Entre Nos/Carlos Santamaría Ochoa *Al maestro con… admiración

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Como todos los años, este 15 de mayo se celebra el día del maestro, al menos, en nuestro país, precisamente donde hay muchas cosas que nos hacen enorgullecernos de estos profesionales de la educación… y muchas otras que nos hacen sentir una vergüenza enorme, gigantesca, humillante.
Hablemos de las cosas buenas, porque lo otro, está perfectamente representado en un solo concepto, un solo nombre: Elba Esther Gordillo.
Los profesores de todos niveles tienen muchas cosas en su mente que les hacen sentir importantes y orgullosos de haber abrazado –una gran mayoría- esta noble profesión.
Esos individuos que día a día se levantan pensando en qué hacer para mejorar la clase, en la manera de actualizar el conocimiento y de adecuar los obsoletos planes educativos emanados de una Secretaría de Educación Pública caduca, mala y burocratizada; los maestros que tienen interés en actualizarse y actualizar la enseñanza, sabedores, unos, que probablemente cuando ellos iniciaron esta profesión, no existían las computadoras personales, mucho menos las lap top, y entonces, hoy están adecuando su enseñanza para que los jóvenes que acuden a las aulas tengan la oportunidad de aprender lo de antes, con métodos de hoy.
Esos maestros que, a diario nos enseñan a ser responsables, cuya enseñanza es más profunda que un dos más dos o que un cinco menos tres. Los profesores que no tienen un profundo interés en que sepamos que la aritmética es fundamental, quizá más importante que los principios humanos.
Esos maestros que nos enseñaron a tolerar y a querer, los que nos dicen a diario que tenemos que aprender a organizar nuestra vida, y a tomar las decisiones adecuadas, aunque, en caso de que no sean orientadas de tal forma, que no nos tengamos que arrepentir por haber iniciado la ruta en un camino que no lleva el destino esperado.
A los maestros que no se dejan corromper por el sistema o la sociedad, los que suponen que las escuelas son puntos de aprendizaje y entienden que las personas somos seres humanos antes que alumnos o mentores, los que entienden que los compañeros en la institución no son compañeros de trabajo, sino de una experiencia que nos lleva a abrir el conocimiento en la mente de muchos.
El homenaje debiera ser a todos ellos, los que nunca están en la grilla solicitando un aumento salarial, los que sin tener un tiempo completo o un empleo seguro se esmeran porque los jóvenes sean mejores. El homenaje no es para los que, emulando a su lideresa Elba Esther sigan holgazaneando, sin aprender siquiera a hablar o expresarse. Los que siguen la instrucción de la mal llamada “maestra” y un sinnúmero de vividores que hoy se llaman líderes sindicales.
El día del maestro es una perfecta oportunidad para agradecer a todos ellos, los que han formado parte de la enseñanza que hoy compartimos desde un salón de clases, ante un grupo de tamaulipecos y universitarios que nos llenan de orgullo cuando les vemos aplicar lo visto en clase.
Los profesores que, desde aquel legendario maestro Lechuga, hace más de cuatro décadas, hasta los que nos han guiado en la última experiencia académica –Xosé Ramón, Miguel, Xosé, Marita, Marcelo- nos han permitido conocer el punto de vista distinto sobre algún tópico específico.
Todos esos individuos cuya calidad humana ha dejado huella, y su exigencia ha permitido avanzar en el camino que nos hemos propuesto.
El homenaje es para los que han abrazado la profesión con un verdadero sentido de servicio. Los que entienden que el privilegio de ser profesor o maestro es algo de lo que muy pocos podemos vanagloriarnos. Es pertenecer a la privilegiada clase social que tiene en sus manos y su espalda la responsabilidad de indagar, investigar, entender, compartir y procurar que los demás tengan el conocimiento, la opinión o algo por el estilo que les permita mejorar.
Nos unimos a los parabienes para cada uno de los compañeros en la Unidad Académica Multidisciplinaria de Derecho y Ciencias Sociales, así como de otras unidades de nuestra Universidad Autónoma de Tamaulipas, y esperamos que el día no sea solamente el pretexto para decir “felicidades, profesor”, sino un poco más profundo.
Que tenga cada uno el tiempo necesario para reflexionar sobre su misión en esta vida, y se comprometa consigo mismo y la sociedad a tener la fuerza suficiente que nos lleve a ser buenos capitanes en el barco de la educación, porque, finalmente, somos los que marcamos el rumbo, sin que quiera esto decir que todos han de navegar hacia el mismo punto geográfico.
Somos factor de cambio, demostrémonoslo, y a los demás, hagámosles saber la urgencia que tenemos de ser mejores, porque en nuestras manos hay una tarea sagrada. Muchas felicidades a los maestros en su día.
Comentarios: [email protected]

Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!

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