Entre Nos/Carlos Santamaría Ochoa *Las cooperativas

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Condenadas últimamente, las tiendas existentes en escuelas oficiales han sido duramente criticadas por la opinión pública por ser, aparentemente, las “culpables” de que nuestros hijos estén gordos.
Perdone el lector la expresión, pero el problema de salud pública llamado obesidad y sobrepeso es realmente gigante: hoy en día, la mayoría de los pequeños experimentan esas llantitas y voluminosos vientres que les hacen parecer caricaturas mal dibujadas. No es lo mejor, y todos lo sabemos, y el que piense que no es cierto lo anterior se está engañando solo.
El estar obeso o con sobrepeso no es sano. Olvídese de que si se ve uno bien o no, porque, finalmente, el carácter nos puede permitir superar los complejos de mucha gente que tiene circunferencia mayor a la habitual.
Hay quien supera estos aspectos, pero… ¿y la salud? En ese sentido, no hay para donde hacerse: quien tiene problemas con su peso ideal está jugando a una lotería muy peligrosa donde el premio mayor, irónicamente llamado “el gordo” es precisamente un conjunto de padecimientos que puede uno captar por no cuidar el peso idóneo.
Entre éstos, se encuentra la diabetes mellitus, hipertensión, problemas cardiovasculares y de articulaciones, ya que quien pesa más de la cuenta expone a su organismo a esfuerzos poco comunes, lo que se refleja en problemas de postura y del desarrollo de los huesos. Esto, es entre otras cosas, consecuencia de la obesidad.
Y culpar a las cooperativas no es la solución. En primera instancia, tan buenas o malas resultan las cooperativas de escuelas oficiales como privadas, ya que todo mundo ha criticado las existentes en las primarias que no son de paga, pero no se atreven a criticar a las de instituciones caras, donde estudiar es un lujo más que un privilegio.
Las gorditas y bocoles son tan malos o buenos en una y otra, por lo que debiéramos ser más objetivos en ese aspecto.
Ahora bien, quien se atreve a hablar de los jugosos negocios de las cooperativas sinceramente consideramos que está en un error, aunque puede resultar cierto que en algunas escuelas se desvíen recursos.
No podemos olvidar que el hecho de manejar dineros es delicado. Las damas de las cooperativas por lo general emplean los dineros de nuestros hijos para comprar insumos que sirven a ellos mismos: papel higiénico, aromatizante y desinfectante, fotocopias para los grupos, pago de servicio telefónico, algunas cosas para el botiquín y así podríamos seguir la lista que se convierte en interminable.
Resulta curioso también que quienes critican lo hacen en base a declaraciones de uno o dos sujetos que, enquistados en agrupaciones que aparentemente representan a padres de familia les da por criticar sin conocer. Claro, no tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre reza el refrán, y en este caso, quien le da voz a los que no la deben tener, también tiene algo de culpa.
Hay que enfatizar que a esos “representantes” de los padres de familia, NADIE los ha elegido y utilizan el membrete como un modus vivendi o un modus operandi, es decir, le utilizan en beneficio propio.
Las cooperativas tienen su justificación y deben seguir existiendo; en este sentido, nos hemos pronunciado por años, con la salvedad de que es importante que haya una normativa para la elaboración de alimentos, lo que nos lleva a otro problema mayor: ¿quién va a preparar ensaladas y lonches sanos?
Es probable que usted y yo critiquemos los tacos de frijoles y las gorditas, las papas fritas empaquetadas o las galletas que ahora proliferan. ¿Está dispuesto a preparar usted lo que comerán sus hijos?
Hay que entender que si los chicos llevan dinero para la cooperativa es porque los padres no les mandaron a la escuela con su lonche. Lo anterior nos lleva a pensar que si usted o yo no pudimos –o quisimos- preparar un “lonchecito” para nuestro hijo, ¿tendremos la capacidad para preparar lo mismo, pero para 50 o 100 niños?
Es fácil ponerse en la barrera, pero tomar la muleta y el capote para lidiar con el toro… no cualquiera, y eso lo sabemos de sobra.
Somos de la idea de que se cambie el “menú” de las cooperativas, pero también, que los que nos llamamos padres de familia nos pongamos “la pila”, que entendamos que el problema es más que una tiendita. Si logramos con presiones a través de la opinión pública que se cambie la ley de cooperativas –reglamento-, es porque tenemos la solución, y que bien podría implicar dar de comer bien a nuestros hijos, propiciar la convivencia con ellos para que dejen un poco los juegos de consola, y además, llevarlos a que desarrollen actividad física.
Con quitar las “tienditas” no evitaremos tener hijos gordos, pero sí lograremos que no haya insumos que las autoridades no surten en las escuelas, y que de alguna parte tiene que salir.
Pensemos en lo que significa para nuestros hijos ir a un baño limpio o tener recursos para educarse, y entonces, será tiempo de cooperar, antes de criticar.
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Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!

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