Entre Nos/Carlos Santamaría Ochoa *Paparazzis

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Las figuras tienen muchas cosas a favor en su vida… pero también en contra.
Hace muchos años, cuando el columnista laboraba para El Heraldo de México, en una entrevista con Gualberto Castro comentaba el cantante: “no te imaginas lo difícil que es, por ejemplo, salir a comer con tu hija; no tienes privacidad, no puedes estar un momento a solas porque la gente te saluda, te pide autógrafo, te dice, te llama… no es fácil vivir así”.
Y Gualberto tenía una hija bellísima –Altia- que era modelo en aquel entonces, de forma tal que llamaban la atención la bella y el genio de la canción, y siempre era difícil para ellos salir, aunque no eran tiempos como los que vivimos, llenos de inseguridad.
Hoy, tocó a Cuauhtémoc Blanco vivir una experiencia similar, al estar prácticamente vigilado por unos individuos que resultaron ser, uno de ellos, un fotógrafo para diversos medios, de los conocidos como “paparazzi”, y que en otras partes se les denomina “free lance”, porque desempeñan la profesión con más dignidad, decoro y honestidad que los primeros que se ufanan en atacar y atracar con una cámara fotográfica a los demás, sin piedad ni misericordia.
¿Qué son los paparazzi?
Es una palabra de origen italiano, que se emplea para denominar al que tiene una conducta de fisgón, entrometido, sin escrúpulos, mientras ejerce su oficio de fotógrafo, según Wikipedia, aunque en la práctica se denomina así a los delincuentes con cámara.
Hay distintas denominaciones y definiciones, pero todas coinciden: son un grupo de delincuentes expertos en fotografía cuyo modus vivendi es el invadir la privacidad de quienes tienen vida pública dentro del arte, la farándula, la política u otras actividades que requieren manejo de imagen pública”, y que viven de extorsionar, de invadir, de violar, de delinquir con permiso, con una credencial de prensa, haciendo lo que les place sin limitación alguna que el que hayan cansado a alguien y éste decida hacerse justicia por mano propia.
El “Cuau” ha vivido una persecución de dos días; hay que imaginar si en lugar de un “fotógrafo” fuera alguien de una banda de secuestradores, ¿quién sabe qué era?
Es difícil, cuando uno es perseguido, saber si es un fan, un admirador, un cobrador, un amigo, un fotógrafo o un delincuente; nadie se pone la credencial para hacer lo que desea.
Ya el colega Sebastián Rodríguez padeció hace años la psicosis que había contra los que nos dedicamos a la fotografía, al ser detenido inclusive por policías municipales, y todo porque necesitaba su fuente de empleo una imagen de niños saliendo de la escuela.
Para eso, la sociedad castiga a los que “osamos” tomar la foto en la primaria, pero, cuando alguien invade la vida de algún artista, no pasa nada, no hay delito.
Recuérdese la muerte de la princesa Diana de Gales, producto de la persecución de un paparazzi por lograr una imagen privada que pretendió hacer pública… y ocasionó la muerte de un ser humano.
Olvídese si era princesa, reina, cantante o político quien venía en el auto, el caso es que hubo una persona muerta, y eso, los “paparazzis” no lo entienden.
Lo que ha sucedido con Cuauhtémoc Blanco debiera ser motivo para que la ley se cambie y quien invada las esferas privadas sea sujeto a acciones judiciales severas.
Porque todo resulta: vaya usted a fotografiar a ciertas personas célebres e inmediatamente salen sus guardaespaldas, le quitan la cámara –que eso se llama robo-, le amenazan y algunas veces le disparan.
¿Por qué tenía “Cuau” que aguantar a dos tipos que parecían delincuentes?
Esta reflexión debiera servir para todos.
Es tiempo de parar a esos imprudentes obreros de la cámara, porque no se les puede llamar fotógrafos cuando violan todo orden profesional y ético. Es tiempo de poner un límite a la abusiva invasión de la privacidad.
En la Universidad enseñamos a los estudiantes de la materia de periodismo que la privacidad es sagrada, de un lado a otro, de cualquier parte, y los periodistas o fotógrafos pueden entrar cuando se los permitimos.
No se vale eso de que, “estaba ahí, en lugar público”, o sea, ¿no pueden salir a comprar un refresco o una camisa sin ser molestados, solo por el hecho de que andan en un sitio público?
No se vale, sinceramente, porque nos pone en peligro y sobre todo, no tenemos una idea de las intenciones de quienes nos siguen, aunque, tratándose de “paparazzis”, no se justifica, son delincuentes escudados en una cámara y su “profesión”.
Esos, debieran castigarlos muy severamente.
El columnista es fotógrafo de prensa, discípulo del maestro Cándido Mayo, de quien aprendimos a conducirnos con ética, responsabilidad y profesionalismo, sin dejar de ser los críticos reporteros gráficos de antaño, que buscábamos la noticia, pero respetábamos al ser humano.
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Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!

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