Entre Nos/Carlos Santamaría Ochoa *Luto en la plástica tamaulipeca

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Fue en el sexenio del ingeniero Américo Villarreal Guerra cuando conocí a Pedro Banda, aquel hombre de la “banda de color”, que dibujó durante más de cinco décadas a los pobres de México, que realmente no lo eran porque lo único que les faltó fue dinero: la riqueza del alma, la inocencia, la alegría y el espíritu de vivir siempre lo han llevado a cuestas. Los pobres de Banda hoy están de luto porque el maestro nos ha dejado para emprender una nueva empresa.
Quizá esté ya haciendo el boceto en un punto del cielo, donde estarán reflejados esos pobres sin la banda multicolor que acostumbró regalarnos en cada una de sus obras, aunque es muy probable que tome como paleta un trozo de arco iris, donde están plasmados los rojos y azules fuertes, los amarillos y magentas con que creó una y mil formas, con que regaló a la humanidad esos cuadros, entre los que destaca el llamado “Trini y yo”, y que hace honor a su compañera, amiga y promotora, la mujer de su vida, la musa inspiradora de Pedro Banda, aquel de la banda multicolor.
Conocí a Banda –como le dijo siempre Trini- cuando el Instituto de cultura que dirigía Blanca Anzaldúa Nájera recuperó al maestro, perdido en alguna de las muchas calles existentes del Distrito Federal, y entonces ya en la tierra de él y sus ancestros, Banda tuvo un reconocimiento a su obra, misma que fue plasmada en una hermosísima y lujosa edición que, seguramente, pocos nos ufanamos de poseer, ya que es un verdadero agasajo a la vista.
Una de las grandes cosas que tenía Banda era su don de gente: le recordamos sentado en la plaza Hidalgo o la Plaza Juárez de la capital de Tamaulipas, ahí, disfrutando una de las dudosas aguas frescas de los negocios que por ahí se encuentran; siempre acompañado de Trini, y procurando disfrutar del diálogo de la gente. Quizá por eso es por lo que nos dibujó tan bien a los pobres, porque supo entender cuáles eran las carencias que tuvimos y que algunos seguimos teniendo.
Un estilo pictórico especial, singular llevó a Pedro Banda a ser miembro del Salón de la Plástica Mexicana, un honor que muy pocos connacionales tienen, ya que para ingresar a sus filas, solamente hay que ser, o un influyente con aires de artista, o de plano, un verdadero artista. Banda fue lo segundo, y desde ahí hizo honor a su condición de tamaulipeco.
Gracias al ingiero Américo Villarreal Guerra su supo de muchas de las cosas que Banda diseñó y construyó en el mundo. Su obra está regada en galerías y colecciones particulares. Curiosamente, pocos de los poderosos de aquel tiempo y del actual decidieron comprar sus cuadros, a decir de una persona allegada a Banda, que porque “no pretendían tener cuadros de jodidos en casa”, refiriéndose a las imágenes que impactaron tanto en el mundo y que, entre líneas muchas construidas quizá por una espátula y otras por gruesos pinceles, daban forma a los rostros grotescos, poco finos, por lo general, de colores fuertes, con que Banda quería mostrar al mundo al mexicano que tuvo oportunidad de conocer.
Este jueves en el Centro Cultural, por segunda ocasión se lleva a cabo un homenaje de cuerpo presente, honor que ha indicado el gobernador Eugenio Hernández Flores. Es el segundo tamaulipeco que tiene el honor de ser homenajeado en lo que muchos concebimos como la “catedral de la cultura tamaulipeca”.
El secretario de Desarrollo Social Humberto Valdez Richaud, el secretario general de gobierno Hugo Andrés Araujo y el director del Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, Guillermo Arredondo Olvera, Libertad García, de la Comisión del bicentenario y muchos amigos de Banda tuvimos la oportunidad de presenciar el acto solemne.
Música, gente buena y no tanto, algunos, llevados más a fuerza que con el corazón.
Correspondió al maestro y amigo Demetrio Avila Salas hablar, a nombre de la comunidad de artistas, para despedir a Pedro, en un escenario donde había en torno nuestro una serie de litografías en las que se pone de manifiesto parte de la muy extensa obra de Pedro Banda y su banda de color, como se le llevó a bautizar.
Otro acierto del gobierno de Eugenio Hernández Flores lo es, sin duda alguna, el hecho de haber reconocido la trayectoria de Pedro Banda, cuando el querido maestro se encontraba entre nosotros. Pocos artistas son honrados en vida, y Pedro tuvo ese privilegio.
Nunca tuvo problemas con nada ni nadie, ha sido un ejemplo de existencia: las inconformidades que palpó de la sociedad las dejó ahí, en un lienzo o un muro.
Es una irreparable pérdida, sin duda alguna, pero finalmente todos tenemos que dar ese paso para incorporarnos, si nuestras acciones lo permiten, en el camino de la inmortalidad.
Un artista es famoso cuando trasciende, y Banda trascendió aquí y allá, dejó como legado una impresionante obra que ya ha difundido el gobierno de Tamaulipas en parte, y que esperamos siga creciendo con la leyenda que hoy, convierte al ser humano en un artista inmortal.
Descanse en paz, Pedro Banda, y de vida a su inmortal banda de colores.
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Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!

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