Deformación craneal, ideal de la belleza maya

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Mérida— La expedición de la Ruta Quetzal BBVA ahondó ayer en la fisonomía de los antiguos mayas, y descubrió la técnica de la deformación craneal, mediante la que hombres mujeres y niños conseguían alargar sus cabezas y alcanzar así su ideal de belleza.
Los jóvenes expedicionarios tuvieron la oportunidad de contemplar los cráneos que se conservan en el Museo de la Cultura Maya de Mérida, capital del estado de Yucatán, y de aprender los métodos que los indígenas mesoamericanos empleaban para lograr esas deformaciones.
Durante mucho tiempo, los expertos en esa civilización pensaron que los mayas alteraban el aspecto de sus cabezas, alargándolas, porque necesitaban usar grandes tocados.
Sin embargo, posteriormente se encontraron otro tipo de cráneos, con deformaciones mucho más redondeadas que las anteriores.
Según explicaron los guías del museo a los ‘ruteros’, en ambos casos la técnica empleada por los mayas era la del aplastamiento mediante la colocación de dos tablas, fuertemente atadas con vendas, en la parte anterior y posterior de la cabeza.
La deformación de los cráneos comenzaba a una edad muy temprana, y era una práctica que habitualmente se aplicaba a los recién nacidos.
Junto a los cráneos, en su mayoría de niños, los textos del franciscano español Diego de Landa (1524-1579) ofrecen más detalles de la técnica utilizada por los mayas.
En ellos describe la manera en la que se colocaba a los pequeños al poco de nacer sobre un lecho elaborado con varillas y allí, boca abajo, se les ponía la cabeza entre dos tablas, situadas en la parte anterior y posterior, hasta alcanzar la forma deseada.
Pero además del alargamiento o redondeado de sus cráneos, los expedicionarios de la Ruta conocieron ayer que los mayas también decoraban sus dientes con pequeños discos de jade, concha o coral.
Les gustaba llevar el rostro tatuado de negro o rojo, según si permanecían solteros o estaban casados, y se realizaban escarificaciones, pequeños cortes en la piel que al cerrarse dejaban una cicatriz.
Junto a la deformación craneal, el estrabismo se convirtió en otro sorprendente canon de belleza para los jóvenes ‘ruteros’.
Para conseguir que su hijos fueran bizcos, las madres mayas colgaban de sus cabellos unas bolitas de resina, que les caían sobre los ojos y les obligaban a torcerlos.
Los restos óseos encontrados en las principales antiguas ciudades del Yucatán sirvieron también a los arqueólogos para conocer algunas enfermedades que padecieron sus habitantes.
Hasta ahora se han podido identificar diferentes tipos como la artritis, la tuberculosis, la sífilis, fracturas óseas y algunas afecciones, como el escorbuto, provocadas por deficiencias en la alimentación.
Para seguir profundizando en la Civilización Maya, y después de visitar este miércoles los centros arqueológicos de Edzná y Uxmal, la expedición de la Ruta Quetzal BBVA se adentrará mañana en un nuevo ‘camino blanco’ en dirección a la ciudad de Chichén Itzá, una de las más representativas del área yucateca.
Después, los ‘ruteros’ viajarán hasta el pueblo colonial de Izamal, donde conocerán el convento franciscano de San Antonio de Padua que, según relatan los textos escritos por los frailes y conquistadores del XVI y el XVII, fue levantado sobre el edificio prehispánico conocido como Pap-Hol-Chac.

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