-Informalidad: fenomenologia
-El fracaso de la economía formal
-El gran refugio del desempleo
En columnas anteriores cuando analizamos el impacto de la crisis económica en México y el perfil restrictivo de la política fiscal propuesta para 2010 advertimos que la economía informal tendría un ritmo de expansión más acucioso como cuando el adelgazamiento del Estado y la crisis de finales de 1994 y principios de 1995 sacó mucha gente a la calle.
Vamos a una nueva oleada de auge en la informalidad, esa otra economía paralela de significativo impacto en las actividades económicas formales.
Al fenómeno de la informalidad se le pueden realizar sendos diagnósticos desde distintas vertientes tales como: 1) Se habla de la informalidad a partir de las relaciones de producción. 2) Partiendo de la naturaleza de las actividades laborales. 3) Por su detección en los canales de distribución. 4) Acerca de la estimación económica del daño provocado por la evasión del pago de impuestos, rentas, contribuciones, contratos laborales y desviaciones en la seguridad social.
La informalidad, a partir de la naturaleza de sus actividades laborales, es minuciosamente estudiada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con la visión de que “son trabajadores informales aquellos por cuenta propia (con la excepción de las profesiones liberales), los familiares no remunerados, el servicio doméstico; empleadores y empleados de pequeñas empresas”.
Al ser las mercancías y el trabajo de las personas las manifestaciones más visibles de la informalidad, en los últimos años hay un énfasis en las relaciones laborales informales y en sus contribuciones en las economías.
En 1998, la Comisión Europea bautizó al trabajo informal como “trabajo no declarado” para referirse a “cualquier actividad retribuida que es legal en cuanto a su naturaleza pero que no se declara a las autoridades públicas”.
La Comisión Europea estimó que las actividades informales significan entre el 7% y el 16% del PIB de la UE y que el trabajo no declarado genera puestos de trabajo entre el 7% y el 19% del empleo total declarado.
Siguiendo la naturaleza de las actividades laborales encontramos la herencia de Keith Hart (1973) a quien se le atribuye el término de “sector informal” al estudiar en la década de los setenta la migración campo-ciudad en Ghana y notar la formación de cinturones de miseria que al mismo tiempo encontraban en la realización de actividades informales una forma de subsistencia.
Es interesante que en la misma época la OIT utilizó por vez primera el término “sector no estructurado” para resumir “las actividades de los trabajadores pobres que no eran reconocidas, registradas, protegidas o reguladas por las autoridades públicas”.
A COLACIÓN
Por su enorme peso dentro de la Población Económicamente Activa (PEA) a nivel mundial, se estudian distintas vertientes para valorar si es loable extender los esquemas diseñados de protección y seguridad social del sector formal de la economía hacia el sector informal laboral.
Se habla de un dilema del sector no estructurado, en referencia al término acuñado por la OIT, que busca reconocer una serie de beneficios a las economías que compiten en los mercados externos por mantener una población laboral informal pero a la que el organismo urge a la protección mediante la reglamentación y extensión de la protección social.
De allí el dilema al que se enfrentan los países donde la masa laboral se encuentra nutrida de un considerable número de mano de obra que al no costarle nada al patrón, ni al Estado, significan una fuente relevante de ahorro de costos.
En pugna hay una corriente impulsada por los países más desarrollados que pide la flexibilización laboral del sector formal para evitar la continúa expansión de los empleos informales y otra que aglutina a las naciones en vías de desarrollo que se decantan a favor del reconocimiento de los “sindicatos de la informalidad” como una senda hacia el empleo decente.
Por ejemplo, Abdou Maigandi, secretario general de la Unión de Sindicatos de los Trabajadores de Nigeria (USTN), defiende “dar voz a los miles de trabajadores del país que actualmente se emplean en la economía informal”.
Al respecto, Hernando de Soto, Enrique Ghersi y Mario Ghibellini (1992) testimoniaron en el libro “El otro sendero”, que la economía informal del Perú alcanzaba en 1986 el 60% de las horas-hombre trabajadas.
SERPIENTES Y ESCALERAS
Si bien es cierto que hasta mediados de la década de los ochenta los primeros contextos empíricos de la otra realidad laboral no hacían distingo alguno, con el tiempo las investigaciones han ido avanzando en la introducción de estudios de género, agrupación por edades y nivel de escolaridad para organizar bases de datos en las que son incluidas características con las cuales se identifican los patrones particulares.
Algunos resultados arrojados en los albores del siglo XXI permiten ubicar la gravedad de la desprotección social en la informalidad laboral, de cara a un futuro preocupante, al identificarse que el trabajador informal es predominante mujer.
De acuerdo con el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer y la Red Global Mujeres en Empleo Informal, globalizando y organizando en el mundo más de la mitad de cuantos realizan actividades informales son mujeres. El avance en la precisión de estos datos permitirá elaborar políticas comunitarias y de seguridad social de género.
Ahora bien, por el lado de estudiar a la economía informal a partir de su detección en los canales de distribución o partiendo de una estimación económica del daño que se provoca por evadir impuestos, pago de rentas, contribuciones, contratos laborales, el Banco Mundial define a la economía informal como “el intercambio de bienes y servicios no registrados con exactitud en las cifras y en la contabilidad gubernamental”.
En este sentido el gobierno en México ha establecido distintos mecanismos para comenzar a recaudar una parte de lo que mueve la informalidad estableciendo por ejemplo impuestos dirigidos a los depósitos bancarios en efectivo. El IDE le ha dado un excelente resultado en términos recaudatorios a Hacienda y no tarda en tomarse de ejemplo para otros muchos países aquejados por la creciente presencia de la economía informal.
*Economista y columnista especializada. Con estudios de doctorado por la Universidad de Alcalá, tiene dos libros publicados y participa en distintos foros de radio y televisión con opiniones sobre educación financiera, economía y finanzas personales. Puede contactarla en: [email protected]