Hay aspectos dentro de la administración pública que no van muy de acuerdo a lo que debiera tener como cualidades un servidor público, y uno de ellos, sin lugar a dudas, es el aprender a dar a cada quien su lugar, porque no concebimos que una persona que se debe a los demás tenga actitudes egoístas o de otro tipo que choquen con su espíritu de servicio.
Y sin duda alguna, quien no toma en cuenta lo que tienen o hacen los demás, no merecería servir en algún cargo, como podría aplicar a ciertos secretarios que, en actitudes poco congruentes con quien gobierna en la entidad, minimizan la presencia de otros individuos, ciudadanos que tienen que verles para una determinada acción que a veces es de tipo profesional, y en ocasiones como simples ciudadanos.
Imagine el lector que llega usted a ver a un secretario y como respuesta recibe un “espere ahí”, típico de algunas empleadas sin el necesario bagaje de educación y formalidad. Pasan horas –literal- y uno sigue esperando a que el señor pueda desocuparse.
Y no se le ocurra preguntar si ya mero lo atenderán, porque entonces recibe como respuesta, en tono regañón un “está muy ocupado”, haciendo pensar que todo es más importante antes que nosotros.
Olvidan algunos de esos individuos que llegaron porque los que estamos en las calles votamos por una persona, y esa persona confió en ellos y los ubicó en esos puestos donde deberían hacer honor a su definición de “servidores públicos”.
Recordamos cuando un secretario particular dijo: “es que está atendiendo asuntos muy importantes”, a lo que el ciudadano respondió: “o sea, ¿yo no soy importante”.
Es típico, nos hacen sentir que es un honor el que nos atiendan. El hecho de afirmar que un funcionario nos va a “conceder” audiencia suena petulante, porque finalmente, no conceden nada, sino que están haciendo el trabajo por el que nosotros mismos les pagamos.
Desgraciadamente, hay algunos que no tienen una terrible idea de lo que es la formalidad, el servir diligentemente y cumplir sus compromisos, culpando siempre al gobernador, porque los empleados menores dicen: “es que le llamó el gobernador”, o “está preparando un informe que le acaba de solicitar el gobernador”. Siempre echan la culpa al gobernador que en la mayoría de las veces no se entera que emplean su nombre para no cumplir.
Sucede también en la UAT, donde muchos dicen: “por instrucciones del señor Rector”, o “Está preparando un informe para el señor rector”, y baja a las unidades académicas, en las que el secretario o empleados mucho menores utilizan el nombre del jefe.
En el caso del secretario, ya sale a verificar asuntos de playas o de cabañas, de proyectos que pueden significar ingresos al estado, pero eso no quiere decir que no se puedan cumplir los compromisos contraídos, muchos de ellos, voluntariamente.
Resulta que te dicen: “nos vemos a la una en la oficina”, y llegas y te encuentras con que el secretario no está, porque se encuentra en una reunión, y luego te dicen que se comunicará contigo. Claro, esto sucede luego de una estéril antesala de más de 30 minutos. No tienen el menor respeto hacia el tiempo de los demás, ni una idea de lo que es formalidad.
Y además, sabedores de la forma de conducirse del gobernador, entendemos que si alguno de sus colaboradores le dice: “señor, tengo que ir a un compromiso de trabajo contraído con un grupo de la comunidad”, el gobernador le agradecería mucho el que cumpliera con su función.
Tienen pánico de contradecir una indicación, y más, de decirle que tienen que cumplir un compromiso oficial: cancelan lo que sea con tal de llegar con quien manda y supeditarse a lo que se debe hacer.
Sin embargo, sabemos que el gobernador de Tamaulipas ha enfatizado mucho que lo más importante es la ciudadanía. Sería realmente interesante que sus colaboradores entendieran la profundidad de estas palabras y se dieran a la tarea de cumplir.
Cierto, los periodistas necesitamos de la información que emana de estos personajes, pero no por eso se vale que nos quieran hacer perder más tiempo del debido. Exigen respeto y no respetan nuestros tiempos ni nuestra profesión.
Algunos, torpes en su forma de expresión verbal, se burlan de algunos comunicadores, sin embargo, en tanto éstos no se quejen no se podrá hacer nada.
Es tiempo que los servidores públicos realmente trabajen como tales, y que entiendan que son parte de una estructura formada para servirnos a los ciudadanos.
Diego Navarro, ex dirigente de la CTM y es diputado federal una vez dijo: “son los ciudadanos los que nos pagan, somos sus empleados”, refiriéndose a la necesidad de atenderlos, término que el secretario no entendió nunca, e insistió en dejar plantados a los comunicadores y en pausa sus compromisos. ¿Y así es como suponemos que promoverán la entidad? Difícil, sin duda alguna.
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Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!