POR LA ESPIRAL/Claudia Luna Palencia

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-La trampa del crédito
-Familias emproblemadas
-Aprender de la crisis

La tarjeta de crédito debe ser un instrumento que nos permita contar con un historial crediticio sano, sirva de apoyo para una emergencia, efectuar una reservación en línea para un hotel o alguna agencia; también para aprovechar alguna buena oferta como la compra de un bien con varios meses sin intereses.
El dinero de plástico debe ser usado como una herramienta de auxilio, de apoyo, nunca llegar al punto de caer en una trampa de asfixia para las finanzas personales o familiares.
Constantemente desde esta columna insistimos en la recomendación de cuidar la forma de administración de los ingresos personales, nivelar los gastos y vigilar muy de cerca el endeudamiento.
Primordialmente antes de tomar una decisión de compra es mejor detenernos a pensar qué forma de pago conviene más. Ante todo ser un consumidor racional y no un consumidor compulsivo atrapado por una necesidad mercadólogica, compulsiva y consumista.
Si a lo largo de estos once meses del año transcurridos se habla de un millón de personas con graves problemas de endeudamiento con sus tarjetas de crédito y de otro tanto cercanos al punto de dejar de pagar y caer en morosidad, me preocupa la llegada de uno de los meses donde más se incentiva el consumismo de la gente.
El mes de diciembre podría darle la puntilla a mucha gente que siga facturando contra su tarjeta de crédito gastos como regalos, cenas, juguetes, etc.
Si usted amigo lector atraviesa la situación de tener fuertes presiones de liquidez, su tarjeta de crédito está casi al límite, cada vez le cuesta más llegar al final de mes y por supuesto juntar para cubrir el mínimo, piénselo muy bien antes de que en diciembre decida llegar al tope de su tarjeta porque recuerde que después vendrán meses, al menos tres, donde la cuesta implica que todos los servicios costarán más caros.
A COLACIÓN
En buena medida, la gente acepta y busca el crédito de plástico porque prevalece la idea inequívoca de utilizarlo como una extensión del salario.
Cuando la nómina quincenal o mensual del trabajador es insuficiente para cubrir sus necesidades muchas veces se recurre al crédito de plástico a fin de compensar el ingreso.
No hay nada más peligroso, en la bonanza como en la crisis, creer que una tarjeta de crédito complementa o alarga el salario.
En la crisis, las personas y las familias pasan más problemas cuando tienen varias deudas en comparación con otras que no lo tienen.
Esta situación prevalece en la actualidad y dificulta por ende, que los programas de reestructura de adeudos instrumentados por los bancos tengan el éxito esperado porque hay personas con más de una tarjeta y a veces utilizan una para ir pagando la otra.
Cuando hay más de una se dificulta la recuperación de cartera y es improbable que el cliente se ponga al corriente en una y no en las otras por ello es que la Asociación de Banqueros de México (ABM) debería idear un programa de consolidación de adeudos en tarjetas de crédito y de reestructuración en todo el conjunto.
Además se ha demostrado que cubrir el mínimo no es suficiente ayuda sí para evitar un reporte negativo en el Buró de Crédito, la complejidad para el deudor deriva de que los intereses comiencen a ahogarlo.
A veces hay que vivirlo en experiencias cercanas para tomarlo de escarmiento.
Todavía recuerdo en 1994 cuando inicié mis pininos en el periódico El Financiero, un compañero de oficina con apenas un año de contrato laboral presumía de sus múltiples tarjetas de crédito bancarias, tiendas departamentales y de autoservicio.
Afortunadamente yo no tenía ninguna y él tenía ocho cuando sucedió la debacle del peso respecto al dólar en diciembre de 1994 e irrumpieron una serie de devaluaciones, fuga de divisas y las tasas de interés comenzaron hacia una escalada.
En junio de 1995, mi compañero de oficina se declaró en bancarrota, debía dinero en todas las tarjetas, su sueldo era insuficiente para cubrir el mínimo de las primeras cinco y la deuda crecía exponencialmente producto de las tasas de interés que llegaron hasta el 110 por ciento.
Los costos por morosidad le dieron la puntilla, por no olvidar que temió perder el empleo cuando el periódico anunció el primer recorte de personal.
Finalmente, tras mucha tensión, las decisiones que tomó fueron duras pero su urgencia personal lo demandaba: como no tenía ahorros y sus ingresos eran insuficientes para saldar sus deudas, recurrió a vender el coche regalo de graduación de sus padres y utilizar el dinero para cancelar la deuda de las tarjetas.
De la lección de la crisis de 1994 y 1995 aprendió que más de dos tarjetas de crédito son un problema latente, “una bomba de tiempo”, ningún crédito debe exceder el margen del 25% al 30% del ingreso mensual neto. Es una regla que toda persona debe recordar en tiempos de crisis y de bonanza cuando el espejismo hace que todo sea más fácil.
Y es que si el sueldo es de diez mil pesos mensuales y de entrada se deben tres mil pesos fijos cada mes y tiene otros adeudos como el crédito del coche; el resto tiene que repartirse entre la manutención personal o en muchos casos familiar, más el pago del alquiler y de los otros gastos variables.
Por ende, una razón endeudamiento mensual/ingresos mensuales superior al 40% arroja un coeficiente que entre más se acerque a 100 implica una mayor descapitalización de las finanzas personales, porque no basta entonces con el salario mensual sino que deben buscarse otras formas de ingreso incluyendo deshacerse de los bienes sujetos a depreciación que primeramente coadyuvan a reducir la tensión sobre de la liquidez personal.
Así es que el termómetro deudor de las personas sube en la medida en que el ingreso va debilitándose contagiado por la fiebre del pago de varias deudas en tarjetas de crédito más el crédito hipotecario; crédito automotriz y otros créditos al consumo o la compra de electrodomésticos y ropa a plazos. Con todo, muchas personas tienen comprometido más del 70% de su ingreso mensual para pagar lo que deben. Viven totalmente asfixiados.
Por tanto conseguir un crédito puede ser relativamente fácil, deshacerse de él demasiado difícil. La actitud de las personas frente a éste debería ser una lección a la que los bancos dediquen mayor atención antes de conceder con total parsimonia una tarjeta de crédito.
. *Economista y columnista especializada. Con estudios de doctorado por la Universidad de Alcalá, tiene dos libros publicados y participa en distintos foros de radio y televisión con opiniones sobre educación financiera, economía y finanzas personales. Puede contactarla en: [email protected]

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