Esta etapa de la vida es la más estresante y de mayores responsabilidades. Atravesar este período apoyándose y compartiendo incluso la insatisfacción con el otro es clave.
Gabriela Bade
Sostener una relación de pareja en el largo plazo es un desafío.Y en los últimos años el compromiso es más exigente, pues las expectativas de las personas frente a la vida son cada vez más altas.
“Hoy la gente espera más de sí misma y de la sociedad. Uno le pide mucho más a la pareja que lo que pedían nuestros abuelos y padres”, dice el sociólogo Eduardo Valenzuela, quien participó en la encuesta Bicentenario UC Adimark 2010.
Y es justamente este estudio el que entrega datos (ver infografía) sobre cómo estas mayores expectativas también impactan en la percepción de la felicidad de las parejas, estén casadas o conviviendo.
Por ejemplo, las parejas experimentan un grado mayor de felicidad en sus primeros cuatro años juntos. La situación cambia al pasar el tiempo, pero no cae directo a la infelicidad, sino que a visiones más moderadas de satisfacción marital. “Sólo un porcentaje muy menor dice que está infeliz. La mayoría, en cambio, está bastante contenta”, precisa Valenzuela.
El estudio agrega que de las 1.153 personas que declararon tener pareja, el 36% es muy feliz con su relación; el 45% es bastante feliz; el 15% es ni feliz ni infeliz; el 3% no está muy feliz o es nada feliz, y el 1% no sabe o no responde.
Otro factor que influye en el bienestar marital es la edad. Las cifras muestran que las parejas más jóvenes tienen un grado mayor de satisfacción. Desde los 26 años y hasta los 35 se produce un bajón, que se extiende hasta poco antes de los 40. Luego hay un pequeño repunte.
“Esto coincide con la etapa de la vida reconocida como crisis de la mediana edad. El bajón que se produce acá de la satisfacción con la pareja tiene que ver con lo difícil que es ese período de la vida para todos; con mucho cuestionamiento y donde pueden aparecer muchas insatisfacciones”, explica el psicoanalista Marcello Girardi.
Valenzuela concuerda en que es una etapa de mucha tensión. “Tanto hombres como mujeres están con el peso de las obligaciones encima. Es la época del estrés, de la urgencia, de la responsabilidad que uno tiene respecto de otros. De la competencia laboral; del presupuesto estrecho. Es siempre el período de la vida en que las exigencias se vuelven más acuciantes”.
La idea, propone Girardi, es que la pareja pueda atravesar esta etapa apoyándose. “Que fuera un proceso conversado y compartido, incluyendo las insatisfacciones que tenemos el uno con el otro”.
Satisfacción conyugal
La llegada de los hijos también podría ser un factor que influye. Pero si la pareja está bien, no debería ser determinante. Aunque -agrega Valenzuela- el repunte que se ve desde los 45 años coincide con que los hijos ya están grandes y la pareja recupera sus espacios.
Otro dato interesante es ver cómo la satisfacción de parejas casadas y convivientes se homologa con el paso del tiempo. Si bien al principio son más felices los casados, con los años, en ambas situaciones declaran los mismos grados de felicidad marital.
Valenzuela explica que “la convivencia siempre ha sido un vínculo más inestable, porque está asociada a la ausencia de hijos en común y a jóvenes que están empezando, probando, experimentando. Pero cuando la convivencia tiende a permanecer en el tiempo, produce tanta satisfacción como el matrimonio”.
Al final, ambos especialistas coinciden en que la satisfacción conyugal está asociada a la personal. Y en esto es clave la exigente modernidad. “Antes parecía que se vivía más feliz con menos cosas. Lo importante es tener una relación sana entre expectativas y realidad. Las personas poco felices suelen ser personas que tienen eso desajustado”, concluye el sociólogo.