Entre Nos/Carlos Santamaría Ochoa *¿En manos de quién estamos?

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Grave, muy grave resulta el hecho de saber que en sitios como Tepito, aquel populoso barrio del Distrito Federal se pueden adquirir todo tipo de bases de datos, desde las del INEGI, bancarias y de toda índole. Lo anterior nos hace dudar en manos de quienes estamos.
Sabemos que hay dependencias que tienen entre sus deberes el manejo de datos ciudadanos; de hecho, la mayoría lo hace: ya vemos en oficinas que se encargan de aspectos agropecuarios que tienen censos de los campesinos, ganaderos, ejidatarios y gente que vive del campo, y esa información se emplea para determinar los apoyos, aunque, a ciencia cierta, se hace para lograr beneficios grupales, “familiares”, entendiendo como “familia” al grupo de delincuentes que siguen una causa común y tienen como líder a un sinvergüenza común.
Y eso lo vemos, por ejemplo, en las listas de beneficiarios del PROCAMPO, donde hay gente con situación económica bastante holgada que recibe subsidios, préstamos y otros beneficios, dejando a un lado a los que verdaderamente necesitan de la ayuda oficial.
Vimos nombres de distinguidos mexicanos en estas listas, y nadie se ocupó por meterlos a la cárcel o hacer justicia. Todo son simulaciones, sin duda alguna.
Luego, le habrá sucedido a usted que hablan de bancos y negocios a su hogar, con toda la información disponible: nombre, domicilio, zona postal y todo lo que pueda hacer falta.
Resulta impresionante ver que toda la información posible está a disposición de quien desee pagarla: reportes bancarios, fiscales, administrativos y hasta clínicos: todo se consigue en Tepito o por la Internet como ha consignado un diario de circulación nacional, al desenmascarar lo que todos sabemos… menos la autoridad que no ha podido ver lo que todos vemos.
Esto último todavía lastima más: todos vemos cuando se roba y la autoridad no hace nada porque no hay denuncia; vemos cuando matan, pero no se hace nada porque es de otro “fuero”; vemos también como se abusa de la gente, pero la autoridad dice desconocer las causas y consecuencias; también, observamos todos los días la manera insultante en que se enriquecen algunos ladrones, y nadie hace nada porque la contraloría no ha recibido quejas.
Un ejemplo claro lo tenemos con el señor de Reynosa de apellido García Cabeza de Vaca, a quien la ley le ha hecho exactamente lo que el viento a Juárez, porque tiene quien le apoye y hoy por hoy, porque tiene fuero que, al acabársele, seguramente tendrá otra argucia para evitar ser castigado por sus delitos.
¿Qué se puede hacer?
Esta es una de las muchas razones por las que millones de mexicanos se han resistido a registrar sus líneas celulares: no faltará dentro de muy poco tiempo que haya un robo, un fraude o un asesinato y nos llamen y quieran endilgar el ilícito, con datos emanados de una base de datos de esas que cuestan desde 500 pesitos hasta unos cuantos miles, nada, en comparación con los beneficios fraudulentos que les podremos sacar.
Los mexicanos tenemos miedo, desconfianza, temor de que nuestros datos sean utilizados para jorobarnos más de lo que ya estamos. Tenemos miedo de dar todos nuestros datos generales, porque en seguida podemos hasta ser secuestrados, ya que tendrán información de cuando salimos de casa, cuánto tiempo, a qué hora regresamos, el nombre de los hijos e hijas y horario de trabajo. Poco falta, la verdad, para que nos tengan perfectamente fiscalizados.
Pareciera una película de ciencia ficción, como la que protagonizó la Bullock, aquella hermosa mujer a quien roban su identidad entre otras cosas, y que se llamaba “La Red”.
A la bella mujer le roban su identidad y la meten en una serie de conflictos que poco tienen de diferencia con lo que acontece en nuestro país. Pareciera mentira que es más fácil encontrar este tipo de “realidad-ficción” en México que en los Estados Unidos, donde la tecnología la verdad ha sido muy interesante.
Y sucede que los registros son cada vez menos confiables.
Hoy, todos tenemos miedo de dar a conocer siquiera si nos ganamos una rifa en la primaria de los hijos, porque podemos ser sujetos a fiscalizaciones fuera de lugar o secuestros en el mejor de los casos.
La ciudadanía tiene miedo, pero lo más grave, es que el miedo es hacia sus autoridades, las que deberían haber cuidado el contenido de esas bases de datos para que no cayeran en manos criminales, como ha sucedido hoy en día.
Nada de extrañarse. Es la forma en que los que nos gobiernan en el país se manejan: siempre se han caracterizado por una política derechista mal entendida que perjudica a los demás, por eso, vemos con gusto que la tendencia nacional es dar la espalda a ese grupo de delincuentes y entregar de nuevo el poder a quien sabe gobernar.
Deseamos de todo corazón que el pueblo vuelva a tener confianza en sus gobernantes, que haya motivos más que suficientes para sabernos gobernados por gente confiable. Lo bueno es que faltan menos de tres años para ello.
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Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!

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