MAL, muy mal que las autoridades de los tres niveles de Gobierno autoricen que museos, centros culturales, edificios históricos o instalaciones consideradas como patrimonio de la humanidad sean utilizados para la práctica de eventos sociales.
A nivel federal, por ejemplo, no parece justificable que las ruinas arqueológicas de Chichen Itzá, allá en el estado de Yucatán, sean convertidas en centros de espectáculos para la presentación de tenores o sopranos.
Independientemente del grado cultural, objetivo y calidad del artista, la autoridad federal no debiera autorizar que ese tipo de instalaciones ancestrales sean convertidas en un centro de diversión, generalmente, con fines de lucro.
Ya organismos defensores de lugares históricos han elevado su protesta para impedir ese tipo de espectáculos en ruinas arqueológicas, por considerarlas un acto violatorio al patrimonio histórico.
Desde luego que no les falta razón a quienes piensan que esas actividades, matizadas de alto valor artístico y cultural, en todo caso deben ser promovidas y realizadas en otro tipo de instalaciones, ya sean públicas o privadas.
Otro ejemplo, contemplado dentro de la jurisdicción estatal, es lo que muy seguido sucede en el Museo de Arte Contemporáneo de Tamaulipas (MACT), en donde, igualmente, ese espacio para la promoción del arte y la cultura se convierte en un escenario para todo género de actividades sociales fuera de contexto.
Nada tiene que ver la realización de un suntuoso festejo por aniversario de XV años, por citar un caso concreto, con la promoción de actividades que enriquezcan el acervo cultural de los tamaulipecos.
Desde su creación a cargo del arquitecto MARIO PANI, el entonces Museo del Maíz, ahora convertido en el Museo de Arte Contemporáneo de Tamaulipas, bajo resguardo estatal, hasta el trienio antepasado cumplía con su objetivo, que es un natural abrevadero de la cultura por las distintas exposiciones artísticas nacionales y extranjeras.
Por respeto a un espacio promotor de esa categoría de valores, es necesario que el gobierno del estado de Tamaulipas prohíba terminantemente que se autoricen eventos sociales en esas instalaciones destinadas exclusivamente para el fomento de la cultura y las artes.
Lo mismo ocurre en edificios históricos y culturales bajo la tutela de administraciones municipales, en donde se atenta sin rubor alguno al valor histórico.
A partir de su remodelación, que costó varios millones de pesos al erario municipal durante el trienio de BALTAZAR HINOJOSA OCHOA, el Museo Casa Mata se ha convertido en centro predilecto para la realización de bodas, quinceañeras, cumpleaños y todo tipo de celebraciones sociales.
Obviamente, no para todo el público, sino enfocado solamente a un sector pudiente de la sociedad.
Indebidamente y de manera irresponsable, desde la pasada administración municipal y en lo que va de la actual, esa práctica continúa sin que ninguno de los representantes populares en el parlamento local haya osado tan siquiera cuestionar esas autorizaciones.
Entiéndase, el Museo Casa Mata es propiedad de todos los mexicanos y de todos los matamorenses, en sus instalaciones se encuentran bajo resguardo muchos siglos de historia de la ciudad y la región.
Por lo tanto, lo mismo que el Museo Agrario, deben considerarse como centros sagrados, no desde el punto de vista religioso, sino en honor y memoria de quienes hicieron historia.
Para la realización de bodas, quinceañeras o cualquier otro tipo de evento social existen instalaciones municipales que pueden ser utilizadas para esos fines, además de los salones privados.
Resulta un atentado a la historia de Matamoros que, incluso, en ocasiones, algunos organizadores de eventos vistan esas históricas instalaciones con publicidad de marcas cerveceras o refresqueras.
El Centro de Convenciones Mundo Nuevo sería, en todo caso, el lugar ideal para que las arcas municipales se vieran favorecidas con alguna utilidad por concepto de renta.
Pero lucrar con un edificio histórico, de plano, es no tener el menor criterio para diferenciar lo histórico, artístico y cultural de lo meramente socialero que sólo alimenta el ego ciudadano.
BALTAZAR HINOJOSA OCHOA, EDGAR MELHEM y LETICIA SALAZAR VAZQUEZ, diputados federales por esta región, tendrían un buen tema para una iniciativa tendiente a legislar sobre el uso de Museos, Centros Históricos e instalaciones consideradas como patrimonio de la humanidad.
Por su parte, JESUS TAPIA FERNANDEZ y VICTOR ALFONSO SANCHEZ GARZA también podrían promover lo mismo en el Congreso Local, para eliminar esa práctica atentatoria de edificios históricos y culturales que los convierte en simples salones sociales.
Normar la utilización de esa clase instalaciones para la difusión de actividades artísticas y culturales se hace cada vez más necesario para impedir el avance de su uso por amiguismo o compadrazgo, muy natural por cierto, en la cultura azteca.
Los señores legisladores tienen la palabra.
Y hasta la próxima.
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