La dieta de los 100 años

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Comer un 30% menos de lo normal sin descuidar los nutrientes esenciales alarga la vida – Pero ¿cómo lograrlo sin pasar hambre? – Los científicos ensayan el ajuste de los aminoácidos

La restricción calórica alarga la vida en todas las especies en que se ha probado, incluidos los monos. Poca gente se sometería a esa tortura, pero hay una alternativa que se empieza a discutir en los laboratorios: comer la cantidad normal, pero ajustando al milímetro el balance de unos componentes esenciales de la dieta: las 20 clases de aminoácidos con que se construyen las proteínas. Uno de ellos, la metionina, parece ser crucial, y un experimento con moscas refuerza ahora la viabilidad de este enfoque.

El secreto de la eterna juventud es pasar hambre. La restricción calórica -comer un 30% menos de lo normal sin descuidar los nutrientes esenciales- prolonga la vida de las levaduras, los gusanos, las moscas, las ratas, los ratones, los perros y los macacos. No se sabe si funcionaría en nuestra especie, pero pocos científicos apostarían en contra. Si hay principios generales en biología, éste parece ser uno de ellos.

La prolongación de la vida no ocurre a pesar de las enfermedades de la vejez, sino a base de retrasar su aparición: la restricción calórica previene en todas las especies -en este caso sí hay indicios en humanos- contra las enfermedades neurodegenerativas, el cáncer y la diabetes, que a su vez es la principal causa del daño vascular y el infarto.

Éstas son las dolencias de la edad. También son las grandes causas de mortalidad en los países desarrollados, como lo serán cada vez más en el resto del mundo, a medida que los países pobres vayan superando las enfermedades infecciosas e importando el patrón occidental de alimentación.

Gran parte de la investigación actual sobre el envejecimiento -uno de los campos más activos de la biomedicina- consiste en buscar alguna forma de imitar la restricción calórica; una forma que no implique pasar hambre durante 100 años. Y también que evite, a ser posible, la pérdida de fecundidad asociada a esta dieta.

El cuerpo está hecho de grasas, azúcares, genes y proteínas. Las proteínas son rosarios de 20 tipos de aminoácidos, y la metionina es uno de ellos. Más aún, es uno de los 10 aminoácidos “esenciales”, los que nuestras células no saben fabricar y por tanto debemos adquirir de la dieta. Otros aminoácidos son el triptófano, la leucina y la asparagina, que debe el nombre a su abundancia en el asparagus (el espárrago) y a una discutible traducción del inglés.

Michael Smith-Wheelock, del centro geriátrico de la Universidad de Michigan, mostró en 2005 que una dieta deficiente en metionina alarga la vida de los ratones, además de retrasar muchos signos de la vejez, como las cataratas, la merma del sistema inmune y la resistencia a la insulina que suele conducir a la diabetes de tipo 2, o asociada al sobrepeso. Los ratones comían la cantidad normal, pero de una dieta con muy poca metionina. Su longevidad aumentó y su fecundidad bajó.

Con 20 aminoácidos distintos hay muchas otras combinaciones que probar, y hacerlo en ratones -que viven tres años- es muy lento. Matthew Piper y Linda Partridge, del Institute of Healthy Ageing del University College de Londres, lo han hecho con la mosca Drosophila melanogaster. Las moscas viven un mes, pero en ese plazo se mueren de viejas. Ver si una combinación de aminoácidos aumenta su vida en un 50% sólo lleva 10 semanas. Presentaron ayer el trabajo en Nature.

Los científicos han partido de una dieta mínima -la condición de restricción calórica que alarga la vida y reduce la fecundidad- y han ido añadiendo uno u otro nutriente. El primer resultado es que añadir vitaminas, grasas o carbohidratos no tiene ningún efecto, ni sobre el aumento de la longevidad ni sobre la reducción de la fecundidad. Por tanto, no es el incremento de calorías en sí mismo lo que reduce la vida.

Pero añadir aminoácidos altera ambos parámetros. Las moscas vuelven a vivir 7 semanas en vez de 10, y aumentan su puesta de unos meros 120 huevos por hembra a los 170 que ponen normalmente las moscas bien alimentadas. Sólo los 10 aminoácidos esenciales tienen ese efecto. Dentro de ellos, sólo la metionina restaura la fecundidad y, de forma inesperada, no acorta la vida.

Esto parece contradecir el resultado anterior obtenido en los ratones -que una dieta pobre en metionina alarga la vida-, pero no es así. Los científicos del University College han comprobado que, si añaden a la dieta mínima de sus moscas una mezcla de los 10 aminoácidos esenciales, la vida vuelve a ser tan corta como con una dieta normal; pero si añaden todos los esenciales menos la metionina, la vida sigue siendo tan larga como con la dieta mínima.

