Deja la Casa del Migrante para cumplir otra misión en Canadá

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– El padre Adriano se despide de los migrantes a los que ayudó.

Gastón Monge/EnLíneaDIRECTA

Nuevo Laredo, Tamaulipas.- Con cinco años al servicio de las necesidades de los migrantes que llegan a esta ciudad, el sacerdote católico Adriano Barbiero, de 53 años de edad, cumplió un ciclo más en su vida de apoyo y ayuda a los más necesitados, porque la orden a la que pertenece, los Scalabrinianos, lo enviará a Canadá a otra misión.
Nacido en Italia, ingresó al Seminario a los 15 años de edad, luego de terminar la educación secundaria, pero luego salió para trabajar y retornar a los 23 años, con la vocación ya en mente para ser sacerdote.
“Regresé al Seminario para ser misionero y estudiar en la Universidad Pontificia y venir a Norteamérica”, explica.
Desde que llegó en marzo del 2006 de ciudad Juárez, en donde estuvo dos años y medio protegiendo a migrantes, en la Casa del Migrante de esta ciudad hizo lo mismo al lado del padre y director del albergue, Francisco Pellizari, y desde entonces estuvo al servicio de los que llaman ‘sin papeles’.

Un hombre sencillo

De aspecto amable, sencillo y con un perfecto español, idioma que se vio obligado a aprender antes de ser enviado a México, el padre Adriano no solo abre la puerta de su hogar, sino también de su corazón.
“Mi gran satisfacción durante esos cinco años fue el poder servir a esos hombres, luchar con ellos para que puedan vivir dignamente y moverse con todo respeto de las demás personas”, menciona con la satisfacción de alguien que ha servido toda su vida a esa causa.
Pero su gran decepción han sido las altas temperaturas que en ese tiempo minaron su salud hasta postrarlo en cama varias veces, ya que viene de lugares fríos tanto en Europa como en Canadá y Estados Unidos.
Estuvo en la parroquia Nacional de Edmonton en Alberta, Canadá, país a donde regresará, pero en esta ocasión a Ontario.
Durante los cinco años en que estuvo en la casa del Migrante, fue asistente primero del padre Pellizari y luego del padre Gianantonio Baggio, actual director del albergue, y era el responsable de buscar los apoyos y las donaciones para atender las necesidades del lugar y de los más de cien migrantes que a diario se alojan.
“Iba dos veces por semana Laredo, Texas a buscar donaciones, porque tengo pasaporte canadiense”, explica.
Sin embargo, pese a que se trata de otra misión que tiene que cumplir en Canadá, dice que extrañará Nuevo Laredo y sus migrantes, ya que la atención pastoral que les brindaba fue intensa debido a la fragilidad e indefensión de esos peregrinos que viajan caminando miles de kilómetros en busca de un sueño a veces imposible de lograr.
Su partida es cíclica porque obedece a las necesidades de la congregación a la que pertenece, “y a veces nos mueven de emergencia, y ahora para poder cubrir el espacio de unos padres fallecidos, tenemos que movernos a diferentes lugares”, explica.

Ha sido amenazado

La visión que tiene del fenómeno migratorio en los cinco años de estadía en la Casa del Migrante de la ciudad, es de una movilidad muy intensa, y más ahora en que la frontera de Estados Unidos es vigilada de manera intensiva.
Por ello es que dice que la migración hacia esta ciudad ha disminuido de manera importante, “pero sigue siendo intensa, porque se trata de muchas historias de sacrifico de los migrantes que llegan a esta ciudad”, explica.
Reconoce el sacerdote que la misión de misioneros como él, que ayudan y defienden a los desvalidos migrantes, no siempre es bien vista por las autoridades ni por los delincuentes, y se considera además de sacerdote, un luchador social.
“Por eso me he sentido acorralado porque he estado en situaciones muy difíciles, ya que he visto la violencia y recibido amenazas, debido a que al defender a los migrantes les pisamos los pies a otras personas”, explica.
Un caso dramático que le tocó vivir fue el de ver a unos centroamericanos que fueron secuestrados por delincuentes, pero que lograron huir luego de estar encerrados durante días en una casa de seguridad.
También recuerda dos casos de migrantes que fueron cercenados de sus piernas por el ferrocarril, y la paciencia en su atención para que retome su camino a pie, pero con una prótesis.
Pero esta ayuda que ha brindado a los migrantes no siempre es recíproca, ya que en ocasiones recibió insultos, “pero mi satisfacción es haber recibido solo un sencillo gracias, aunque otros se han aprovechado de nuestra buena voluntad”, señala.
Ayer fue su último día en la Casa del Migrante, pero saldrá del país hasta los últimos días del mes, porque tiene que rendir un informe de lo logrado durante su estadía en la casa del Migrante.

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