ANECDOTARIO/JAVIER ROSALES ORTIZ *NADA FRENA LA LOCOMOTORA

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Se siente, se palpa en el ambiente.

Las sonrisas, los comentarios y la gran emoción que broto entre los habitantes de los cuatro puntos cardinales de Ciudad Victoria, Tamaulipas, producto del impresionante manejo mediático que se dio el martes acerca del destape informal del doctor Rodolfo Torres Cantú, como candidato del PRI a la gubernatura, significa que desde ahorita el electorado ya le entrego completito su corazón.

Los nervios se disolvieron y acabaron las noches en vela, porque nada mejor que el abanderado del PRI sea nativo de aquí pues eso significa progreso para una ciudad que en antaño era considerada como un “pueblo bicicletero” que distaba mucho de las características que adornan a la capital de un estado tan grande, tan importante y tan poderoso.

Fue el Gobernador, Eugenio Hernández Flores, quien elevo a Victoria a una categoría decorosa gracias a la construcción de modernos edificios y servicios dignos de lugares del primer mundo sin descuidar a las otras 42 localidades que componen a esta adorada tierra norteña y, cómo no, si aquí está enterrado su ombligo.

Esa es la imagen que ha dejado Eugenio a unos meses de que abandone el poder y los ciudadanos saben bien que no existe otro elemento como Rodolfo que le pueda dar continuación a su labor, que se caracteriza por el respeto, la justicia y por esa mano mágica que utilizo para una distribución de recursos justa, equitativa.

Que mejor herencia le puede dejar Eugenio a Tamaulipas que a un hombre de una trayectoria impecable, carismático, responsable y sencillo, ésta última cualidad imprescindible para que un gobernante pueda tender fácil los lazos de comunicación con sus gobernados sin que tenga que hacer uso de trucos gastados.

Y sencillo, porque él tiende la mano al pasar y porque su vida no ha sido contaminada por poses innecesarios ni por palabras huecas de esas que inspiran a la desconfianza y a la molestia.

Recuerdo, bien, que casi al final de su campaña para diputado federal le solicité una audiencia a su secretaria en su “bunker” y a los pocos minutos Rodolfo salió de la oficina, me abrazo y los dirigimos a charlar en el estacionamiento donde se sentó en una banqueta para estirar los brazos, para desamarrarse los zapatos y para limpiarse el abundante sudor que escurría por su rostro.

Sus zapatos lucían con abundante tierra y su camisa empapada por los fluidos corporales que produce el intenso calor, pero allí estaba, dispuesto para escuchar.

Acababa de llegar de una agotadora gira por varios municipios del quinto distrito y allí estaba, completito, sereno y muy participativo en la plática.

Aunque es muy abierto con los medios, escasos datos se conocen de Rodolfo acerca de su rutina diaria que le han permitido conservar la estabilidad en su vida familiar,

Por ejemplo, que conserva como una regla el ir a dejar todos los días a sus hijos al colegio y el estar pendiente de sus tareas y de los problemillas propios de los escolapios.

Luego de ello el deporte ocupa un lugar esencial en su vida, por eso casi a diario camina una hora y media en las instalaciones del “Club Campestre” acompañado por sus amigos.

A Rodolfo, poco le agrada la comida sofisticada y en cambio es muy afecto a degustar de unas sabrosas gorditas en “El Tigre” los domingos o de unas flautas en el “Arce Stop” entre semana, lo que el considera como un manjar.

Poco se sabe también que el diputado federal tiene como una de sus principales aficiones el arte culinario, por eso cuando el tiempo le es generoso él guisa sencillos platillos en su casa, donde comparte el pan y la sal con los amigos que se van agregando en su camino. Se le califica como un muy buen anfitrión.

A todo ello se suma el hecho de que Rodolfo es una persona muy disciplinada, por eso hasta este miércoles por la mañana temprano aun decía que es diputado federal y que su lealtad hacia Eugenio no tiene vuelta de hoja.

Pero lo que ya ni él puede evitar.

Es frenar a la locomotora.

Correo electrónico: [email protected]

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