Hugo Reyna/EnLíneaDIRECTA
Reynosa, Tamaulipas.- Su origen se pierde en la noche de los tiempos, pero quizás desde el más remoto recuerdo del más viejo de los tamaulipecos, ya había referencias del rito que conlleva la sucesión del poder político en Tamaulipas, aquel que se concede en medio de un ambiente similar a la realeza, en donde el príncipe rinde protesta ante la presencia del rey soberano.
La del PRI fue más que un acto de toma de protesta como candidato a gobernador, un acto que es aguardado secretamente en la caja de Pandora del PRI que solamente es abierta una vez cada 6 años, se trata de una suerte de herencia de los príncipes, en donde la militancia y todos aquellos que viven bajo el manto protector de la maquinaria avalan y dan como valido en la continuidad del patrimonio que en forma hegemónica se ejerce.
El momento es único e histórico para los priístas, ahí esta el sucesor del actual mandatario, por instantes antes de la toma de protesta, se cruzan miradas por doquier y sonrisas, la satisfacción estalla cuando el brazo regresa a su posición normal, pero en el aire se ha concretado el relevo, nadie lo puede visualizar materialmente, pero saben que la transición es ya un hecho.
Entonces el gobernante aun en funciones, como los viejos soles empiezan a fenecer, la luz de la estrella poco a poco en forma inevitable inicie a eclipsarse para dar paso al nuevo astro que irradia apenas con destellos, pero que pronto cubrirá todo.
Y desde entonces el ancestral rito de la herencia se vuelve a cumplir, en los sótanos no entra luz y las sombras se disipan, nuevamente como ayer la oferta de la bonanza y el progreso se lanza en un cumplido sujeto al tiempo y la voluntad.
