Entre Nos/Carlos Santamaría Ochoa *Antorchistas confundidos

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Cuando las autoridades ejercen su fuerza para recuperar el orden, hay siempre muchas opiniones, en su mayoría, y desde nuestra óptica, fuera de toda racional forma de pensar.
Entendemos que un agente de cualquier cuerpo está capacitado para mantener el orden de una forma u otra, lo que quiere decir que en ocasiones se tiene que emplear la fuerza para lograrlo. No concebimos, por ejemplo, cuando las comisiones de Derechos Humanos acusan a policías de ejercer violencia innecesaria o desmedida cuando son agredidos por ciudadanos estupidizados por tratar de defender una causa que pudiera no ser justa, pero que tendrá su dosis de respeto por parte de los demás, siempre y cuando no afecte no los derechos de los que vivimos en ese mismo sitio.
Hemos visto videos en los que un loco prende fuego con una lata de aerosol en la cara de un policía, o cuando les lanzan ladrillos y piedras, cuando los patean o reciben a tubazos: estas acciones se consideran “normales.”, porque nadie critica a esos bárbaros –bestias, pues- que agreden a los policías.
No suceda al revés, que un policía someta a uno de estos salvajes con un macanazo o un golpe para poder arrestarlo, porque entonces, el policía es un animal, un bruto, un salvaje.
Son dos ópticas muy distintas en las que los cuerpos de seguridad siempre tienen las de perder. En una balacera, cuando el delincuente dispara no se dice nada, pero si el policía lo hace y da en el blanco, entonces es el peor de los asesinos. Sucede lo mismo con elementos del ejército mexicano, la marina, policía federal, municipal y estatal.
Y con los plantones: lo mismo, pero mejorado.
Si usted o yo decidimos cerrar, por ejemplo, la calle Juárez o la de Hidalgo en protesta porque no estamos de acuerdo con tal o cual determinación, llegan los elementos abusivos de las grúas y nos levantan con todo y carro, porque no tienen idea de lo que es la ley ni el respeto a los demás: nos llevan por alterar el orden o el “bando de policía y buen gobierno”. El caso es que acabamos en el 2 Zaragoza y luego allá, por Tamatán.
Pero si usted tiene credencial de algún grupo de agitadores profesionales, no pasa nada. El claro ejemplo lo vemos con los señores que dirigen Antorcha Campesina que ya amenazan con bloquear Victoria el día 9 del presente mes, según Carlos Martínez Leal, quien seguramente estará desempleado y por esa razón encabeza movimientos de rebeldía, aunado a la falta de pago por parte de instancias que le permiten llevar el ritmo de vida que lleva.
Ahora reclama innumerables acciones de vivienda y culpa al gobierno de que los muchachos se van a la frontera de mojados y demás. Ahora resulta que porque los jóvenes no son mantenidos por el gobierno son delincuentes o ilegales. Solo faltaba eso.
No ha entendido seguramente que los padres tenemos mucho que ver con lo que son nuestros hijos, y que el gobierno estatal -ni el federal o municipal- está obligados a mantener a gente que no quiere trabajar.
Y decimos “no quiere”, porque si bien es cierto que hay desempleo desmedido, sucede que muchos de estos personajes buscan trabajos de director o jefe, con salarios de película y horarios mínimos. O sea, se busca trabajo rogando a Dios no encontrar, y si tenemos ya tiempo, nos unimos a estos grupos y exigimos casa gratis, despensa gratis, escuela gratis y demás.
Y la gente que trabaja, comerciantes –organizados y ambulantes- empresarios, industriales, académicos y demás. ¿No tendrían el mismo derecho?
¿Por qué habría el gobierno de dar vivienda y alimento a los que no trabajan cuando no se los da gratis a los que trabajan y permiten que México sea lo que es?
Don Carlos, sinceramente, está desubicado y con sus amenazas puede propiciar que haya violencia en las calles, porque hay que pensar qué sucederá cuando bloqueen una calle o avenida y venga alguien con verdadera urgencia de pasar.
¿Aguantaremos las ofensas que suelen regalar a los ciudadanos que somos afectados?
Hay garantías individuales constitucionalmente permitidas, pero definitivamente, la autoridad no debe permitir que se lleven a cabo estas muestras de permisividad y abuso. La autoridad, en todos sus niveles, debe impedirlo, porque para ello les pagamos los ciudadanos.
Antorcha Campesina tiene sus postulados, los que no compartimos pero respetamos, sin embargo, el hecho de desquiciar una ciudad, a ellos o a otros, les diremos que nunca estaremos de acuerdo, y sí podemos, como gente afectada, ser susceptibles de acciones que lleven a la convivencia desigual.
La autoridad debe prevenir estas cosas, hablar con los vividores –perdón, dirigentes- y advertirles que estas acciones, con nosotros no van, porque la reacción puede no ser muy agradable.
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Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!

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