Esto no sólo cuadra con el resultado de los ratones, sino que los aclara: lo que acorta la vida, tanto en los ratones como en las moscas, no es la metionina por sí sola, sino en combinación con otros aminoácidos esenciales. Es el balance entre éstos y la metionina lo que decide el resultado. Una dieta pobre en metionina alarga la vida pero reduce la fecundidad. Una dieta con metionina, pero pobre en los otros nueve aminoácidos esenciales alarga la vida sin reducir la fecundidad.

“La dieta completa aumenta la fecundidad y reduce la longevidad”, concluyen los científicos, “pero a través de distintos nutrientes: la fecundidad aumenta debido a la metionina, y la vida se acorta debido a la combinación de la metionina con otros aminoácidos esenciales”.

Los 10 aminoácidos esenciales son metionina, arginina (requerida sólo en niños), histidina, leucina, isoleucina, lisina, fenilalanina, treonina, valina y triptófano. Nuestras células no pueden producirlos, y por tanto debemos obtenerlos de la dieta.

Los 10 aminoácidos que sí producimos son glicina, alanina, cisteína, aspartato, asparagina, glutamato, glutamina, prolina, serina y tirosina, con una salvedad: la tirosina la sintetizamos a partir de la fenilalanina; luego si la dieta es pobre en fenilalanina, requerimos la tirosina. Si las dietas pobres en metionina -o mejor aún, normales en metionina y pobres en otros aminoácidos esenciales- llegan a extrapolarse a nuestra especie, los nutricionistas van a tener que doctorarse en bioquímica metabólica. Y en estadística combinatoria.

“Los mecanismos que influyen en la longevidad están conservados en la evolución desde los invertebrados hasta los mamíferos”, argumentan Piper y Partridge. “Nuestros resultados implican, por tanto, que los mamíferos también pueden obtener los beneficios de la restricción dietética sobre la salud y la longevidad sin pérdidas de fecundidad, y sin la propia restricción calórica, mediante un adecuado balance de nutrientes”.

Los alimentos difieren mucho no sólo en su contenido total de proteínas -y por tanto de aminoácidos-, sino también en su combinación de aminoácidos. Y la metionina es uno de los que más varían. Abunda mucho más en el pescado y la carne (630 miligramos por cada 100 gramos de filete) que en las frutas y verduras (120 miligramos por 100 gramos de alubias).

Los vegetarianos tienen que compensar su menú para evitar deficiencias de metionina y lisina. El ejemplo más conocido son las alubias (ricas en lisina y pobres en metionina) con arroz (pobre en lisina y alto en metionina). La población general no tiene que hacer tantas cuentas, porque suele comer demasiadas proteínas, con todos sus aminoácidos en sobreabundancia.

La recomendación de la OMS son unos 40 o 50 gramos diarios (según el peso de la persona) de proteína “de buena calidad” (como la carne o las alubias con arroz). Los niños y las embarazadas necesitan más que eso.

El envejecimiento no es una mera consecuencia del paso del tiempo. Los materiales de los que estamos hechos, como las proteínas y las grasas, son los mismos en una tortuga de 200 años, una ostra de 100, un búho (65 años), un mono (50), un león (40), un delfín (30), un caracol (15), un ratón (4) o una mosca, que ya hemos visto que se muere de vieja a las 7 semanas (10 si se ajusta la metionina en su dieta). Y, de forma contraria a toda intuición, el programa genético que hace vivir siete semanas a la mosca es el mismo que le otorga 200 años a la tortuga.

La longevidad es un producto de la evolución. La esperanza media de vida en los países desarrollados se ha duplicado en los últimos 100 años -rondaba los 45 años al empezar el siglo XX- debido a las vacunas, a los antibióticos y al saneamiento de las aguas. El fenómeno refleja la victoria de la medicina occidental sobre las enfermedades infecciosas, un avance que todavía está por llegar a los países en desarrollo.

A diferencia de la vida media, la vida máxima es una constante para cada especie. Las personas que superan los 110 años son tan infrecuentes hoy como en el pasado. El Instituto Nacional del Envejecimiento de Estados Unidos estima que, de los 6.800 millones de habitantes del planeta, “quizá no más de 25 personas superen ahora mismo los 110 años”.

La restricción calórica (o “dietética”, como prefieren llamarla ahora los científicos británicos) no sólo aumenta la vida media de las especies en que se ha probado, sino también la vida máxima, el techo biológico de cada especie. La dieta afecta a la actividad de esos mismos genes que controlan el ritmo de envejecimiento, y hace que un individuo viva más de lo normal. El incremento de vida ronda el 30% en muchos experimentos; a veces alcanza el 50%.

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