Entre Nos/Carlos Santamaría Ochoa *Desmemoriados

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Muchos de nosotros somos bien curiosos: perdemos la memoria en cuanto cambiamos de actitud, posición o situación, y eso nos hace ser muy humanos, aunque poco comprensivos con los demás.
Hemos conocido mucha gente que ha iniciado su camino como casi todos: desde abajo, con una serie de escollos que franquear, obstáculos que superar, enemigos que enfrentar y derrotar en el mejor de los casos, y en ese sentido, que han podido escalar hasta los sitios donde se encuentran a esta hora.
La condición humana es difícil de entender cuando la gente sube y mejora en el aspecto económico. Curiosamente, cuando mejoramos anímicamente o sentimentalmente, no vemos un cambio radical que pudiera significar una actitud buena a mala o viceversa. Por lo general, la gente que tiene malas cosas en su corazón o su mente, entra en una etapa de reflexión y mejora, y es entonces cuando tiene la oportunidad de reconciliarse con la vida y con sus semejantes, y cambia su actitud positivamente, y es cuando se logra encontrar una nueva vida.
Por el contrario, quien sube económicamente, tiene, necesariamente, que ser una persona madura para no caer en esos conflictos que conocemos muchos y que les llamamos “Nuevos Ricos”.
En esta clasificación entran empresarios, estudiantes, comerciantes, políticos y todo tipo de personas. Médicos que eran sencillos, al lograr mejorar su situación económica cambian totalmente su forma de ser. Son ajenos a sus amigos y además, su actitud para con los demás, en ocasiones es de rechazo, pero en otras, de un enorme rencor hacia la vida y hacia los demás. Es, como decimos, que se muestran “enojados con la vida”.
Y en Tamaulipas vemos muchos ejemplos de nuevos ricos que olvidan a sus amigos. Así le sucedió a un famoso ingeniero que prácticamente mantuvo y dio de comer a un joven estudiante indigente de nombre Gustavo Díaz Ordaz, a quien apodaban “el chanclotas” porque siempre tenía zapatos muy grandes que le regalaban sus amigos. Obviamente, zapatos usados.
El ingeniero que lo mantuvo por años, al saber que su amigo era el presidente de la República, fue a visitarlo y se le hizo fácil, en la intimidad del despacho presidencial decirle: “Hola, mi querido chanclotas”. La respuesta fue inmediata: elementos del Estado Mayor Presidencial lo sacaron con lujo de violencia, por haber osado ofender al “Señor Presidente”.
En Tamaulipas, decíamos ha habido muchos casos. Conocimos a un joven político, más colaborador de otros que ser una realidad. Con el doctor Emilio Martínez Manautou comenzó a destacar como ayudante, inclusive de un individuo de nombre Ernesto Guajardo Maldonado, tristemente recordado en Tamaulipas por sus actitudes poco honestas y poco políticas.
El joven político estuvo trabajando con él, y llegó a ser alcalde de su ciudad natal. Allá, en aquellos años, tuvimos oportunidad de convivir muy agradablemente con él e inclusive llevar a cabo un inolvidable paseo por la vieja Ciudad Guerrero. Nos atendió de maravilla, y podemos asegurar que se consolidó una muy interesante amistad.
Hoy, las cosas han cambiado. Hoy, el C. Secretario no recuerda sus orígenes, así como tampoco sus amistades o conocidos.
Todo cambia con el dinero, y es triste darse cuenta de ello.
Antes de que llegara al lugar que ocupa, se encontraba un buen hombre, un gran amigo y una increíble persona que, desde el lugar donde se encuentra sigue siendo el mismo amigo, el mismo ser humano.
Su predecesor, el nuevo secretario, ha olvidado muchas de estas cosas y se dedica actualmente a hacer política pensando en el sexenio que viene y que inicia en enero próximo. El flamante secretario ha olvidado a sus amigos, como suele suceder.
Nunca será lo mismo tener un salario de encargado de programa que de secretario: debe haber una sustancial diferencia.
Recordamos cuando tomó posesión nos invitó a su oficina. Hemos insistido desde entonces a la fecha en la cita –audiencia, dicen sus subalternos- y no se ha dignado conceder los minutos al amigo, al periodista, al ciudadano. Estará muy ocupado con sus nuevas expectativas políticas.
Es una triste realidad, pero finalmente es una realidad. El señor secretario ha cambiado, o lo han cambiado sus subalternos, porque sucede a veces que los colaboradores cercanos les nublan la cabeza y no les permiten pensar: ellos son los que deciden a los amigos del “patrón” y también a quien verá y a quién no.
Son los gajes del secretario, pues.
Nosotros, con toda la necesidad de una audiencia, seguimos los caminos protocolarios, no nos “brincamos” las tablas ni los trámites, pero eso no funciona, no en él.
Seguramente, cuando lo veamos en la ceremonia de honores nos dirá algo parecido a “¿Cuándo vas a verme?”, o un “discúlpame, pero el señor gobernador me ha tenido bien ocupado”, porque siempre, cuando no saben ser humanos, culpan a quien manda, porque saben que nadie le va a reclamar.
Esos son los que fueron amigos, los nuevos ricos, los nuevos funcionarios, los desmemoriados, para que se entienda.
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Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!

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