FELIPE HUIXILOPOXTLI CALDERON/Mario Andrés Aquino López

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Huixilopoxtli era el Dios de la Guerra entre los aztecas y pedía más y más sangre, parece que hemos regresado a esa época, luego de que los nuevos guerreros aztecas (léase Ejército y Armada de México) salieron a las calles a teñirlas de sangre por órdenes del nuevo Huixilopoxtli: Felipe Calderón.

Si usted recuerda, antes de poner en las calles a los soldados y marines mexicanos, las muertes se daban entre narcotraficantes, y hasta entre ellos era mal visto que se tocara a la población civil, hoy tienen la justificación perfecta para hacerlo, se defienden y defienden su organización en una guerra, donde las bajas de civiles son “daño colateral”.

Pero todo ello tiene un origen: El desempleo, los bajos salarios y la ignorancia, son determinantes para que los jóvenes caigan en las tentaciones que puede ofrecer el crimen organizado, pero también es verdad que la cultura, los medios de comunicación y la educación tan deficiente juegan un papel definitorio.

Por el lado de la procuración de justicia, si es que existe, hace falta una efectiva investigación legal, infraestructura y herramientas para una lucha que involucre primero la investigación y luego la intervención policial o militar armada y no al revés.

Quienes aseguran que “todos somos culpables”, mienten porque la mayoría de la sociedad no tiene deseos de estar con la angustia de ser blanco de las balas de maleantes, militares o marinos, tampoco desean ser secuestrados o extorsionados.

La sociedad está en contra de las corruptelas a las que funcionarios, servidores públicos, policías, funcionarios de diversos niveles de procuración de justicia, militares y marinos han cedido, los más por interés y unos pocos por miedo.

A propósito de miedo, en la circunstancia que vive el país los ciudadanos comunes vivimos con miedo constante.

Es increíble que los índices de criminalidad y sobre todo el de secuestros, que era tan bajo, hoy esté muy elevado, entretanto, los militares pasan frente a las “casas de seguridad”, al lado de los secuestradores, y a menos que los pongan en un “espectacular”, ni los ven ni los oyen, como dijera Salinas, y a veces, ni con el espectacular o el escándalo.

No podemos entender cómo las televisoras hablan de amor a la sociedad con sus programas altruistas y se prestan a engañar a la población que les entrega su confianza. Cuando el actuar del crimen organizado pone en evidencia que el gobierno nos dice “verdades a medias”, o ni eso.

Las cadenas de televisión presentan a su público la cara que les conviene presentar a los dueños de las televisoras o a las autoridades que han comprado sus conciencias.

Cuando el régimen asesta un golpe pareciera que se ponen de acuerdo los conductores estrellas que parecen extasiados, emocionados con esos golpes, y los productores también parecen estarlo, porque todo los programas o los noticieros se acaban su tiempo en resaltar la nota y la repiten todo el día.

¡Ahora resulta que todos los que toman como prisioneros o matan en son los más buscados, los más peligrosos y hasta jefes de la banda! También cuando matan a miembros del ejército, la armada o la policía federal minimizan el ataque y las consecuencias.

Quizá lo hacen por órdenes de Gobernación, para no provocar caos social o para desmotivar a los delincuentes, pero no es correcto hacerlo.

Por otro lado, tampoco es justo que digan que las personas se tragan el cuento de que el poder ciudadano tomará las riendas de la nación o al menos dictará las directrices futuras.

Esto es una mentira que injuria a una sociedad que se alimenta de miedo, porque ya no tiene pan para comer.

Diversos sectores de la comunidad civil y religiosa han lanzado sus gritos de protesta por la mala dirección que tiene la guerra contra la delincuencia organizada y han pedido a quienes violan la ley y viven fuera de ella, que tengan algo de conciencia y de amor a sus semejantes, pero también aquellos que los persiguen.

Estamos en medio de dos fuegos, de dos opiniones: la oficial o gubernamental y por el otro el crimen organizado que pareciera el dragón de 1000 cabezas, con un poder de reacción y reorganización que ya quisieran las fuerzas federales.

Y en esta condición, no puede San Felipe –convertido en guerrero- protegernos.

Y el pobre pueblo, como siempre con un aumento salarial que se encuentra debajo de la inflación gracias a los grandes comerciantes, con hambre, con frío y con miedo.

En ese contexto de violencia este jueves 18 de diciembre, en Morelia, Michoacán, luego de dos días de dolorosa agonía, murió la niña Anahí Guillén Méndez, de tres años de edad a causa de las lesiones que sufrió por esquirlas de granada.

Esta pequeña, quien estaba en terapia intensiva en el hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social, murió al filo de las 14:30, informó el vocero oficial del IMSS, Fabio Rosales Coria.

En base al parte médico, el vocero de la institución mencionó que las lesiones de las que estaba siendo atendida Anahí Guillén, eran: múltiples perforaciones intestinales y de colon, laceraciones hepáticas, lesión de cadera del lado izquierdo, pérdida parcial del glúteo izquierdo, todo ocasionado por esquirlas de granadas.

Como se recordará, la niña Anahí Guillén Méndez estaba la tarde del pasado martes con su madre, Margarita Méndez, a la entrada de Centro de Protección Ciudadana que se ubica en la colonia Tres Puentes de la Ciudad de Morelia en espera de un trámite ministerial.

En determinado momento, sicarios que cruzaban en vehículos, lanzaron tres granadas de fragmentación de las cuales detonó una, cuyas esquirlas hicieron estragos en el cuerpo de la pequeña, además de herir a su madre y a un elemento de la policía estatal.

Agréguele: Una decena de personas muertas en Durango, en Guerrero ocho cabezas de seres humanos guardados en una sola bolsa de plástico negra, además de los muertos en otras entidades federativas, por supuesto que a eso se le dio difusión porque justifica las luchas callejeras entre militares y miembros del crimen organizado, pero cuando no les conviene, callan; mientras, la sangre sigue corriendo por todo el territorio nacional.

¿Satisfecho Sr. Calderón… o quiere más sangre?

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