Como la gripe, la soledad es contagiosa

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La soledad, igual que una infección, puede propagarse entre grupos de personas, según una nueva investigación llevada a cabo en Estados Unidos.

Y las mujeres tienen más probabilidades de “infectarse” que los hombres, afirman los científicos de las universidades de Chicago, Harvard y California en San Diego.

Para medir cómo la gente puede transmitir sus sentimientos de soledad a otros, los investigadores usaron datos de un estudio que durante más de 60 años había estado siguiendo las condiciones de salud de más de 5.000 participantes.

Se encontró que la gente solitaria tiende a transmitir sus sentimientos de soledad a la gente que la rodea y con el tiempo, pierde a los amigos y queda cada vez más aislada de la sociedad.

“Encontramos un extraordinario patrón de contagio que provoca que las personas, cuando se sienten solas, queden marginadas de las redes sociales” afirma el doctor John Cacioppo, quien dirigió el estudio en la Universidad de Chicago.

“En esa periferia la gente tiene menos amigos y su soledad provoca que pierda los pocos vínculos que le quedan” agrega el investigador.
Impacto en la salud

Estudios en el pasado han demostrado que la soledad está asociada con una variedad de enfermedades mentales y físicas que pueden acortar la vida.

Por eso -afirma el estudio que será publicado en Journal of Personality and Social Psychology (Revista de Personalidad y Psicología Social)- es importante que se reconozca la soledad de los individuos para ayudarlos a involucrarse con sus grupos sociales antes de que queden aislados de la sociedad.

En la investigación se analizaron los registros del llamado Estudio Framingham del Corazón, que desde 1948 ha estado siguiendo la salud de individuos de esa ciudad de Massachusetts.

Inicialmente el estudio fue establecido para analizar los riesgos de las enfermedades cardiovasculares.

En los últimos años la investigación se ha expandido y ha llevado a cabo pruebas adicionales para medir la soledad y depresión de los participantes.

El equipo de investigadores contactó a los 5.124 participantes cada dos a cuatro años y pidió el nombre de los amigos con quien tenían contacto como fuente de información sobre sus redes sociales.

Con esos datos, más la propia información de los participantes, los científicos pudieron establecer un “patrón de soledad” que se extendía a medida que la gente iba informando de un número más pequeño de amigos.

“Los datos mostraron que la gente solitaria “infectó” con sus sentimientos de soledad a las personas que la rodeaban, y esa gente fue quedando marginada de los círculos sociales” dicen los autores.

“Los amigos de los participantes también experimentaron mayores sentimientos de soledad a medida que éstos pasaban menos tiempo con ellos”, agregan.
Tercera edad y la soledad

Tal como explicó a BBC Ciencia el doctor Eduardo Grande, presidente de la Asociación Argentina de Salud Mental, se sabe que el aislamiento social y la falta de apoyo social pueden comprometer la salud del individuo.

“La soledad tiene una relación con los procesos involutivos cerebrales” explica el psiquiatra.

“Y entre más involución, más enfermedades como la depresión y otras instancias de salud mental”.

Los trastornos como la depresión, dice el experto, conducen a que la gente se aísle de los círculos sociales.

“Yo no lo llamaría “contagio”, pero sí es posible que esos sentimientos provoquen una situación en cadena entre unos y otros”.

“Particularmente en la tercera edad, cuando el geronte es dejado solo por la familia y queda en una situación de difícil ubicación”.

Los expertos creen que las sociedades -particularmente las de occidente- parecen tener una tendencia natural para “despojarse” de la gente solitaria.

“Esto se ve con las personas de tercera edad que quedan descalificadas o despojadas de sus bienes personales y sus logros obtenidos”, expresa el doctor Grande.

“Por eso es tan común la soledad en la tercera edad y esto conduce a la depresión y otras enfermedades”.

Según el experto, es importante que las sociedades reconozcan la situación e intenten evitarla antes de que se propague.

“Los países desarrollados están mejor preparados para tratar con este problema, pero falta mucho por hacer en los países en desarrollo”, dice el psiquiatra.

“Se trata de un problema de salud pública y para resolverlo debe hacer políticas y proyectos para incluir a los gerontes en actividades para que se realicen en su situación”.

“Por ejemplo, con programas de talleres para la memoria, actividades manuales u otras actividades que les ayuden para su integración en la sociedad”, señala.

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