Hugo Reyna/EnLíneaDIRECTA
Reynosa, Tamaulipas.- Tan pronto sus nombres fueron ingresados a la rueca sucesoria que cada seis años se repite desde el más viejo de los recuerdos de los tamaulipecos, Rodolfo Torre Cantú y José Manuel Assad se han convertido en una suerte de príncipes herederos a un trono que no termina de heredarlos y que recorren los eventos políticos investidos de un aura que todo lo domina, pero que se controla ante la presencia de quien aún sigue reinando en la entidad.
Es pues el rito ancestral del cetro que se anhela, pero que es necesario esperar los tiempos que la sucesión determine, en un evento de asistencia común al cual como suele ocurrir llegaron juntos, el diputado federal y el titular de educación en el estado, apenas cruzaron la puerta del recinto sede del consejo político estatal del PRI y de inmediato innumerables brazos ávidos de tocarlos se extendieron por los aires, manos ansiosas de ser saludadas y miradas que se entrecruzan y se hablan en códigos secretos indescifrables, aun para los protagonistas que se limitan a dejarse “apapachar” melosamente.
Avanzan con paso pausado rumbo a los módulos de registro, en donde piden ser registrados como cualquier simple mortal, apenas se cumple el requisito y vuelven a montarse a su Olimpo particular que los encumbra y anhela en el poder, pero que se resiste veleidosa cual musa.
Son los príncipes sin trono que recorren las marquesinas políticas sin triunfo aún, pero conscientes de que ellos estarán en la decisión final que vendrá en su momento, quizás después de las festividades decembrinas.
El ambiente es tenso los cielos se encapotan de incertidumbre y desesperación, cunde el pánico en todos, pues no saben a quien agasajar con tarjetas de fin de año y regalos o presentes a manera de “no me olvides”, la espera lejos de atemperar se hace insoportable, sólo que tendrán que aguardar el momento desde el reino las señales son claras y contundentes una advertencia de contraer “pulmonía” o “calentura invernal” o peor aún la aparición de un “Grinch” puede echar a perder el festejo y el ánimo que cada seis años se repite y se libra testimonio de la vieja memoria priísta que pone a tejer la red cósmica de la araña.