“El único Estado estable es aquel en que todos los ciudadanos son iguales ante la ley”
Aristóteles
Duro, preciso, conciso y a la cabeza.
Solamente una madre adolorida, defraudada, agredida, impotente y desconsolada puede actuar de esa forma. Su rostro así lo denotó y sus lágrimas fueron más que elocuentes.
Nadie más que quienes tenemos la dicha de ser madres podemos entender el coraje materno.
Todavía le han de estar zumbando esas palabras a Felipe Calderón Hinojosa que no supo hacer nada más que callar y esquivar la mirada de aquella mujer. Ya lo imagino, si es muy difícil para los hombres entender a la mujer, mucho más lo es el comprenderla.
Por más que quiso componer su versión de que se trataba de una simple riña entre pandilleros (claro, eso lo dijo en el extranjero y había que cuidar la imagen de México ante los japoneses), caro le salió al Ejecutivo Federal tratar de justificarse con simples disculpas.
“Les dijeron pandilleros a mis hijos. Es mentira. Uno estaba en la prepa y el otro en la universidad, y no tenían tiempo para andar en la calle. Ellos estudiaban y trabajaban. Y lo que quiero es justicia”.
Pero antes de ello, el rechazo absoluto a su presencia: “Discúlpeme, señor Presidente. Yo no le puedo decir bienvenido, porque para mí no lo es, nadie lo es. Juárez está de luto”.
Y antes de concluir su amargo desahogo fueron gritadas las comparaciones y diferencias que existen entre los que tienen el poder a su servicio y aquellos que tienen que quedar inmovilizados ante la injusticia de la justicia que en estos casos, como en la gran mayoría, favorece a los que más tienen.
“Le apuesto que si hubiera sido uno de sus hijos, usted se habría metido hasta debajo de las piedras y hubiera buscado al asesino, pero como no tengo los recursos, no lo puedo buscar.”
Por último, el clamor de una madre que en medio del rezo del novenario luctuoso de sus dos hijos muertos en la masacre de Juárez, se armó de valor para enfrentar a Calderón y su comitiva: “quiero justicia, pónganse en mi lugar, a ver qué sienten”.
¿Será el caso de Luz María Dávila la mecha que el propio presidente encendió? Porque para que el México bronco despierte solamente hace falta que uno se anime.
Lo cierto es que a las autoridades federales se les ha salido de control la gobernabilidad de nuestro país.
Han desviado tanto la atención al combate a la delincuencia organizada que olvidaron que el pueblo, además de paz social, necesita trabajo, comida, dinero para cubrir sus necesidades básicas.
Por si fuera poco, se sigue sometiendo a las familias mexicanas, a las de abajo claro está, a pesadas cargas fiscales que ya son sumamente difíciles de soportar.
Y para rematar, justifican su pésimo actuar hablando solamente para ofender, aun más, a los mexicanos echándonos la culpa de lo que sucede a nuestro alrededor.
En fin, bueno hubiera sido que el acercamiento que tuvo Margarita Zavala con las madres dolidas fuera apreciado por todos.
Al menos eso le habría amortiguado un poco este golpe a Calderón.
El otro golpe.
Definitivamente la semana pasada no fue nada alentadora para el presidente de México. De hecho bien podría entenderse como un parte aguas en la política interna de nuestro país.
Además del fallido acercamiento con los juarenses, la renuncia del Secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, a su militancia en el Partido Acción Nacional (PAN) es otro golpe que deja de manifiesto que Calderón está haciendo pedazos a nuestra Nación.
Los argumentos de Gómez Mont dejan mucho a la imaginación y, aunque algunos argumentan que es una estrategia política para ganar terreno perdido, permiten ver que las “negociaciones” en las altas esferas sociales no van por buen camino.
A tal grado es el desgrane en el partido blanquiazul que se continúa “expulsando” de sus filas a militantes que son piezas claves en su entorno político inmediato.
En fin, Calderón ya no puede ni con el PAN.
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