Óptica/Gastón Monge *Desempleo galopante

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En macroeconomía el término galopante se aplica en estricto al tipo de inflación que ocurre cuando el equilibrio entre la demanda y la oferta se colapsa a tal grado, que el incremento en el precio de bienes y servicios es inevitable, por lo que surge una espiral inflacionaria que comprime el poder adquisitivo y lo hace insuficiente para la adquisición de los bienes de consumo necesarios para la subsistencia familiar.
En materia de empleo el término no es aplicable, al menos no ese sentido, pero puedo decirles que de acuerdo a la forma en que el país se desenvuelve, bajo una incierta perspectiva económica, pudiéramos aplicar el término desempleo galopante, sin por ello entendemos que se desequilibra la balanza entre la demanda y la oferta de fuentes de trabajo.
Si ello fuera posible, entonces estaremos hablando de una insuficiente oferta laboral que atienda de manera suficiente la extrema demanda de empleo en todos los sectores productivos del país.
Una encuesta, la más reciente elaborada por el Inegi, muestra de manera dramática, como el desempleo ya adquirió la figura de galopante, debido a que se está formando una peligrosa espiral ascendente del desempleo ante la ausencia de oportunidades laborales.
El estudio indica que hasta julio de este año el desempleo en el país se fijó en el 5.7% del total de la fuerza laboral activa en el país. Esto quiere decir que actualmente existen dos millones 688 mil 507 mexicanos que no encuentran trabajo por diversas razones, es decir, que están desempleados porque buscan trabajo y no lo encuentran, sencillamente porque no lo hay.
De ese total, de acuerdo a la encuesta del Inegi, el 75% son jóvenes menores de 35 años de edad que cuentan con estudios de secundaria, de preparatoria e incluso de universidad, pero que no han encontrado un trabajo aunque estén debidamente preparados.
¿Qué quiere decir esto? Que a nivel económico el país va en franco retroceso con relación a las metas fijadas para este año, que eran las de crear un millón de empleos nuevos, lo que no ha sido así, y por el contrario, se están perdiendo, debido a la falta de inversión, a la falta de confianza para invertir, a la inseguridad y, a la falta de incentivos oficiales a las empresas que pretendan fincar sus capitales en nuestro país.
Esta consideración me hizo recordar lo que hace unos días comentó el presidente de la Coparmex de Nuevo Laredo, Alfonso Rojas González de Castilla, al expresar ante cerca de 40 empresarios locales, que en esta ciudad no hay inversiones y que el empleo se encuentra prácticamente estrangulado.
Dijo que los egresados de las universidades no encuentran acomodo en ningún lado porque no hay trabajo. Y si es así, ¿entonces porque se nos dice una y otra vez que se están creando nuevas fuentes de empleo?
Creo que no es de lealtad que quienes manejan las cifras pretendan engañar a la sociedad con datos que en números reflejan una cosa muy diferente a la que existe en la realidad, y que digan que se crean empleos cuando cientos de jóvenes, hombres y mujeres tienen que empelarse en actividades muy diferentes a las que se prepararon, y si ello cuenta para las estadísticas, creo que se trata de una burda falasia.
Crear fuentes de empleo no es solo decir que se creó una taquería o que se les dio empleo por 30 días a un grupo de desempleados; la cosa no va por allí. Cuando en una sociedad se diga que hay suficiente empleo para todos, ello quiere decir que el trabajo que se ofrece es el que se busca y no el que se acomoda para rellenar un hueco.
Tener trabajo quiere decir entre otras cosas, estar satisfecho con lo que se tiene y lo que se hace, ser remunerado con un salario decoroso que permita obtener la mayor parte de los satisfactores sociales y, poder brindar a la familia lo indispensable que marca la Constitución; educación, salud, vivienda y recreación.
Cuando uno o más de esos elementos falla aunque haya un empleo de por medio, se está fallando en la concepción de lo que es realmente tener un empleo.

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Ayer entró en vigor una nueva disposición en materia de salud, que obliga a toda persona presentar una receta médica cuando acuda a una farmacia a solicitar un antibiótico, el que aún se expide sin receta debido a un extraño comportamiento cultural que predomina en los mexicanos, y que se traduce en el valemadrismo para todo.
La ley lo obliga aunque la mayoría de los mexicanos estemos muy acostumbrados a exigir todo sin dar nada a cambio, comportamiento que nos ha situado en la escala mundial de valores, como unos irresponsables, por no decir otras palabras.
Y es que para nosotros es más fácil violar la Ley que aplicarla y obedecerla. Ejemplo; si nos para un agente vial, lo más fácil es ofrecerle dinero o enfrentarlo, que aceptar, en el caso correcto, la culpa y pagar la multa.
Tirar la basura a la calle desde el auto es mucho más fácil e ‘higiénico’, que guardarla y tirarla en el depósito familiar, al igual que pasarse un semáforo en rojo que esperar la respectiva señal de avance.
Por ello es que respetar la ley, tanto de parte de quienes son los responsables de aplicarla, como de quienes debemos acatarla, es muy difícil y problemático, que violarla aunque de por medio existan sanciones y reprimendas oficiales.
Así, pienso que al inicio, si vamos a la farmacia por un antibiótico sin receta, debemos estar conscientes de que no se podrá vender sin la respectiva receta, por lo que el médico que se verá beneficiado con esta medida, deberá estar también consciente de que n o deberá aumentar el costo de sus servicios, ni los laboratorios médicos elevar el costo de este tipo de medicamentos.
Si todos respetáramos las leyes y las disposiciones, si obligáramos a nuestros gobernantes a que las respeten también, si los policías y funcionarios, así como los encargados de la procuración de la justicia y de aplicar la ley, también lo hicieran, presentar una receta para la compra de un medicamento tan simple como un antibiótico, será solo una costumbre con el tiempo, y no una molestia como los es todavía.

Hasta mañana
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