Entre Nos/Carlos Santamaría Ochoa*La nueva educación

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Hemos de insistir en el asunto de la educación, no porque se esté haciendo una tarea incompleta, pero sí porque tenemos que apurar el paso, apretar, impulsar, pero también, para garantizar el éxito, necesitamos participar todos.

Muchas veces apuntamos que el secretario de educación en Tamaulipas José Manuel Assad Montelongo llegó a cubrir un puesto difícil, dado que el gremio magisterial se ha caracterizado siempre por ser conflictivo y en también existen muchas historias en torno a ellos.

Se dice mucho que las plazas se venden, que hay personajes involucrados y se manejan nombres de servidores de primero y segundo nivel, secretarias o empleados administrativos, todos, supuestamente metidos hasta las manos en el negocio ilícito de comerciar con los nombramientos.

Hace unos días, comprando una nieve en conocido sitio de Victoria, una de las empleadas estaba llamando a su madre vía celular, y sin ser entrometido pude percatarme del mensaje a su progenitora. Palabras más, palabras menos, decía “sí, por favor mándame los papeles, y si se puede que sea de educadora, mejor”.

Lo siguiente fue una charla amable donde la mujercita puso de manifiesto que le estaban consiguiendo una plaza. En el sector educativo es muy común en alguien que se jubila, y porque así lo ha permitido históricamente el sindicato corrompido por los Jongitud y Gordillo, entre muchos otros, puede comercializar su plaza, heredarla a sus hijos o sacar el provecho administrativo que considere pertinente.

Hay que ver el tamaño del criterio de la gente que hace estas cosas: las plazas no son heredables. El ejemplo clásico: si usted es profesor y su hijo es bombero, ¿sería justo que diera clases de matemáticas? ¡Claro que no!, sin embargo, todo se permite.
No obstante, Assad Montelongo enfrentó el reto que le propuso el gobernador Eugenio Hernández Flores y ha salido avante, pero los planes de educación están atorados en alguna parte, porque cuando los chicos llegan a la universidad, se culpa al mentor de estas instituciones de educación superior de no entregar a la sociedad buenas cuentas.

Hay que tomar conciencia de que cuando alguien sale de una escuela de educación superior, tuvo que pasar por una de preescolar, primaria, secundaria y bachillerato, es decir, cuatro sistemas educativos por lo menos, y además, seguramente por ahí llevó a cabo algunos cursos más.
No es culpa de un profesor de la universidad el tener malos alumnos; hoy en día, muchos de éstos decepcionan a cualquiera por la falta de entusiasmo con que llegan y se depositan en un banco del salón, esperando a que el profesor diga lo que ha preparado, pero sin participar siquiera en copiar los apuntes.

Eso, tristemente, es una realidad que vivimos a diario: los muchachos que no quieren estudiar o que van como si fueran obligados. Si así es, ¿por qué no externan su punto de vista en casa para que les liberen de esa obligación tan desagradable?

La educación es de todos y eso lo sabe cualquiera. No es del secretario o el profesor, de la directora o el prefecto, sino que es un poco obligación de todos, incluyendo a los padres, que en la mayoría de las veces dejamos a un lado la parte que nos corresponde, porque siempre será más cómodo culpar a los demás de los fracasos en que participamos.

Es como la selección mexicana de fútbol: todos tienen la culpa menos el que habla.
Tiempo es en que todos hagamos la parte que nos corresponde, y exijamos lo que debemos exigir, pero en forma congruente.

Por cierto, muy positivo sería que el secretario de educación en Tamaulipas se enterara que una de las escuelas que gozó de un gran prestigio desde hace más de 50 años ha iniciado el ciclo escolar careciendo de profesor de educación física, lo cual choca con el postulado del gobernador Eugenio Hernández Flores de que el ejercicio se instrumente en forma casi obligada como una herramienta adecuada para combatir la obesidad y el sobrepeso.

Hemos querido ver al funcionario, cuya habilidad para tratar con la gente es incuestionable, no así de quienes se ubican en torno suyo.
Los secretarios particulares en ocasiones nos hacen pensar mal de algunos bien intencionados servidores públicos.

No está el lector para saberlo, pero hay una solicitud de audiencia que data de más de 12 meses, y la última se remite al inicio del ciclo escolar, con la promesa de que sería atendida a la brevedad.
“No te preocupes, yo te llamo esta semana”, nos dijeron.

Y es fecha que no hay respuesta. Ya los niños llevan dos meses de clases casi, sin tener acceso a la educación física, y el sindicato no ha querido enviar a nadie. Las autoridades competentes pueden solucionar esta carencia, porque la responsabilidad es de todos.
Ojalá nos ayuden, y también, que le den un buen jalón de orejas a esos secretarios que no funcionan, como el del titular de educación y también del titular de Desarrollo Social, Humberto Valdés, porque sucede lo mismo en ambos casos: un sospechoso silencio, y sus jefes, nada saben de las inquietudes de la gente.
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