Entre Nos/Carlos Santamaría Ochoa *¿Un mexicano exitoso?

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El columnista no conoce a Carlos Slim a pesar de ser tocayos, o de vivir en la misma nación. Sabe de su existencia por las noticias aparecidas en todos los medios de comunicación no nacionales sino mundiales. Sabe, también, que es el hombre más rico del mundo, y probablemente, uno de los individuos que más odios ha cultivado principalmente en el último año.
De este mexicano se saben muchas cosas relacionadas con la economía y con Teléfonos de México, una de las empresas que ha tenido gran éxito en las últimas décadas, luego de haber sido vendida por el gobierno federal. Recordamos, quienes rozamos los 50 y un poco más, que Telmex era algo así como un elefante blanco donde nada funcionaba bien, como todas las empresas y dependencias del gobierno de la República.
Cuando el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, su tocayo Slim compró la empresa y la ha convertido en algo especial y diferente.
Recordamos cuando niños que no nos dejaban hablar por teléfono porque costaba por minuto cada llamada, y si nos extendíamos, venían unas cuentas que luego los padres batallaban mucho para poder liquidarlas.
De igual manera, las llamadas de larga distancia tenían que hacerse en menor escala: solo para emergencias, decían los abuelos, porque no había presupuesto que alcanzara, sinceramente.
Eran los tiempos en que Telmex era un lastre para el gobierno y un tormento para los mexicanos. Algo así como Pemex hoy en día, que tiene un sindicato nefasto, salarios desproporcionados y un sinnúmero de pérdidas, todas amparadas en la “oficialidad” de su desempeño. De ahí han salido grandes sumas millonarias que llegan a cuentas personales, como sucedió con Telmex en su tiempo hasta que se puso en manos de quien sabía para que era el dinero y la empresa, es decir, un empresario con visión empresarial –valga la redundancia- y con una visión de éxito que le ha llevado a tener la eficiencia de hoy.
¿A qué viene la historia? Aclaremos: ni hay adeudo con Telmex ni se busca un privilegio extra: únicamente es menester decir lo que uno piensa acerca de los muchos correos que, llenos de odio y envidia, llegan en forma de cadena para hablar mal de un mexicano que da de comer a millones de familias a través de las fuentes de empleo que proporciona, que nos permite estar comunicados con tecnología del primer mundo, y con un individuo cuyo pecado en México ha sido tener éxito, lo que no se perdona por ningún motivo.
Veamos ejemplos: usted tiene algún amigo que ha sido gobernador o presidente municipal, y automáticamente le otorga la etiqueta de ladrón, de ineficiente, de todo lo que se asemeje a estos conceptos, aún y cuando acabe de iniciar su trabajo administrativo dentro de la política.
No todos los que tienen dinero son ladrones, ni los que no tienen son honestos, aclaremos.
Hay pobres y ricos en todo el mundo con todo tipo de reputación.
Y molesta ver la manera en que se expresan de Carlos Slim en algunos foros, porque tiene el “grave problema” de ser el hombre más rico del mundo.
Curiosamente, cuando Bill Gates ostentaba ese privilegio, en los Estados Unidos no decían lo que se menciona acá de Slim.
Reconozcámoslo, nos afecta y duele el éxito ajeno.
Decía un amigo de juventud: “yo cuando sea grande quiero ser un p…” a lo que venía la pregunta obligada: ¿Por qué?
“Mira, -decía- las tres frases típicas del mexicano: ¡Cuánta lana tiene ese p…!; ¡Que carro tan bonito y con ese p! ¡Es por eso que yo quiero ser un p… de esos!”
Y desgraciadamente, muchos ubicamos en ese rango a don Carlos Slim, porque tiene el éxito que nos estorba a todos, el éxito de quien ha sabido manejar inversiones bursátiles y de negocios y que tiene mucha injerencia en la economía nacional.
Claro, también hay programas y becas muy interesantes de la Fundación Telmex, que coadyuvan para que muchos jóvenes tengan un mejor futuro. Esa es la parte que poca gente conoce, la de los apoyos a miles de mexicanos.
Tenemos que entender que Carlos Slim es un empresario, no es una hermana de la caridad y no tiene por qué regalar su dinero, y no podemos estar enojados con gente que, como él, ha sido exitosa y tiene más de lo que nosotros imaginamos.
¿Cuál es la fórmula? Sencillito, como dirían los argentinos: trabajar, aplicarse al cien por ciento y tratar de convertir los momentos de fuerza laboral en algo que construya, para que el éxito nos acompañe.
No podemos perder el tiempo en críticas hacia los que tienen, porque entonces estaríamos bastante mal de sentimientos y pensamiento. Y quien anda en la calle, con una camioneta de muchos miles de pesos, también sería interesante que pensara que no todo en la vida es bien material, y que lo más importante lo constituye la forma de vida, los valores humanos y la sencillez.
Cuando uno quiere hacer las cosas bien, no se necesita dinero, influencias ni nada: se necesita corazón y dejar de jorobar al de al lado.
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Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!

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