Entre Nos/Carlos Santamaría Ochoa *Sonrisa de niño

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El 30 de abril es especial en México: se celebra el día del niño y por lo general hay fiestas, festivales y otro tipo de actividades, dirigidas, claro, a los bien llamados “reyes del hogar”.
Recordamos aquellos festejos cuando niños, que tenían una dosis de convivencia, alegría y pocos dulces, quizá porque la situación no era igual a la que hoy vivimos, quizá, también, porque no había tal variedad de dulces ni la facilidad de adquirirlos.
Era clásico, por ejemplo, que nos dieran un vaso de refresco con palomitas, pero no más. Los pastelitos eran un plato de lujo que no podíamos adquirir a diario como hoy en día.
Actualmente, en cualquier tienda de conveniencia vemos las ofertas de gomitas con chocolate o dulces rellenos, de chocolates confitados y muchas otras cosas más. La facilidad y abaratamiento de las golosinas nos permite hoy disponer de prácticamente cualquier tipo de ellas, aunque también nos tiene en un hilo entre la cuerda que separa la manera de vivir: adecuadamente o con una obesidad de esa que hoy nos lleva a diagnósticos de diabetes, hipertensión, o simplemente la obesidad que ya de por sí nos tiene con un pie en el cementerio.
También jugábamos a muchas otras cosas. No había videojuegos ni juegos de consola con los que hoy se entretienen nuestros hijos. Eran otros tiempos y juegos, otras costumbres.
También, es justo decirlo, éramos menos gordos, y esta situación física se reducía a uno o dos compañeros que sin lugar a dudas, en algo que se ha vuelto hoy cotidianeidad, eran el centro de las burlas pro su sobrepeso.
Actualmente no se les dice mucho, quizá porque nos hemos acostumbrado a ver esos abdómenes voluminosos, plenos de celulitis y cubiertos a medias, con los que muchas veces justificamos nuestro exceso de trabajo… o la falta de atención a ellos.
Algo que quizá no ha cambiado es el ver la forma en que los pequeños ríen. Con malicia o sin ella, con actitudes positivas o no muy adecuadas, pero la risa del niño siempre es algo especial, y su sonrisa podríamos decir que es de las más importantes llaves del mundo: abren un corazón más duro que una montaña o un sentimiento más cerrado que un día nublado.
La sonrisa de los niños nos enseña que hay que ver las cosas con una inteligente inocencia, sin dejar de ver lo que realmente sucede en nuestro entorno, que nos recuerda también que las cosas en la vida tenemos que tomarlas de una forma que resulte agradable: tomar las experiencias necesarias y hacerlas vivencias personales, para que, en cuanto vivamos una situación similar, tengamos la herramienta necesaria que nos permita salir adelante.
La forma en que los pequeños nos regalan una actitud positiva es la mejor enseñanza que muchos –millones- de adultos tenemos que aprender.
Vemos a aquellos pequeños salir a las calles donde las bombas son blanco de todo lo que se mueve: de guerras y guerrillas; niños que no tienen idea de lo que es sentarse a comer un plato de sopa sin problemas.
Pero ante todo, la actitud de los niños nos ayuda a aprender a vivir la vida en una forma más positiva. Tratar de aprender, de experimentar y aplicar lo nuevo a sus formas de vida, convertirlas en vivencias y en experiencias que se comparten.
El día del niño no es precisamente un recuerdo a los “peques” para comprarles un juguete o una bolsa de dulces. No.
Es algo más profundo, o al menos, debiéramos verlo de una manera más integral. El día del niño, como sucede con los de la madre, el padre, la secretaria y todos esos que festejamos en nuestro país, es un pretexto para recordarnos que tenemos pendiente la asignatura de padres, que nunca se termina de aprender en ella, y que siempre los hijos nos entregan un pretexto nuevo para tratar de ser mejores compañeros, amigos, pero sobre todo, guías.
Un buen padre se desempeña con excelencia y amor. No pueden ir separadas, porque una sin la otra no deja muchas cosas para enriquecer sentimientos y experiencias.
El día del niño es una buena razón para dedicarles minutos a ellos, para recordar que todos hemos sido niños y sobre todo, aprender a sonreír, inclusive en las adversidades mayúsculas, para ver con alegría lo aprendido y tener un motivo que nos lleve a la superación.
Es un buen día, el del niño, para aprender a vivir de otra forma, y para que ellos nos enseñen a actuar como adultos, y sonreír como niños.
Comentarios: [email protected]

Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!

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