plan exigente y meticuloso, debiéramos exigir a la autoridad los insumos de limpieza, las cuentas de teléfono, el mantenimiento de climas y otros enseres que de ahí se cubren, para, entonces, no tener la necesidad de ingeniárnoslas para vender algo que deje dinero y calme el hambre de los pequeños.
Siempre hemos pensado que para ser legislador, es decir, representante popular, hay que haber vivido en distintos ambientes para conocer sus inquietudes, carencias, necesidades y caprichos inclusive, y de esa forma, poder externar un lógico punto de vista y dejarnos de seguir haciendo declaraciones sensacionalistas que lo único que hacen es vender papel, propiciar la nota del día, pero con tan escasos resultados que, con cualquier declaración de “Juanito” o de la Brugada se caerá nuestra información, por falta de peso informativo… y social.
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