Por FERNANDO ARROYO / EFE
QUITO
Unos hoyos, de hasta 20 metros de profundidad, albergan a los muertos de la tribu de los quitus, localizados en excavaciones arqueológicas en un barrio periférico de Quito, que dejan al descubierto su exuberante cultura.
Convertido en el “Museo de La Florida’ –el barrio donde descubrieron las cámaras–, el centro funerario data del año 800 de nuestra era, mucho antes de la llegada a la capital ecuatoriana de los incas en el 1500 y de los españoles en 1534.
Los quitus perduraron como pueblo durante el período de “integración’ de culturas en Ecuador y formaron una pequeña y próspera civilización en las mesetas y valles aledaños a lo que ahora es la capital ecuatoriana, indicó el arqueólogo Holguer Jara.
Una zona que el experto consideró que es y fue privilegiada, pues estaba rodeada de montañas, dominada por el macizo que forman los volcanes Guagua y Ruco Pichincha, la laguna de Iñaquito y los valles aledaños.
Esa estratificación geográfica fue aprovechada por los quitus para representar su cosmovisión: La altura de las montañas para la divinidad, la meseta para los centros funerarios, el valle para la actividad cotidiana y la laguna para “lo escondido, el temor’, detalla el arqueólogo.
La laguna de Iñaquito sucumbió y en ese lugar ahora se levanta el aeropuerto de la capital ecuatoriana, que será reemplazado por otro que se construye en uno de los valles aledaños a la ciudad.
Para Jara, el hecho de que las zonas funerarias y ceremoniales de los quitus no hayan sido conocidas en el pasado es una “buena cosa’, porque las pudo preservar de saqueos.