En lo particular, no coincidimos con la ideología de los dirigentes del extinto Sindicato Mexicano de Electricistas –SME- por diversas razones, siendo quizá la principal la desconfianza del columnista hacia los sindicatos y lo que significan en realidad.
Concebimos la idea hace muchos años de que el sindicado nos defendería de muchas injusticias y que velaría por nosotros en lo laboral; había la idea de que buscarían un buen incremento salarial cada vez que sucediera, que procurarían incrementar las prestaciones de la empresa para con los trabajadores y una serie de cosas más.
Al ver a personajes como Elba Esther Gordillo, Pedro Pérez Ibarra, Pedro Navarro, “La Quina” o de los actuales como Romero Deschamps y Martín Esparza, por poner algunos ejemplos, vemos la forma escandalosa en que se han enriquecido, y el lector nos dará la razón: no hay ningún líder sindical que viva como una persona de clase media: curiosamente, eran trabajadores igual que muchos de nosotros y ahora, con todos sus destellos de honestidad viven mejor que cualquier persona que ha trabajado y ganado dinero toda su vida.
Todos sabemos la calidad moral de éstos, y en la entidad existen varios que simulan trabajar por sus agremiados y viven como sultanes… o duquesas.
Sabemos cómo se las gastan, por eso no creemos que sea lícita la lucha que encabezan los electricistas, no con esos personajes que, amparados con los Noroñas y una serie de personas exhibicionistas que lo que menos les importa es México, solamente buscan su beneficio personal.
Llama la atención el hecho de que Esparza del SME ha dicho que irán a los domicilios de los diputados y de otras personas más a exigir la firma para el juicio político y la controversia constitucional; cuidado debe tener la autoridad, porque los electricistas están llegando al límite de la prudencia con la violencia.
Imagine el lector si, como dijo el depuesto líder charro, van mil ex sindicalistas a la casa de cualquier legislador, y si a alguno se le pasa la mano y agrede o mata al diputado o a sus familiares, ¿de quién será la culpa?
También estamos en la idea de que los diputados nos traicionaron, que se jugaron una mala carta que dejará consecuencias y que nos han decepcionado a prácticamente la mayoría de los mexicanos, ya que aprobaron un documento en el que nadie está de acuerdo.
Olvidaron que ellos van a votar por nuestros intereses y no los de su partido; olvidaron que son los “mensajeros” del pueblo, y estamos mucho muy molestos con ellos, pero de ahí a que se les quiera linchar y presionar, no estamos de acuerdo.
Recordamos aquellas clases donde se hablaba de libertad de expresión y se decía que la misma termina donde comienza la de los demás, es decir, se pueden expresar como deseen, pero no se vale que los señores que cobran en San Lázaro estén viviendo amenazados junto a sus familias.
Eso, en cualquier parte del mundo, incluyendo México, paraíso de la impunidad, es un enorme y gran delito, y merece ser castigado.
Esparza se pasó de la raya y en actos desesperados seguramente irá a insultar a los legisladores, que si bien es cierto que para muchos de nosotros se lo merecen, no es la forma de exigir respuestas.
Recordemos también que las respuestas en un ambiente democrático se toman de la mayoría, esté o no de acuerdo con nosotros, principio fundamental de un régimen en el que la voz que manda es la del pueblo.
Imaginemos qué sucederá cuando estos individuos, ya sin representación legal -por la desaparición de una empresa que no vive y, al morir, muere un sindicado que a nadie representa- llegue a la casa de uno de esos individuos y cometa actos vandálicos.
Pongámonos en el lugar de los malos representantes: arriesgan a su familia, y no están las cosas para solapar tanta violencia.
Mucho hace la autoridad al permitir que secuestren calles y edificios, mucho hace con permitir que llegue un grupo de vándalos, delincuentes y les apedreen los escudos o los cascos a los elementos de seguridad, mucho hace con no contestar –malamente- las agresiones de que son objeto los policías.
Las fuerzas de seguridad están para garantizar que nadie viole la ley, y si es necesario, utilizar la fuerza para someter a cualquiera.
Si no, ¿qué justificación tienen de existir?
Es hora de que las autoridades tomen las cosas por la cabeza, el toro por los cuernos, los asuntos como se debe, y nos regalen, en un acto de honestidad y profesionalismo, una actitud congruente: no dejen que esos delincuentes dañen la integridad de las familias de quienes no nos supieron representar.
Es hora de detener los actos vandálicos disfrazados de protestas. Qué bueno que se proteste, pero dentro de la ley, que se exhiba a los malos mexicanos y se les exija que respondan, pero sin violencia, porque entonces, es hora de que la justicia haga acto de presencia, aunque sea por única vez.
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Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!