Basándose en la «Teoría de la diversión» como el mejor modo de enseñar a la gente a cambiar sus costumbres o aprender algo nuevo, el Ayuntamiento de Estocolmo ha introducido en la escalera metálica de la central estación de Metro de Odenplan, una de los más concurridas de la capital, el teclado completo de un piano que, gracias a un mecanismo especial, suena cuando se pulsan las teclas.
La novedad, iniciativa de Volkswagen, está siendo muy aplaudida y todos los ciudadanos, tanto mayores como jóvenes, e incluso aquellos que van en silla de ruedas, se olvidan del ascensor o de la escalera tradicional y disfrutan de lo lindo subiendo y bajando esas gradas sonoras. Hay incluso algún que otro melómano, que pega saltos y se recorre el teclado para reproducir los tonos de alguna melodía conocida.
Porque lo mejor del caso es que esa «escalera musical» está afinada como Dios manda, un factor primordial que forma parte de su éxito.
Nunca pensó el paduano Bartolomé Cristofori, inventor en el siglo XVIII del tradicional pianoforte, o cordófono simple, que una versión ultramoderna del instrumento por él lanzado, sucesor de la cítara, monocordio, dulcémele y clavecín, apareciera, casi cuatro siglos más tarde, sobre una escalera metálica que conduce al metro de la capital sueca.
