No cabe duda que es difícil sortear problemas como los que se viven en un sitio como Haití, por ejemplo, donde el hambre puede más que la cordura y los actos vandálicos se comienzan a presentar.
Hay quien piensa que no se vale que haya violencia y vandalismo cuando la comunidad mundial está volcándose en ayuda. Sería justo ponerse en el sitio de quienes tienen dos o tres días sin comer, una semana viviendo en la calle sin bañarse o descansar en una cama y una recámara, sin ver en la televisión cualquier cosa. Simplemente, sabedores de que se ha perdido todo, absolutamente todo. No es nada fácil.
Y es aquí donde entra la comprensión mundial que debe ser coordinada por alguien, aunque no somos de la idea de que fuera el ejército de los Estados Unidos precisamente, por la fama que tiene el vecino país del norte de inmiscuirse –así es, no involucrarse, sino inmiscuirse- en asuntos de todos los rincones del orbe, erigiéndose como el gran juez o el padre o tutor de todos.
El caso es que tiene que entrar la cordura en aquella nación y ya suena inclusive la invitación a varias personas para que puedan emigrar y establecer su residencia en otro país.
La situación es desoladora, lo sabemos, sin embargo, la generosidad, en este caso, de los victorenses y tamaulipecos se ha puesto de manifiesto, y se ha hecho llegar la ayuda en todo tipo de cosas.
Sabemos los mexicanos lo que es que se te caiga la casa y todo tu entorno, y no tener a donde recurrir.
Es hora de mostrar esa solidaridad. No ver las escenas conmovedoras –y amarillistas, la mayoría- de la gente que está muriendo en las calles que semejan hospitales y quirófanos, o los miles de muertos que nos presentan a la hora del descanso, como montañas de fantasmas que están ahí, sin que nadie pueda reclamar su ausencia, simplemente, porque no se sabe si son o no y de quien.
El estado de descomposición que impera en el lugar también está haciendo presa de muchos cuerpos. Hoy, es más fácil reunirlos e incinerarlos para salvaguardar la integridad de aquellos que no tienen problemas de sanidad, y que, heridos o no, están ahí, vivos aún.
En el DIF del estado, la siempre valiosa señora Adriana González de Hernández ha dispuesto a través de su equipo de colaboradores y colaboradoras la instrumentación de programas que buscan ayudar, de forma tal que nos han solicitado el apoyo material y económico, pero principalmente, llevar agua, comida y medicamentos a quienes tienen necesidades más sentidas que nosotros.
Somos un país en desarrollo, cierto, y tenemos grandes carencias, pero en casos como el de Haití, es fundamental hacer algo por mejorar la situación dramática.
Imagine que llegan diez mil botellas de agua para 3 millones… no es fácil tener que elegir a quien se otorga el apoyo, porque todos comen y beben, todos tienen necesidades e inquietudes.
Quizá ello sea lo más difícil, porque alguien tiene que quedarse a esperar, y ver las decenas de caras que a cada momento suplican ayuda no es una tarea que alguien quisiera llevar a cabo.
Y luego de Haití, debemos concentrar nuestros esfuerzos en la reconstrucción de una nación que ha sufrido severas crisis; hay que hacer un gran esfuerzo por ayudar.
Existen una serie de centros de acopio dispuestos por el DIF y el gobierno tamaulipeco, para que usted pueda entregar los apoyos que ha decidido enviar a aquella nación.
Es muy importante que se haga una tarea comunitaria, y que cada uno de nosotros nos demostremos que se puede llevar a cabo, que algo que no necesariamente es sobrante de casa se puede llevar.
No es entregar limosna o artículos que no sabíamos cómo sacar de casa: es la hora de participar activamente en la parte que nos toca a cada quien en la reconstrucción y apoyo a los que perdieron todo, como sucedió hace años en la ciudad de México y que tuvo el apoyo de la comunidad internacional.
Como mexicanos tenemos por ahí la tradición de ser solidarios, de apoyar cuanta causa se nos presenta. Esta es la oportunidad de hacerlo.
No se crea que debemos anunciar la ayuda y necesariamente recibir agradecimientos o bendiciones. Es hora de dar sin esperar nada a cambio, como dice una de las máximas de los Scouts: “El Scout es útil y ayuda a los demás sin pensar en recompensa”.
En este momento, convirtámonos en Scouts de ser necesario, pero ayudemos a quienes requieren de nuestra mano solidaria. Es tiempo de demostrarnos a nosotros mismos lo mucho que podemos hacer.
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Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!