Llama la atención no el hecho de que algo suba de precio en una escalada impresionante que se ha registrado durante el mes de enero, sino la actitud de quienes se han dedicado por años –unos durante toda su vida- al negocio de las tortillas y que aseguran que hoy no se puede pensar en recoger ganancias sustanciales, dado que las pérdidas son millonarias.
En ese sentido, Lorenzo Mejía, quien es presidente de los industriales de molinos y tortillerías en el país, y que agrupa a más de 600 mil personas según él mismo lo ha manifestado, pone la voz de alerta en el sentido de que muchos de sus agremiados dejarán el negocio y por ende, de ganar dinero.
Habla Mejía de los subsidios y de la cadena que existe para que el producto final –la tortilla, la gorda, pues- llegue a nuestra mesa, y explica que hay subsidios para los que manejan la masa –Pro-masa- así como para los de la harina –Pro-harina- y una serie más que llegan a todas partes, menos al consumidor.
Dice que falta un subsidio que les permita bajar el precio. Leyó bien: bajar el precio que es lo que piden, con la lógica de que, a menor precio, mayor venta y entonces habrá más ganancias.
No es descabellada la idea, pero reitera que hay un subsidio de más de 50 millones de pesos que beneficia a 197 industriales, así como a 150 mil personas que se encargan de hacernos llegar las tortillas a la mesa. En ese sentido, dice: “nos han atomizado” y refiere que el gobierno federal ha generado inconsistencia a través de sus acciones, ya que, por un lado, no establecen el precio oficial de la tortilla, y por el otro, la Procuraduría Federal del Consumidor se ha dedicado a clausurar muchos negocios del ramo, por aumentar en 50 centavos el precio “oficial”, que, asegura Mejía, no existe desde el año de 1999 en que fue liberado para que cada quien lo manejara según la oferta y la demanda.
Hay sitios en los que se vende a 15 pesos el kilogramo de tortilla, y lo más grave es que estos precios se presentan en zonas rurales, donde la gente tiene más necesidades.
Y como ejemplo cita que en agosto de 2009 la tonelada de maíz costaba 6 mil 500 pesos, cuando para diciembre se las vendían a 7 mil 300 más el flete, y hoy, cuesta 7 mil 800 pesos más flete, es decir, un mil 300 pesos más cara que hace apenas cinco meses.
Se quejan, como todo mundo, de que los insumos suben y el producto final no, y eso está llevando a pique a la industria de los tortilleros que independientemente de aglutinar a miles de mexicanos, es la que dota del alimento tradicional de nuestro pueblo, y como dice don Lorenzo, en México estamos dejando de comer tortillas, lo que nos va a llevar también a una desnutrición importante y la descalcificación de nuestros niños, amén de que las políticas actuales están espantando a los industriales.
La tortilla, como cualquier otro alimento, sufre los problemas de una crisis mal manejada, y la verdad, lo vemos en la ciudad y el estado, algunos tamaulipecos que se dedican a este negocio ya están viendo mermadas sus ganancias que aún existen, porque si no las hubiera, ya los negocios se hubieran cerrado, aunque lo cierto es que ahora ganan más que antaño.
¿Qué hacer al respecto?
Urgen medidas adecuadas para prevenir estos problemas en el país y que se darán durante el año de 2010 en diversos alimentos y rubros de la producción que seguramente afectarán aún más el poder adquisitivo de la gente que trabaja.
Ese es el aspecto que no se ha querido ni podido ver, porque las medidas se dictan desde un escritorio cómodo, instalado en oficinas que por lo general están bien acondicionadas y aisladas de cualquier ruido mundano, entendiendo como tal el comentario del padre de familia o el obrero, del trabajador que ve que con dos pesos más al día tiene que enfrentar los 50 centavos por kilogramo de tortilla, el aumento al peso del metro, de los estacionómetros, de las medicinas, de los refrescos y servicios de agua potable, luz, teléfono y los impuestos que han crecido también para poder enfrentar una crisis deshumanizada.
No es prudente concebir que con esos dos pesitos se pueda vivir mejor, que las políticas y promesas se queden en el aire, y que sigamos pagando una tenencia que hace seis años nos prometieron derogar, o que sigan subiendo los impuestos.
Por eso, sentimos que los señores que se dedican a buscar el maíz o la harina para convertirla en tortilla tienen mucha razón en quejarse, porque, si suben el precio, los clausuran, y si no lo suben, los joroban con incrementos en insumos, es decir, como el cohetero: con algunos quedan mal siempre.
Y esa ha sido la tónica última en México. Nos dice Felipe que hay que hablar bien de México. Seguros estamos que cualquiera como usted y como yo, en otra nación, gritará orgulloso “Viva México” y hablará maravillas de nuestra querida nación, pero de ahí a tener que gritar mentiras sobre los que toman las decisiones con una alta dosis de incredulidad y sordera popular, hay un gran trecho.
Por eso, México no crece, porque seguimos atacando al cuerno de la abundancia que tiene como forma.
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Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!