Entre Nos/Carlos Santamaría Ochoa *¿Delincuentes?

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Sin lugar a dudas, es curioso saber que mucha gente puede ingresar al poco selecto grupo de los que infringen la ley, es decir, delincuentes, sin el menor asomo ni preocupación, ya que es muy probable que, a sabiendas de saber lo que son, sigan impunes y con la idea de seguir delinquiendo.
La Real Academia española define la palabra delito como “culpa, quebrantamiento de la ley; acción o cosa reprobable, acción y omisión involuntaria o imprudente penada por la ley”.
Lo anterior nos lleva a la conclusión de que quien se conduce fuera de lo establecido por las leyes es un delincuente: una persona que no respeta las luces rojas del semáforo está faltando a la observación de un reglamento que regula el tránsito y que ha establecido colores para las preferencias. Es un delincuente quien no respeta la ley, aunque suene fuerte, y decimos lo anterior porque también somos afectos en nuestro país a considerar que las palabras o adjetivos fuertes no los merecemos.
Somos muy dados a pensar que la gente es “medio loca, medio ladrona, o como decía aquella persona del chiste: “medio embarazada”. En estos casos, o se es o no se es, no hay medias tintas, y si una persona toma lo de otros, consciente de que no tiene autorización, está robando, y quien roba, sencillamente es un vulgar ratero, ladrón o como le quiera decir.
En la política hay mucho de eso, y lo sabemos porque no podemos concebir que haya delitos que no se castiguen si no hay queja previa.
Vamos a explicarlo de otra forma: el derecho libera a muchos individuos que cometen delitos por el simple hecho de que se requiere según la ley que alguien se queje, denuncie, que se interponga una querella, pues, y cuando la gente no tiene la voluntad de hacerlo, el delincuente sigue siendo eso, pero con libertad y sin saberse obligado a pagar su culpa.
En estos términos, suponemos que hay delincuentes que viven en la impunidad por todas partes. En Tamaulipas tenemos, por ejemplo, a un ex alcalde que tiene pendientes sus tres cuentas públicas, dado que se dedicó, según los que revisaron las cuentas, a enriquecer a sus familiares, a sus cuates y a sí mismo.
En los últimos meses se dedicó inclusive a robar terrenos que estaban a nombre de su esposa, y con la arbitrariedad que todos conocemos, quiso hacer valer un derecho que se ha mal entendido.
Existe para este tipo de delincuentes un término que les ampara para seguir siéndolo: el fuero.
Volviendo con la Real Academia, lo define como “privilegio y exención que se concede a una persona”, es decir, cuando hablamos de que los diputados tienen “fuero”, entendemos que tienen el privilegio de ser amparados para no ser detenidos de manera abrupta, figura que se estila mucho en ciertos regímenes políticos.
Bien, pues ese privilegio ha hecho que un diputado tamaulipeco quebrante todo ordenamiento legal, y más ahora, que se ha dedicado a romper de nuevo la ley, en este caso, la referente a procesos electorales.
El diputado García Cabeza de Vaca ha comenzado su pre campaña política en pos de la gubernatura, en tiempos en que la ley no lo permite. Eso, como lo podemos concluir luego de ver los términos de nuestro lenguaje y la ley, es un delito.
Lo anterior nos lleva a concluir que tenemos un diputado delincuente, porque no respeta la ley, porque se ha apropiado de recursos que no le corresponden, porque no ha sabido explicar el destino de muchos millones de pesos que, bajo su responsabilidad, se suponen en cuentas particulares, cuando eran del erario público.
Y ahora, el mismo personaje viola la ley y pone espectaculares en distintas partes del estado, hace una campaña política violando inclusive los reglamentos de su propio partido, más los generales del estado. No ha sabido respetar la ley.
En este sentido, el presidente del Instituto Estatal Electoral de Tamaulipas Miguel Gracia Riestra asegura que no se puede castigar a un delincuente electoral si no hay una denuncia de por medio.
Es cuando pensamos en que la ley no es muy justa que digamos: todos hemos visto la flagrancia con que se conduce el individuo, sin embargo, si nadie impone una demanda, el ahora diputado podrá ser de esos delincuentes que no serán castigados.
A veces, a la gente le parece tan intrascendente el delito que comete una persona que no lo denuncian porque consideran que ni siquiera eso vale la pena, y puede ser el caso que nos ocupa, pero de que está violando la ley, no nos queda la menor duda.
¿Qué hacer? Imagine el lector que pudiéramos ser gobernados por una persona que, siendo representante popular, siendo uno de los que hacen las leyes, simplemente, viola cuanto ordenamiento considera pertinente. ¿Merecemos esos representantes, esos políticos, esos diputados?
Como decían los chicos de hace muchos años: “¡Cruz, Cruz! O sea: Dios nos libre, dicho en otras palabras.
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Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!

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