Entre Nos/Carlos Santamaría Ochoa *Servicios públicos

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Mucha gente piensa que el talón de Aquiles de las administraciones, estatales y municipales lo constituye el aspecto referente a los servicios públicos, en los que se plasma una muy buena administración… o se deja ver el cúmulo de errores existentes.
Sirve como parámetro de medición, porque cuando nosotros vivimos en un sitio con calle pavimentada, donde la basura no se acumula y es objeto de una atinada recolección, cuando hay alumbrado suficiente y todo está adecuado, pensamos que tenemos al mejor alcalde del mundo.
Lo contrario cuando los servicios fallan: suponemos que el alcalde nunca tuvo idea de cómo hacer las cosas.
Y aquí sucede lo mismo que en el fútbol: siempre se culpa a una persona únicamente. En el caso del deporte de nuestra pasión, siempre el entrenador es el que paga los platos rotos, y en el caso de las administraciones, el presidente municipal fue el que no supo tener la brillantez para gobernar. Falso en ambos casos.
En el primero, decía –recordamos- Hugo Sánchez Márquez cuando lo destituyó Televisa y sus cómplices de la selección, que él no jugaba, que daba las instrucciones, y que no podía hacer más; en el caso del alcalde, hay que imaginar que está gobernando en todos los rubros, pendiente de que la gente haga su trabajo, sin embargo, no faltará algún colaborador “chambón”, de esos que no saben trabajar, que eche a perder el trabajo de los demás, y por culpa de quien todo mundo hablará mal de la administración.
También es importante recordar que no existe a la fecha una administración perfecta, y que todos tienen sus fallas, algunas, grandes, y otras menos significativas, pero finalmente son fallas.
Y hemos de recordar lo que comentábamos hace días, que para todos los que vivimos en una entidad, ciudad o municipio, lo más importante es la obra que nos afecta directamente, sin entender muchas veces que las otras son prioritarias o más urgentes. No: la nuestra debe ser primero, y ahí entran los conflictos de prioridades, siempre existentes, y nunca complacientes.
¿Qué pasa en Victoria?
Que de repente aquella Victoria chiquita, la de cabellos de esmeralda y demás frases hermosas que fueron finamente engalanadas y guardadas por las poetisas locales, por los poetas y uno que otro compositor, pues sucede que creció, y como suele suceder con los hijos: creció más de lo que esperábamos.
Victoria se ha hecho adulta, pero solamente los que vivimos aquí entendemos que ha crecido en forma probablemente desmesurada, desordenada: hay asentamientos humanos que han surgido en sitios cuya ubicación hace inaccesible el atenderles con todos los servicios públicos. Suele suceder en las grandes ciudades, y Victoria está en el trance de pequeña a grande.
En algunas partes faltan obras y muchas cosas, y como sucede en esos casos, el culpable es uno solo, cuando la verdad, el desorden existente ha sido propiciado por nosotros mismos y no ha podido ser atendido por nuestra autoridad. Viene la crítica entonces, y condenamos a los que están, que se convierten en carne de cañón en época electoral.
No podemos ser injustos con quienes se han dedicado a tratar de gobernar. Insistimos: hay cosas buenas y malas en la administración actual como en las que han pasado a formar parte de la historia.
Unas han dejado grandes superficies pavimentadas, otras, sin embargo, nos han tomado el pelo en ese sentido y han forrado las calles de pequeñas superficies que en unos pocos años han dejado salir los enormes baches que hoy nos afectan y que no son culpa de quienes nos gobiernan, sino de la lluvia, la mala planeación, el extremoso clima y otros factores, como también por la conformación de la superficie del suelo.
No se gana nada con estar condenando a un presidente municipal que ha llevado a cabo un programa de administración municipal que ha cubierto muchas necesidades.
Quizá no se haya orientado el recurso en la forma en que muchos hubiéramos querido, pero ahí están muchas obras que tenemos que aprender a reconocer.
Cuando pensamos con otra ideología política, nos vanagloriamos de los yerros de la autoridad, y cuando somos afines a los que gobiernan, justificamos todo.
Ni una cosa ni la otra.
Queremos reconocer lo que se ha hecho, y pedir que, en estos últimos meses se justifique el destino del voto emitido hace tres años por la mayoría. Es aún tiempo de hacer las cosas, de sacarse la espina, pues.
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Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!

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