CARLOS LÓPEZ ARRIAGA/INTERIORES *Gobernadores poderosos…

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Cd. Victoria, Tam.- El informe anual de EUGENIO HERNANDEZ se ubica en la víspera de un proceso sucesorio y mucho se comenta sobre la inusual solidez con que el gobernador de Tamaulipas llega a su quinto año de gestión, luego de dos carros completos sucesivos en los más recientes comicios federales y locales.

Sus colaboradores más cercanos atribuyen esto a una eficaz tarea de gobierno aunque necesario es entender el proceso histórico tan peculiar que ha devuelto al PRI la condición de partido “casi único” en muchas entidades.

El fenómeno es bastante más amplio y obedecería a una recomposición del poder que tiene por antecedente más añejo el equilibrio de fuerzas que arrojó por saldo la pacificación del país, cuando la Revolución “se bajó del caballo” para edificar el gran pacto institucional, mediante acuerdos fincados en instancias regionales.

Había que apaciguar a los millares de alzados en armas y darle un rumbo cierto a la poderosa energía social que derribó al Porfiriato y cambió de tajo la propiedad de bienes y potestades en buena parte del territorio mexicano.

Entonces se creyó necesario tejer una densa red de controles regionales supervisados desde el centro político nacional y sobre cuyos operadores descansaba la tranquilidad de localidades, comarcas, comunidades rurales y urbanas.

Hombres fuertes que recibieron, según el caso, diversos motes: líderes morales, patriarcas o, en el peor de los casos, simples caciques de horca y cuchillo, con los cuáles tenían que negociar, indefectiblemente, los gobernadores.

Al paso de los años, los primitivos cacicazgos regionales devinieron en ínsulas de poder civil, en los más diversos órdenes de la vida social, sindical, burocrática, comunal, gremial, partidista y hasta en las parcelas de poder que estructuraron el quehacer educativo y universitario.

Para mediados de los ochentas, como un moderno GULLIVER, el sistema político mexicano se encontró atrapado por centenares de pequeños cotos de poder que limitaban seriamente las posibilidades de maniobra del régimen presidencial y sus gobernadores.

Empezó entonces un viraje gradual, al principio imperceptible, en la correlación de fuerzas que hasta entonces imperó entre los responsables legales de ejercer la política y los poderes fácticos aldeanos.

Con MIGUEL DE LA MADRID en Los Pinos y AMERICO VILLARREAL en Casa de Gobierno empieza ese paulatino distanciamiento hacia dichas parcelas regionales de poder que en Tamaulipas encontraban su mejor ejemplo en personajes como AGAPITO GONZALEZ CAVAZOS, PEDRO PEREZ IBARRA, LETICIA CAMERO, GERARDO GOMEZ CASTILLO y JOAQUIN HERNANDEZ GALICIA, aunque este último montado sobre una cúpula de resonancia nacional.

La propia vida universitaria se encontraba estructurada en un puñado de poderosos patriarcados ante cuyo rector los gobernadores debían negociar en condiciones casi paritarias, todo en aras de la estabilidad social.

Con la llegada de CARLOS SALINAS y el posterior advenimiento de MANUEL CAVAZOS, la estrategia de ruptura cobró un papel más activo.

Es bajo la administración implacable de SALINAS cuando personajes como HERNANDEZ GALICIA, BARRAGAN, PEREZ IBARRA y hasta don AGAPITO son alcanzados por el brazo de la justicia, para ser desarticulados sus respectivos imperios.

La privatización de los ingenios desarmó en Mante a LETY CAMERO y el otrora todopoderoso Gremio Unido de Alijadores declinó de manera natural con el fallecimiento de su líder GERARDO GOMEZ CASTILLO.

Para cuando arriban los subsiguientes regímenes de ZEDILLO y YARRINGTON el descabezamiento de estos grupos locales se encontraba ya muy avanzado.

Sólo restaba darle la puntilla a los liderazgos universitarios, mismos que fueron sustituidos por estructuras administrativas marcadamente institucionales, es decir, despersonalizadas y, en buena medida, anónimas.

Paralelamente, la instrumentación de modelos más sofisticados de operación electoral (y, cuando se pudo, de cooptación) fue desarticulando los barruntos surgidos en municipios como Victoria (GUSTAVO CARDENAS, LYDIA MADERO), Tampico (DIEGO ALONSO HINOJOSA, CARMEN BOLADO), Madero (el quinismo), Matamoros (SAMPAYO) y también en Río Bravo, donde la repentina muerte de JUAN ANTONIO GUAJARDO no hizo sino culminar un proceso de obsolescencia política observado desde los años previos.

En el plano nacional, el arribo de VICENTE FOX en el año 2000, lejos de debilitar a los gobernadores priístas los fortaleció sustantivamente.

Se convirtieron, de facto, en los presidentes de cada Estado, pues con la naciente era de la alternancia ya no tendrían que rendir cuentas a las antaño temibles instancias del viejo régimen como Palacio Nacional, Gobernación o el CEN tricolor.

Como un efecto secundario pero significativo, dicha transferencia del poder de Los Pinos a las gubernaturas volvió inoperantes a las mafias de grillos tamaulipecos que medraban del aparato público en el Distrito Federal.

Por eso hoy, cuando ya todo mundo sabe que la decisión sucesoria se toma en la capital del Estado, ningún peso tienen individuos como MARCO BERNAL (CNOP), CRUZ LÓPEZ (CNC) y CARLOS FLORES RICO (Movimiento Territorial), entre otros.

Ciertamente, los buenos resultados que hoy ofrece el gobierno de EUGENIO contribuyen sustancialmente a la ventaja avasallante que tiene el PRI en la víspera de un proceso electoral.

Pero también es necesario comprender el complejo proceso de redistribución del poder a escala nacional que en el último cuarto de siglo hizo factible este fenómeno. En aras de la cordura, una visión amplia y objetiva será lo más aconsejable para todos.

BUZON: [email protected]

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