Quien gusta de los deportes sabe que hay dos tipos de corredores en términos generales: los que corren rápido y fuerte, y los que aguantan mucho, es decir, en el primer grupo de ubica a los que participan en 100, 200 y 400 metros planos, pudiendo también clasificarse en esa categoría a los de 110 metros con vallas y 800 metros planos. Más, implica ser de la segunda categoría.
Para prepararse y participar en el primer grupo se requiere, por lógica, un entrenamiento muy distinto a los segundos: en el primero se llevan a cabo muchos ejercicios tendientes a fortalecer las piernas y a adquirir más velocidad; el paso debe medirse y manejarse con las puntas, es decir, con mucho cuidado, y no se puede dejar a un lado el braceo, porque un corredor velocista que no tiene buen movimiento de brazos no podrá participar con éxito en ninguna competición.
Los velocistas son los que llegan fuerte, pero a corta distancia, que bien podrían equipararse a aquellos funcionarios que, al inicio de la administración, tienen un sinnúmero de planes y proyectos, arrancando con todo el entusiasmo, publicidad y demás, aunado a una campaña mediática impresionante, pero que al muy corto tiempo la condición no les alcanza, o sea, su capacidad se queda en el arranque.
En el caso de los corredores de distancias largas como son los 5 y 10 mil metros planos, quizá también los mil 500, y no podemos olvidar el maratón, se debe manejar otro esquema de entrenamiento.
Aquí, es muy importante tener una buena fuerza en las extremidades inferiores, así como la capacidad de recuperación que permita seguir trotando a largas distancias sin perder a los de la punta, o si se es el puntero, sin dejar que lo alcancen a uno.
Es aquí donde se puede visualizar a los buenos corredores. En el caso de los servidores públicos, se podría ubicar entre los de distancia larga a aquellos que, sin hacer tanto alarde publicitario han cumplido con su misión, pero lo más importante: no han perdido el gas, el entusiasmo, y siguen siendo útiles a la administración.
En todo ello, hay una persona que coordina a estos “corredores”, ya que de él es la responsabilidad de entregar cuentas adecuadas a los ciudadanos. El gobernador del estado es el encargado de vigilar que los velocistas arranquen fuerte, y que los fondistas aguanten toda la carrera que dura seis años, ni más ni menos.
Existen áreas en las que el gobernador Eugenio Hernández Flores ha tenido que realizar cambios en aras de entregar mejores cuentas a los tamaulipecos. En este caso, podríamos mencionar a algunos, sin embargo, no tiene mucho caso: todos les conocemos.
Y también hay algunos que aguantaron, como caballos, únicamente el arranque, y luego comenzaron a dejar en el camino el entusiasmo y demás, procurando únicamente una grilla mal llevada, pero sobre todo, el usufructo de los recursos del gobierno en beneficio personal, dado que no entregaron buenas cuentas.
Aclaramos que hay buenos y malos, como en todas partes, y no se trata de juzgar sin saber qué sucede, de ahí que en algunas ocasiones tengamos que guardar un prudente silencio que no se debe equiparar a la complicidad con que se manejan algunas personas, ávidas de privilegios mal habidos.
Recordamos con preocupación una de las grandes áreas de oportunidad existentes en muchas administraciones estatales, dadas las condiciones del terreno y recursos con que se cuenta: el turismo.
En este caso, tristemente se ha dejado tal responsabilidad en un equipo que no ha sabido responder al entusiasmo del gobernador, un gran conocedor del área por cuestiones de toda la vida, quien ha apostado a esta actividad, llamada también “industria sin chimeneas” por un bienestar que arroja miles de beneficiarios.
Siempre hemos sostenido la tesis de que el turismo deja mucho dinero, en hoteles, tiendas, restaurantes, taxis, tiendas de conveniencia y todos los puntos que se cruzan en el camino de los paseantes, mismos que necesitan poco para animarse, pero cuando no hay ni siquiera ese “poco”, es difícil poder entregar buenas cuentas.
Recordamos que el secretario Javier Villarreal Terán ha anunciado grandes proyectos que se han resumido a boletines de prensa –mal escritos, por cierto- en los que pone de manifiesto la grandeza de estas obras.
Al paso del tiempo, al secretario le sucedió lo que a los velocistas: en el primer tramo dejó el esfuerzo todo y no pudo más seguir el ritmo impresionante de Eugenio Hernández Flores en aras de dejar un Tamaulipas con infraestructura suficiente en casi todas las áreas.
Definitivamente, el secretario Villarreal Terán ha fallado a la confianza del gobernador y de sus padrinos políticos, aunque no es solamente culpa suya: en su equipo de trabajo se manejan algunas personas con una deshonestidad manifiesta y a toda luz conocida.
No quiso remediar el que se malversen los dineros del pueblo, y en el pecado llevará seguramente la penitencia.
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Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!