En el discurso político se ha instalado una certeza que pretende ser irrefutable. Se ha constituido en un monumento a la verdad inmaculada. Es la obsesión de un fundamentalista objetivo ya no solo retórico, sino de orden práctico, que se plasma a diario en implementaciones concretas en todo el globo. Muchos, casi todos, dicen luchar por la igualdad y se ufanan de ello como si el término en si mismo representara un valor indiscutible. Se le menciona como si el vocablo tuviera un aura especial, una bendición superior, como si se tratara de una virtud superlativa, de una utopía por la que valiera la pena trabajar incansablemente.
Habrá que decir, sin vueltas ni tapujos, sin rodeos ni eufemismos, que la igualdad, esa de la que tanto hablan, es el atributo que menos describe a la especie humana. Los individuos no somos iguales en casi nada. Si algo nos distingue, son nuestras diferencias, aquello que nos hace naturalmente distintos. No nos parecemos ni físicamente, ni en nuestra personalidad, mucho menos en las intransferibles vivencias que nos tocan en suerte. Todo, absolutamente todo, nos hace seres infinitamente distintos, y esa desigualdad, si que es un cualidad, una característica única e irrepetible.
Alberto Medina Méndez escribe sobre el tema y sostiene: Son nuestras diferencias, las que nos hicieron progresar y sobrevivir como especie. Es justamente eso lo que nos ha permitido evolucionar. Esas disparidades, nos hacen creativos, competitivos y se convierten en el principal motor que nos moviliza lo suficiente como para esmerarnos y superarnos a nosotros mismos. No es la igualdad, sino justamente su opuesto, la desigualdad, lo que mejor describe nuestros talentos y mayores virtudes. También es ella la que identifica claramente nuestros peores defectos, y nos posibilita ocuparnos de ellos.
No somos iguales, no deberíamos querer serlo. Sin embargo, una corriente cada vez mayor, casi unánime, parece ser el discurso esperado, el políticamente correcto, ese que dice pretender ajustar lo que presenta como desvíos. La sociedad parece aplaudir, algunos porque suponen que alguien tiene el poder de otorgarles lo que no tienen, y otros porque no se animan siquiera a decir lo que piensan y defender lo propio. Resulta deseable que todos juguemos bajo las mismas reglas. Se puede pretender cierta igualdad ante la ley, frente a los objetivos criterios que rigen la convivencia humana, pero solo eso, solo esa cuestión de rutina, que es casi una cuestión de sentido común.
La redistribución tan mentada sigue haciendo estragos. Bajo esa muletilla que se ha puesto de moda, el paradigma de la justicia humana, hace eso, quita a unos y otorga a otros, discrecional, arbitraria, selectiva y coactivamente. La sociedad parece aclamar la destrucción de su mayor virtud. Supone que se puede igualar a una comunidad por medio de leyes, decretos y normas. Que sacando a unos y entregando a otros, se nos ayuda a evolucionar. Nada más alejado de la realidad. Esos mecanismos, solo consiguen desestimular a los talentosos y paradójicamente, también a los menos hábiles, ya que así, tampoco precisan de incentivos para progresar, para superarse.
El autor mencionado concluye: Si eliminamos las diferencias, si seguimos venerando la homogeneidad, estaremos condenándonos a pedirle a los que se destacan, a que ya no lo hagan y a los peores, a despreocuparse por la ausencia de habilidades, pues algún político, apoyado por la inmensa mayoría de ciudadanos, pondrá las cosas en su lugar. Evidentemente, la humanidad ha comprado esta falsa ilusión de que la igualdad es un objetivo en sí mismo. La fantasía de la igualdad parece estar apoderándose de nosotros sin resistencia alguna y con una tácita aprobación cívica que explica el discurso de los políticos, que es solo una mera consecuencia y no su verdadera causa.
GAJOS DEL OFICIO.
***LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA de Tamaulipas invita a los profesionales de la salud a inscribirse en su programa de maestría en Enfermería que se ofrecerá en las instalaciones del plantel en esta capital teniendo como propósito formar investigadores y líderes que contribuyan a elevar la calidad de vida de los tamaulipecos. La directora Cinthya Patricia Ibarra González, mencionó que las inscripciones se cerrarán el 20 de agosto para comenzar clases el 4 de septiembre; el programa se desarrollará los sábados durante cuatro semestres.
LOS ASPIRANTES A INGRESAR deberán llenar solicitud y presentar originales con dos copias notariadas de su título de licenciatura, cédula profesional, certificado de estudios y acta de nacimiento; además, presentar constancia de trabajo, cuatro fotografías tamaño infantil currículum vitae actualizado y cubrir las cuotas. La directora hizo también una invitación a las enfermeras tituladas para que se inscriban en el curso complementario y obtengan la licenciatura en enfermería en un programa que abarca cuatro semestres cuyas inscripciones son del 10 al 20 de agosto para iniciar clases el 28 de ese mismo mes con profesores altamente especializados.
Correo: [email protected]
Victoria y Anexas/Ambrocio López Gutiérrez *LA IGUALDAD DESDE LA VERDAD A LA FANTASÍA
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