Francisco Javier Rosales dice en su columna “Anecdotario” que hay en Tamaulipas “cacicazgos sindicales”, en relación a Francisco Crisanto Colunga que es el dirigente de la sección 10 del Sindicato del IMSS en Tamaulipas, pero su percepción puede ser ampliada a todos los sindicatos existentes en el país.
En México hay una añeja relación entre poder político y sindicatos, claro que no a todos los miembros del sindicato, sino a sus dirigentes que gozan de los beneficios de usufructuar y disponer de las cuotas sindicales.
Esa actitud, está lejos de los objetivos del sindicato, como “asociación de trabajadores constituida para unirse íntimamente con el objeto de defender sus derechos laborales y la conquista de nuevos, fundamentado en la unidad monolítica de los trabajadores ante necesidades comunes de clase explotada”. Nótese el fuerte acento socialista de tales objetivos.
Los sindicatos mexicanos, no cumplen con esa función y aparte, sus líderes quieren ser percibidos y aplaudidos como redentores y protectores de los obreros y empleados que aglutina su organización, esto ha sido así desde que la Confederación de Trabajadores de México surge el 24 de Febrero de 1936 en la Arena Nacional de la ciudad de México, y cuyo primer comité Ejecutivo estaba liderado por Vicente Lombardo Toledano como Secretario General y Fidel Velásquez Sánchez como Secretario de Organización, aunque es justo decirlo, con Lombardo tenía una tendencia socialista y de protección al obrero.
En ese entonces, Álvaro Obregón, con gran visón se acercó a los grupos obreros cuando estos constituían apenas las primeras asociaciones gremiales de artesanos, el impulso y apoyo de Obregón aunado al incipiente pero bien interesado proletariado industrial, y un sindicalismo de orígenes anarquistas propiciaron la expansión de los sindicatos.
Fidel Velásquez en 1937, desplazó a su ala más izquierdista encabezada por Vicente Lombardo Toledano. Fue además, fundador del PRI y quien “destapaba” al candidato presidencial del PRI cada Sexenio.
Durante su mandato vitalicio, la CTM pasó por muchas transformaciones y la más notable es su entrega a las causas políticas priístas y su sumisión a los patrones, tras la muerte de Fidel, la dirección de la CTM quedo en manos de Leonardo Rodríguez Alcaine, líder de los Electricistas Mexicanos, momento que marca el nivel más bajo y corrupto de la CTM ya que coincidió con la llegada al poder de los gobiernos derechistas del PAN, pero aún así logró negociar y en ese contexto abandonar a sindicatos como el Sindicato Mexicano de Electricistas en beneficio del suyo y del interés del Estado.
A pesar de que sindicato viene de síndico y la palabra está formada por el prefijo griego (syn), que significa “con”, más díke) = justicia, de la misma familia que (díkaios) = justo, y otros, podemos entender claramente el concepto de síndicos y sindicaturas como “el que defiende”, pero es claro que la definición no se ajusta al Sindicato, cuando menos en el estado que guardan los sindicatos mexicanos.
En este punto hay una disociación entre síndico y sindicato, porque en el último concepto no hay defensa, hay depredación; pero esa, puede ser una apreciación parcial del autor del presente, por eso es mejor dejar el juicio final sobre los sindicatos a los directamente afectados: los obreros y empleados sindicalizados.
Aunque supongo cuál será el veredicto, es a ellos a quienes perjudican más que defienden, y es a ellos a quienes corresponde poner fin a esta situación cuando lo decidan.
Por supuesto que si el sindicato cumpliera con sus propósitos de ser: Libre, Independiente, Democrático, Participativo, Unitario, Responsable, Realista y Solidario, se justificaría su existencia, pero en las condiciones actuales que guardan los sindicatos mexicanos todos, es claro que no están cumpliendo con esas funciones.
La pregunta es ¿estarían mejor los sindicalizados sin sindicatos?
La respuesta es compleja y difícil, pero valdría la pena probar esa alternativa.
FIN
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Mario