Inicio comentando que el nombre no es circunstancial, es el apócope o supresión de Chava, de Salvador.
Aclarado el título, le comento que una vez, en Chilangolandia, entré a comprar material para construcción y mi sorpresa mayúscula fue reconocer en el cargador de bultos de cemento a un condiscípulo de la escuela primaria, ese centro escolar al que añora uno el patio de recreo y lo recuerda uno enorme, gigantesco.
“Chavín” le decíamos a Salvador ahora cargador de material para la construcción y antes un chico humilde, trabajador, amable con todos los compañeros, con una boleta de calificaciones, llena de dieses y miembro casi siempre de la escolta.
“Chavín” era lo que se dice un alumno clásico de 10, que no de apellido, aplicado y que servia de ejemplo para los flojos o los no tan aplicados. Sin embargo ahora lo encuentro desaliñado, cargador de camiones con materiales para la construcción.
Momentáneamente platicamos a la orilla del camión que tenía que cargar de no se cuantos bultos de cemento y le decía que yo era ya profesionista y que si él era el mas aplicado, entonces debía corregir el rumbo y estudiar.
Sin percatarnos de ser oídos, platicamos con mucho gusto y nostalgia por los tiempos pasados, que si los compañeros, los maestros, nuestro estado civil, los hijos, etc., cuando nos despedimos fue con la promesa de que regresaría “Chavín” a la escuela.
El español, dueño del negocio, me interrogó si conocía a Salvador y brevemente le dije lo que sabía de él y la promesa que me había hecho y parco, seco y directo el peninsular me dijo: “¿usted cree que un país como México saldrá a una mejor economía si todos estudian una carrera universitaria? Mi respuesta fue un inmediato ¡Claro!
Con cierta ironía me dijo ¿usted va a cargar los bultos de cemento que necesite?, porque si los requiere ahí están yo no los voy a cargar. ¡Despierte jovencito! ¿que vamos hacer el día que todos tengan una carrera universitaria?
La sacudida ideológica me hizo imaginar a todos aquellos “chavines” que por diversas causas no concluyeron por lo menos su educación básica, los choferes, repartidores, servidumbre, empleados, en fin pensar un país donde todos sean poseedores de estudios superiores.
Conclusión: nadie querrá hacer nada “indigno” de su categoría de egresado de una escuela de estudios superiores, a menos que el hambre lo abata, pero de esta forma el resentimiento social se acumulará para terminar en una explosión, en un movimiento de “justicia social”
Se ha expresado por miles y miles de voces que la vida es una pirámide por la que es necesario ascender, siempre camino hacia la cúspide, siempre arriba, es lo que nos enseñaron en la escuela y en la familia: Estudiar para progresar.
En este mismo tenor, deberían los jóvenes de todas las escuelas saber que seleccionar una carrera es de las cosas mas importantes de la vida, no de la vida nacional o de la familia, la importancia radica en el individuo propio, porque tengo la convicción de que tu escuela, lo que estudies, tiene que darte de comer, tiene que ser la forma de tu sustento y el de la familia que formes.
Admito que los funcionarios de la educación que “luchan” para que los estudiantes de secundaria o preparatoria y más, los universitarios, no abandonen las aulas, pero seguro que ellos mismos saben que un país, como se llame y con las características económicas que me diga, requiere obligatoriamente de todo tipo de empleados, de todos los niveles y categorías.
De ahí la idea de que todos los empleos son dignos y dignificantes son los hombres y mujeres que viven del producto honrado de su trabajo.
En la escuela primaria nos enseñan manualidades y en secundaria talleres y no hemos sido capaces de entender que la educación tecnológica es la alternativa para encontrar buenos y muy redituables trabajos. El problema es que no sabemos administrar el dinero que ganamos y los distractores están al pendiente nuestro.
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Maremágnum/Mario Vargas Suárez *Chavín
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