Volver a escuchar los nombres de antaño: Maricela, Laura, José Angel, Mauro o Sheila, por mencionar algunos cuantos, significa volver a vivir muchas cosas. Vivencias de juventud o adolescencia, y quizá hasta de la niñez.
Aquellos tiempos en que, en el Paseo “Pedro J. Méndez” nos llegamos a reunir personas como Claudia, Laura, Archi, Vega, Ricardo o el “bigos”, miembros de lo que era el grupo 1 de Scouts de México en Victoria, y además, el único, muy poco tiempo antes de que se formara otro similar.
Tener en la mente las imágenes de aquellos días en el parque “México” y el grupo 24, o de “Campitos” y sus gritos en las canchas del club de fútbol de la UNAM, hasta recordar los días en que el maestro Lechuga nos llenaba de conocimientos básicos como eran las vocales y que uno más uno sumaban dos, o que Miguel Hidalgo había iniciado la lucha por la independencia aquella madrugada del 16 de septiembre de 1810.
Todos esos recuerdos se acumulan en la historia de cada uno de nosotros; muchos, se pierden con el tiempo y con la llegada de otros más recientes y emotivos, para bien o para mal, pero que ocupan lugares preponderantes en nuestro corazón y nuestra mente.
Los amigos, los buenos amigos…
Platicar con los hijos acerca de los amigos del Cendi es recordar todos estos bellos momentos y añorar algunos nombres y rostros; los amigos de la primaria, la secundaria, la prepa, la facultad y uno que otro del trabajo. Todos forman parte de nuestros recuerdos.
Y conforme pasa el tiempo, se van perdiendo muchas relaciones por causas naturales: algunos cambian de residencia, otros y otras se casan y se van a construir su futuro lejos, aunque a veces estén cerca físicamente, pero los ambientes cambian, porque cada quien tiene su mundo, su gente, sus amigos.
Es cuando toman un valor importantísimo las redes sociales, concebidas desde nuestro punto de vista para estas cosas. Las experiencias últimas nos han permitido valorar su importancia.
Reencontrarse con hermanos que no conocimos por causas naturales, con sobrinos que no teníamos idea de que existían, es ahora posible gracias a una herramienta maravillosa llamada Facebook, que nos permite buscar, localizar y anclar a nuestra lista de contactos a esos seres perdidos en alguna parte de nuestra vida.
Los hermanos y la demás familia comienzan a unirse en una sola causa, y tenemos la comunicación gracias a la Internet… y al Facebook.
Pero no solamente estos recuerdos. Hace ya algunos calendarios que tuvimos la experiencia increíble de formar parte de una generación de licenciados en Relaciones Públicas, egresados de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, donde conocimos a mucha gente valiosa y no tanto, pero todos, dentro de nuestros afectos.
A varios calendarios de distancia, hemos podido reencontrarnos con algunos de ellos, quienes buscaron los nombres de sus antiguos compañeros en el “Face” y encontraron el contacto necesario.
Charlas comunes en estos casos que se refieren al “qué te has hecho” o al “me dedico a tal o cual cosa, me he casado y tengo tantos hijos o hijas” son parte de la comunicación cotidiana.
Hemos sido muy críticos en el uso de estas herramientas, porque de repente consideramos que no se les da el empleo adecuado y solamente se manejan frases triviales y superficiales, sin embargo, hoy nos hemos dado cuenta que son importantes en muchos de nosotros.
El reencuentro con algunos compañeros de generación es interesante, nos lleva a desempolvar recuerdos de aquellos años de estudiantes, cuando tratábamos de matar las horas de aburrimiento en los pasillos de la escuela porque los maestros no llegaban a cumplir sus obligaciones. Con la broma en el salón de clases o el corredor de la parte superior, padeciendo los calores de Victoria en aulas sin aire acondicionado, pero que nunca lograron hacernos claudicar en el interés de concluir los estudios.
Luego, saber que uno o una se han casado y tienen sus hijos, o que han desarrollado una empresa o una trayectoria como comunicadores, siempre es alentador ser partícipe de estas historias, algunas, de éxito, y otras, únicamente de supervivencia.
La vida nos ha permitido disfrutar de las herramientas del presente, que se reducen al Messenger, al Facebook o al Twitter, y que logran lo que muchos no pudimos hacer por la vía normal: reencontrarnos uno a uno, compartir de nuevo nuestra existencia y hacer más fuertes los afectos que crecieron con nosotros.
No nos queda, en este sentido, más que dar gracias a la vida por saber de nuestros compañeros, aquellos que tuvieron igual que nosotros, la oportunidad de dar una clase en aras de una buena calificación, o de formar parte de nuestro equipo de trabajo escolar.
Algunos, más que otros, están en la vida disfrutando su éxito o sus vivencias. Y nosotros, gracias al Facebook, tenemos la fortuna de volver a reencontrarnos con ellos.
Comentarios: [email protected]
Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!