Bien dice ese viejo refrán tan popular que desde tiempos de nuestros abuelos se ha mencionado con buen tino en épocas de crisis económicas, que las cosas de antes eran mejores que las actuales, tal vez por más baratas, más accesibles o quien sabe por qué diablos, los tiempos idos fueron materialmente mejores que los de ahora.
El mejor ejemplo siempre lo ha mostrado enero con su temible cuesta de precios altos y carestía de los alimentos más elementales para la supervivencia, pero nunca como hoy la cuesta de enero se había mostrado tan agresiva, gracias a la errónea política económica impuesta por el presidente Felipe Calderón a través de las secretarías de Hacienda y de Economía, las que sin contemplación alguna para los que viven en pobreza extrema en el país, han mostrado su verdadero rostro fascista.
Al elevar los precios de las gasolinas, de manera irremediable el precio del resto de los productos, ya sea alimentos o de tipo suntuario, necesariamente tendrían que subir su precio, tal y como ya ocurrió, por lo que se estima que la inflación para el primer trimestre de este año, será de aproximadamente un 6%, lo que quiere decir que el miserable incremento del 4% al salario mínimo, no solo se pulverizo, sino que decreció en un menos 2%.
Si a ello le sumamos en Tamaulipas el emplacamiento obligado de los vehículos, procedimiento que de manera oficial denominan nuestros funcionarios como ajuste, amén del aumento en todo lo comestible, la verdad es que el gobierno no nos deja otra opción más que la de aguantarnos o protestar, aunque sea de manera silenciosa por tan perniciosos e injustos incrementos, los que lejos de mejorar nuestra situación económica, lesionan el bienestar social de los mexicanos.
Tanto incremento no augura nada bueno para nuestra ecionomia ni para la del país, debido a que nuestra burocracia oficial piensa que debe ser el pueblo elque lleve todas las cargas fiscales y económicas de unas estrategia mal planteada desde el inicio.
El costo social de tan abruptas decisiones tendrá que verse en el corto o tal vez mediano plazo, cuando una sociedad harta de tarto golpe al sustento de sus familias, exija que la expoliación de su economía merme y permita un respiro aunque sea liviano y momentáneo, porque bien dice un dicho y dice bien, que la fortaleza de un país es su gente, y que cuando una sociedad enferma, enferma de igual forma la economía que la sustenta.
En otras palabras. Si la violencia genera más violencia, por consiguiente una crisis llevara a otra crisis más profunda.
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Ayer se celebró el Día del Periodista, festejo que estuvo a cargo de la presidencia municipal, una de las pocas ocasiones en que los colegas del ramo convivimos de manera sana, alegre y sin las presiones del trabajo cotidiano.
Fue una reunión sana, alegre y de deseos mutuos para que este año las cosas mejoren, pero sobre todo, que el ejercicio periodístico cumpla a cabalidad su cometido, que es el de informar de manera objetiva, profesional y honesta, a la comunidad que aun cree en nosotros, sobre todo por lo difícil y peligroso que 1se ha convertido ya el ejercicio del periodismo en nuestro país.
Ser periodista hoy en día ya no es fácil, sobre todo porque las herramientas con que se cuenta facilitan el que la información fluya sin un contenido real de las cosas, y ello hace que el periodista, sobre todo el más joven, el que apenas inicia su labor en las calles, convierta al periodismo en un simple acto reflejo y de impulso, en vez de un acto consciente y de razonamiento.
Veo con cierta melancolía como el tiempo se ha llevado entre su invisible velo lo más preciado que el periodista de antaño, el de esta ciudad, practicaba con denuedo entre las páginas de los diarios locales, lo que eran leídos con entusiasmo por la gente, la que creía aún lo que se escribía entre sus páginas
Ya no se hacen reportajes porque los empresarios argumentan que el costo del papel debe recortar la información para dar lugar a más publicidad, bajo un erróneo concepto de que el costo beneficio de este tipo de empresas, se debe precisamente a la publicidad y no a la información.
Tampoco se elaboran las entrevistas de calidad, ni las crónicas de acontecimientos relevantes; mucho menos notas que ameriten ocupar un espacio en los diarios locales. ¿Qué es lo que nos ocurrió? Es sencillo, se acabo el interés gracias a la censura y a la autocensura, y casi estamos convertidos en obreros de maquiladoras que elaboran de manera industrial, la misma información.
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